Cinta de Moebio: Revista de Epistemología de Ciencias Sociales

Burotto, J. 2001. Sobre "el estatuto del sujeto humano, en los vestigios de la modernidad". Cinta moebio 12: 227-234

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Sobre "el estatuto del sujeto humano, en los vestigios de la modernidad"

On "the human being status in modernity"

Juan Félix Burotto Pinto. Abogado. Profesor de la Universidad Los Lagos. Chile

"The idea of a canon is that one single theme is played against itself."
Douglas R. Hofstadter

"Was entstanden ist, das muss vergehen!
Was vergangen, auferstehen!
Hör’ auf zu beben!
Bereite dich zu leben!"
Gustav Mahler

El presente texto se origina en una suerte de evocación de mi conferencia "El estatuto del sujeto humano, en los vestigios de la Modernidad" (1) que dictara en 1999. Los comentarios suscitados en torno a su temática y, posiblemente mucho más, a su forma me insisten en tal evocación y, desde allí, en recapturar en alguna medida lo que esa ocasión, frente y con un auditorio, se lograra gestar algo parecido a una comunicación paradojalmente inefable. De alguna manera, asimismo, es obvio que esta escritura no se queda en la imposibilidad de su pretendido objetivo "evocador" sino que se ofrece como un palimsesto de las cuestiones propuestas articulantes del primer emprendimiento.

La conferencia se había convenido para concretar una invitación del Instituto de Fundamentos Culturales al resto de la comunidad de académicos para hacerle partícipe de su docencia y, por qué no, de la posible exploración en los campos en que radica su quehacer; en el curso de las conversaciones posteriores hube de aclarar que la encomienda sería plausible sólo si se erradicaba del evento la pretensión de traspaso de experticias o, menos todavía, de "normalizaciones" en la dirección semántica bosquejada por Michel Foucault. En más de algún sentido se trataba – era mi propósito – de especular con la libertad de un outsider del discurso universitario clásico mas, se infiere de la palabra en inglés, bordeándolo, aunque sin temor a una perforación de su supuesta completitud.

El diseño de la entrega se programó con una parte expositiva de mayor longitud - afirmando la asegurada convencionalidad en pro de su clasicismo – y , después, un segmento en el cual se exhibirían los últimos instantes de la Segunda Sinfonía de Mahler en la reproducción de un Laser Disc de la DG (2). Esta sección final y la elección que importaba me habían surgido un tanto irreflexivamente al haber revisado, días antes, la versión mahleriana y haberla sospechado necesariamente descentrada, tal y como resultara en la exhibición programada, de sus esperables denotaciones musicales y poéticas.

El segundo acuerdo con la autoridad universitaria fue el de eximirme de la anticipada escritura de la conferencia ya que – fue mi alegato – deseaba la mayor libertad posible para alterar in actum las fórmulas expositivas, lo que fue, a la postre, decisivo para lograr el clima presentido y deseado. Como compensación ofrecí la posibilidad de grabar, lo que no se materializó por las razones que sean. Impensadamente, la sala en que se hiciera la presentación carecía de la solicitada pizarra con su crayon, lo cual advertido por mí, ya en el acto, me dispuso a una locución con un micrófono fijo, en la que se constreñía al expositor a una limitación de movimientos que sólo podía socorrerse en un histrionismo oracular o, en cualquier caso, ex cathedra, para que después de observado pudiere desmentirse, toda vez que existiría un desplazamiento físico innegable con la aparición de un gran telón en el que se monitorearía el video de la interpretación sinfónico coral.

El pro-grama para la sección inaugural era alentar un acercamiento a las materias a tratar siguiendo de cerca, como guía, el propio título. Promoví, entonces, una lectura del título pero como se haría en una pretendida lectura en ivrit, recorriendo de derecha a izquierda las palabras –y no, obviamente, las letras como en la lectura judía. Sin perder de vista, sino lúdicramente, la necesidad de una vuelta a la lectura correcta, el orden de las materias sería pues Modernidad, vestigios, sujeto humano y estatuto.

En el exordio, expuse que parecía inevitable señalar que estábamos sometidos, auditores y conferencista, a limitaciones fácilmente tornables en ventajas: nuestra insularidad teórica en Chile; el estar nuestra universidad en formación y condicionada por la urgencia de acreditaciones institucionales de carácter nacional; y el estar sitos en una realidad social, económica y política irredargüïblemente carencial si bien repleta de un alarde de falsa asertividad o notoria autopublicidad para los fines que se quiera. En efecto, habría que exacerbar la celebración de un espacio que se supone libre de ideologemas de carácter cientificista o venidos desde el Sujeto supuesto Saber (SsS) (primero de los topoi lacanianos en los que reincidiría y reincido ahora). En seguida, que en la presente circunstancia de nuestra casa de estudios equilibrada al filo de la navaja, sólo cabía el inclinarse por la excelencia en nuestro producidos presentes y futuros y no generar sólo la comparación siempre incierta con los pares (las paridades trabadas en la actualidad académica chilena pueden – a veces- acoplarse a un sistema de compensaciones de prosapia incierta). Esta buscada excelencia podría, sorpresivamente y por otra parte, servir de obturador de alguno de los tantos agujeros de nuestro habitat cultural más próximo.

Haciendo pie, quizá, en esta última argumentación, hice – y hago- una caracterización del acto que constituye una conferencia como un acto aristocrático, con lo que, desde luego, la conferencia debe ser lógicamente aristocrática, por lo cual de la polisemia de la expresión no puede abandonarse, verbigracia, el refinamiento inclaudicable del hallazgo en los meandroa eruditos y en la circuitería que genera el pasaporte de una intelectualidad desbordada con anticipada bizarría. Sugería que esta conferencia aristocrática, así en el formato insinuado, podía encontrar su antecedente más sutil en las que vertiera Karl Kraus en Viena y que Elías Canetti evoca (3) admirativamente en su textualidad autobiográfica (4). Mi intención era fraguar junto a la audiencia un clima que permitiera abrir una hiancia en la que se dispusiera un juego que liberara un intercambio permanente de los discursos universitario, del amo, de la histérica o del analista según lo sostenido por Lacan (5). Un poco para poder cuestionar el desde dónde se produce mi exposición, demanda que se impone y repite entre nosotros, yo, el que escribí y usted , el que ahora lee.

Acto seguido comencé la tarea de entrever el contenido de los significantes constituyentes del título, pero, como ya se ha escrito, al revés. En este texto no haremos sino un breve mapa de rutas a guisa de resumen.

a. La Modernidad, así, pensada en mayúscula, fue el primer objeto ideológico revisado. Lo que afirmara, de entrada, es que la Modernidad que nos había acompañado durante siglos parecía estar de salida. No quise desmentir lo arbitrario de mi afirmación ya que la entiendo como una necesaria apuesta para iniciar el discurso teórico (precisamente ¿no es el discurso ideológico el que parte desde la negación del juego?). Sin atribuir el patrimonio autoral de esta agonía de la Modernidad sugerí, junto al nombre obligado de J.-F. Lyotard, la guía adoptada por algunos participantes del congreso "El final de los grandes proyectos y el florecimiento de la praxis sistémica" celebrado en Heidelberg en 1991, en especial las colaboraciones de Hans Rudi Fischer y de Wolfgang Welsch (6). Además, era obligatorio el expreso reconocimiento a la imposibilidad de establecer hitos temporales para el fin de la Modernidad, entre otras cosas porque en cuanto tal ella no ha muerto para muchos y si bien para otros sí es ya un cadáver o un monumento asolado o estamos en pleno duelo o nos paseamos entre sus vestigios (con estos "vestigios" ¿no es quizá evidente? estoy haciendo una ostensible anticipación de mi enclave metafórico, enclave que me sobredetermina).

Aquí mismo se me antojó, como imperioso, hacer la marca de la ausencia de una expresión que parecía inevitable: la posmdernidad. La pregunta es ¿se puede hablar –o escribir- de posmodernidad , esto es de otro monumento, en tanto deambulamos entre las ruinas de su eventual antecesor? La respuesta, pese a mi propia nada esfumada sugestión, está con todo abierta. En cualquier caso, yo no puedo o no quiero hacer la vicaría de La posmodernidad.

Desglocé, siguiendo mi propia enseñanza (7), las fracturas o, antes bien, las demoliciones habidas en la Modernidad, excluyendo, por cierto, la cuestión del sujeto humano, exclusión burda desde el momento en que los eventos de la dinamita habían tenido lugar en los espacios de la cultura. Con todo, este fue el listado:

a.1. El desplazamiento que habían hecho la incertidumbre, el azar y el caos, en la captura de los objetos de la cientificidad, de las certezas notables pergeñadas en el discurso de Comte pero, por qué no, en el de David Hilbert o en las agotadoras proclamas del positivismo lógico y sus inadvertidos discípulos, antaño y hogaño, esparcidos por las academias. Ya en el desplazamiento, los nombres de Einstein, por cierto, con su Teoría y sus lucubraciones posteriores; el de Prigogine con Mme Stengers, el de Mandelbrot y sus dibujos, el de Douglas R. Hosftadter, los de Heinz Von Foerster o Francisco Varela y, en fin, un largo etcétera. La mención más insoslayable sigue siendo la de Kurt Gödel y su Teorema de la incompletud, con su aporte de exquisita severidad. De una manera extraña –con o sin Hofstadter- la supervivencia del asombro frente a las conjeturas gödelianas ha impedido que las mismas engrosen el repertorio de las paradojas matemáticas, diversión de los incautos y comercio de los divulgadores.

Para decirlo, de una vez, la ciencia o las ciencias no proveerán, nunca más, certezas, solamente aproximaciones, tentativas o exploraciones inacabadas las que parecerán disiparse, en cuanto tales, en los logros siempre bullangueros de la tecnología.

a.2. El fin de la seguridad en torno al arribo de un Progreso pensado como inevitable, entonces, también, de la creencia en un género humano perfectible. La Humanidad, con la grafía expuesta, que coincide con un Progreso, idea gestada por la primera, son una pareja desmentida hasta la saciedad en el siglo XX. No sólo la Grande Guerra , el nazismo con su Shoá o el estalinismo y el Gulag, sino, además, la corroboración de la sospecha que las ideologías, del signo que fueren, aparte de generar ilusiones, eran incapaces de coadyuvar a la conformación de proyectos con sentido – el sentido que irrumpiera por instantes para extinguirse al menor giro de las circunstancias ¿es, de la manera que sea, sentido?-. No se puede dudar, tampoco, que tras o sobre los proyectos civilizatorios de impronta política se habría de considerar una Ética de carácter universal o, en la más disminuída situación, universalizable, a partir, por ejemplo, de la presupuestación de Immanuel Kant. Es incuestionable que aquí, en cualquier caso, y sin demandas exageradas, más allá de los fracasos del último siglo – en que los anteriores se "leían" como preparatorios para el ascenso del Hombre–, lo que puede afirmarse es que el plan etnocéntrico y, por lo tanto, hegemónico, que se enseñoreaba jactancioso, había mostrado su cojera si no su invalidez.

a.3. Lo que también se comienza ha erosionar es la confianza en la razón como La Razón, producto de exportación de las Luces. Incuestionablemente, con Marx y con Nietzsche, como antesalas – problemáticas pero validables – para el pensamiento de un Derrida o un Paul de Man se caminará en pos de una búsqueda deconstructiva para evidenciar encapsulamientos logocéntricos en las textualidades occidentales.

a.4. Para apresurar este catálogo, y como consecuencia de los parágrafos antecedentes. habría que consignar sin titubeos la abolición de la Verdad , para ser sustituida por verdades que pueden co-exisitir en su pluralidad de encuadres paradigmáticos los que, a su turno, provocan propuestas epistemológicas que trastornan la "normalidad" relacional de los saberes y las ciencias.

b. Habiendo hecho un abono suficiente a la expresión "vestigios", no cabía sino el abordar la exploración del "sujeto humano" utilizando, obviamente, el encuadre retroactivo de la Modernidad. En el hecho, hube de ratificar que lo que estábamos evaluando no era el tema de un cambio psicológico y/ o biológico desde una cierta época, acaso desde el fin del Renacimiento hasta nuestros días, sino que era , con evidencia empírica y teórica ciertas, la valoración que hacíamos del sujeto humano la que había sufrido un cambio en términos de merma, de mayor vulnerabilidad, más adelante, incluso, de las huellas dejadas por las catástrofes de la Modernidad: es evidente que si el Progreso se bate en retirada o la Razón pierde su sitial en tanto deidad o la Ciencia ya no puede ser considerada como La productora de La Verdad, el sujeto humano está siendo carcomido en tanto gestor de la cultura.

En el comienzo de esta sección la obertura venerable fue le sentencia de Descartes "Cogito ergo sum", pilar egregio del pensamiento moderno. Registrando, incluso, la anulación del "ergo" en la intrusión heiddegeriana, el sujeto humano seguía siendo, hasta en el psicologismo actual, el ser poseedor de una Conciencia, de un Yo autónomo, de una insobornable capacidad de autodeterminación. La locura, la llegada del hombre a la Luna o los avances de la farmacopea pudieren ser, en su aleatoria enunciación, los expedientes que validan, para no pocos en la actualidad, la pervivencia del sujeto cartesiano. Si alguien es loco, ejemplifico, simplemente se ha perdido o deteriorado la normalidad del sujeto; si llega a la Luna o si merced a la farmacopea se alarga la vida humana no es sino el homo sapiens sapiens - ¿no es acaso cartesiana esta hilarante denominación? – haciendo uso de las siempre extensibles posibilidades de su intelecto y su "espíritu" – engendrado éste en el cobijo de una conciencia, si no perfecta, al menos infinitamente perfectible.

Luego, de lo que se trataría sería de hacer un nuevo listado de cuestionamientos a ese sujeto clásico, advirtiendo que, por cierto, sería un listado incompleto y tributario, por de pronto, de mis particulares puntos de vista con lo que, de paso, se afirmaba, no obstante, mi alejamiento de una posición que en su persistencia no sería sino una impostura modernista. Aquí va en síntesis:

b.1. De las proposiciones de Karl Marx en "Die Deutsche Ideologie" hasta las aportaciones de Louis Althusser, atravesando los desarrollos de la Escuela de Frankfurt, no cabe ninguna dubitación en cuanto a que la expresión ideología encubre un fenómeno que trasciende la pura cuestión de la presencia de lo social frente a lo individual. Conforme a la adecuada definición de Althusser, la ideología es "una representación de las relaciones imaginarias de los individuos con sus condiciones reales de existencia"(8). Esto implica, desde ya, el despojamiento en lo ideológico de todo dominio del sujeto en el discernimiento de lo que es imaginario o real. El sujeto humano deviene en su etimología: subjectum, "sometido", "sujeto", o bien, subjicere, "poner debajo". Conforme a una tranquilizadora y distinta concepción, en la ideología habría como una intencionada colección de mensajes que transportarían, con más o menos refinamiento, propaganda política o religiosa. O asimismo, si el motivo que las proporciona fuera "loable", tales ideologías podrían ser calificadas de "positivas". Creemos que tales predicamentos son inútiles ante la contundencia que, con la aparición de lo ideológico, el sujeto pierde el timón del vehículo con el que podría advenir a un conocimiento de él mismo en el acto de perseguir el conocimiento, en otras palabras intuir la ardua y perpetua inaccesibilidad de lo Real.

b.2. La segunda parada, en este camino hacia el sujeto humano, la concebimos en algunos pasajes de la obra de Friedrich Nietzsche. En esta textualidad el sujeto es colocado como una materia entre otras pero, conteste con la naturaleza de la primera, sin que ello implique su preeminencia sino que, por el contrario, el "sujeto" confirmaría la empresa textual nietzscheana al borronearse a sí mismo. Para no desmentir el dispositivo insinuado, sólo anotaremos párrafos que, no está demás el precaver, encuentran su legitimación intertextual a la luz de la totalidad de la obra de Nietzsche. Nos atrevemos a comentar, respecto de los textos transcriptos a continuación, que ellos parecieren apuntalarse en una constatación de los derrumbes experimentados en la Filosofía – claramente en las filosofías de la Modernidad -; pertenecen a los fragmentos póstumos, correspondientes a los años 1885-1887, en autorizada traducción desde la notable edición de Colli y Montinari (9):

"482. Donde comienza nuestra ignorancia, - donde ya no podemos ver más allá, colocamos una palabra, por ejemplo la palabra "yo", la palabra "hacer", la palabra "padecer": quizá sean líneas del horizonte de nuestro conocimiento, pero no son "verdades".

483. El yo es puesto por el pensar; pero hasta ahora se creía, igual que el pueblo, que en el "yo pienso" hay algo inmediatamente cierto y que ese "yo" es la causa dada del pensar, por analogía con la cual comprenderíamos todas las demás relaciones causales. Por muy habitual e imprescindible que resulte ahora esta ficción, - eso por sí solo es algo que no prueba todavía nada en contra del carácter ficticio de ella: una creencia puede ser condición de vida y ser, pese a ello, falsa".

Existe la posibilidad de hallazgar otro momento en la obra de Nietzsche, en tanto éste trata de inventar un modelo que exhiba las morfologías soportantes del sujeto y no sus puras carencias. Desde mi óptica, ese modelo podría basarse en una pluralidad que articularía al sujeto en un "desde adentro". En la "Gaya ciencia" (10) afirma inequívocamente:

"Aspero y suave, grueso y fino,
sólito y extraño, sucio y limpio,
el encuentro del idiota y del sabio,
¡todo eso soy yo, todo eso quiero ser,
paloma, serpiente, cerdo, todo a la vez".

De nuevo en los "Fragmentos póstumos" encontraremos la misma idea; en el 490, se lee: "Mis hipótesis: el sujeto como multiplicidad" (11).

b.3. En seguida, mi propósito fue el de endilgarnos a rememorar las enseñanzas de Claude Lévi-Strauss respecto de sus distinciones entre Naturaleza y Cultura, capturadas por el etnólogo en tantos textos admirables; desde "Tristes Tropiques" a "Le Cru et le Cuit". Lévi.Strauss sostiene, entre otras propuestas, que en el fenómeno del etnocentrismo queda palmariamente demostrado que éste no es un simple haz de prejuicios sino que, mucho más, es una manipulación que determinada cultura hace de la mirada del sujeto...y no al revés. Obviamente, la Cultura así pensada se independiza de su productor o de la suma de sus productores, pasando, en cierta instancia, a protagonizar lo que no deja de ser una paradoja. No se trata como en la llamada literatura de anticipación en donde cierta civilización domina el género humano en la subordinación de éste a un poder antropomórfico y tecnologizado. No. En el caso de Lévi.-Srauss el asunto es que la Cultura es poderosa en la independencia sobreviniente para con su creador. Como lo hemos sostenido: el sujeto humano produce la cultura, pero, en un instante, simultáneo o no, la cultura produce al sujeto humano.

Es factible elongar estas coberturas subyugadoras a las epistemes de Michel Foucault, las que, de carácter lingüístico, van marcando el ámbito de las cientificidades posibles. En este tópico y con independencia de "Les Mots et les Choses" y L’Archéologie du Savoir", nuestro libro predilecto es "Naissance de la Clinique", entre otras consideraciones por la calidad de un estilo en función de lo que se quiere exponer. Respecto de Foucault, y sobre los lugares comunes que se le imputan – no siempre a su total disgusto -, como ese de la "muerte del hombre", su discurso completo es un gran muestrario de las vulnerabilidades del sujeto humano de la Modernidad - el Hombre -, incluidos sus trabajos en torno al poder o los últimos en que bosqueja una historización posible de la sexualidad occidental.

b.4. En el último punto de la segunda sección, mi intención fue intentar el proyectar en la audiencia algo de lo que en estas cuestiones había hecho Sigmund Freud; no vacilé en patentizar que este Freud era el Freud retornado en la palabra de Jacques Lacan, sus seguidores y la intertextualidad que los delimita y/o los provoca. Durante muchos años la figura de Freud y del psicoanálisis fue un poco la del chiste americano con divanes, analistas, tiempo y tarifas en función de unos pacientes a los que había que re-ciclar para mayor gloria del sistema. No es que tales prácticas ya no existan o no se transfundan en mixturas abominables en muchas consultas psiquiátricas o de la llamada psicología clínica, pero la validez de tales comercios no tiene sino la impronta de un negocio, taumatúrgico en el mejor de los casos. Sin embargo, lo lamentable del mercantilismo de tales analistas y su industria fue el deformar para sus publicidades la esencia misma del psicoanálisis – si podemos hablar de esencia – difundiendo para el inconsciente, por ejemplo, la imagen de buhardilla de los tratos viejos o de un receptáculo "interior" ya presente en el romanticismo alemán y en no pocas filosofías de periclitada alcurnia; igual suerte corrieron, y son sólo un par de muestras, el Edipo o el superyó.

Como sucede tantas veces, cuando las modas sustituyen a la exploración sincera, en el "retorno a Freud", los epígonos de Lacan y sus divulgaciones consiguieron, era su turno, un nuevo amasijo de consignas recubiertas, ahora, de un lenguaje críptico. Pero también de un lenguaje rotundo. No nos cansaremos nunca de insistir en nuestra docencia que Freud jamás hizo otra cosa que evidenciar que tanteaba y que pocas veces sentía haber dado en el blanco. Pese a la contundencia casi oracular del discurso de Lacan en él tampoco se anida la certidumbre de los descubrimientos supremos, aunque sí el entusiasmo que sigue de una lucubración que se traduce en artefactos afortunados para la producción del sentido.

Cualesquiera fórmulas de las empleadas por Lacan superaban, por cierto, el tiempo que se disponía para un desenvolvimiento adecuado de las mismas. O se podría apelar a no pocas afirmaciones descontextualizadas o deformadas como "el sujeto no habla sino que es hablado", con lo cual caíamos en el juego de una noción que operaría logocéntricamente. Opté, en tal coyuntura, por la propuesta consagrada de Jacques-Alain Miller en "La suture", texto contenido en el número 1 de los Cahiers pour l’Analyse . El anhelo de Miller era fabricar una figura en la que pudiera corresponderse la evanescencia ontológica del sujeto humano. Se busca tal recurso en los razonamientos conjeturales de Frege frente a la axiomática de Peano, en tanto se sopesa la naturaleza del 0 y el 1, en un planteamiento que podría desplegarse a partir de la cuestión ¿qué es el 0 en el orden de los números? La temática, groseramente condensada, se radica en que siendo el 0 el primero en una línea de sucesores – el 1, el 2, ...etc – el mismo no remite a un objeto, a diferencia de los que los que vienen: es un conjunto vacío a partir del cual, paradojalmente, sostiene a los demás. La analista Frida Saal, desde México, lo escribe impecablemente "Si el 0 es la representación numérica del concepto sin objeto, el significante de la ausencia, el sujeto, definido como corte, como hiancia, está ubicado en el lugar del 0. Al sustentar la cadena de significantes, desde allí, es condición de posibilidad del saber"(12). Se trata, definitivamente, de una figura increíble, la que sólo podría contraponerse a la de la banda de Moebius. entre otros dispositivos topológicos del propio Lacan.

c. En ese momento me centré en la palabra estatuto con la que terminaría la sección parlante de la conferencia y que, claro, encabezara el título que convocaba. Deseé transmitir en ese tiempo la mostración efectuada y ya gramma en la memoria de ese colectivo: un estatuto no es sino la oficialización, de aliento innegablemente jurídico, de un cierto orden, de un determinado ordenamiento, de una institución coherente o, si se prefiere, de una institucionalidad que, abrupta e inadvertidamente, pide un pasaporte para circular con seguridad en la malla de los discursos. Lo que ocurre aquí , con este estatuto, tiene el mismo efecto pero invertido: lo que consagra "un estatuto sobre el sujeto humano", con más "en los vestigios de la Modernidad" es la falta de certidumbre en cuanto a qué es el sujeto humano, cómo funciona, cómo se valida, cómo se perpetúa en tanto propietario de una clave para el sentido, en lo humano, desde luego. Bien encaminada la cuestión, a lo que nos enfila es a una problemática quizá, si no nueva, por lo menos más inquietante que nunca: ¿cómo se ritualiza en la cultura occidental la imposibilidad de tamañas fracturas en las certezas, en tanto el sujeto se esfuma en los fastos de la individualidad así como en los variados ámbitos de la sociedad.

Tal vez si lo que nos resta es reconocer, ante le fracaso de las ideologías conocidas del racionalismo, que el expediente posible se podría radicar en la resignación de las facetas egocéntricas de los sujetos occidentales y, para ello, quizá si advertir en los discursos de Martin Buber o de Emmanuel Lévinas una senda plausible en que el Yo no es sino en función del Tú o que yo soy responsable de ti, más allá del amor o la simpatía que yo experimente por ti; solos, es verdad, pero asilados en la sensible tensión del ontologizado cordón que va de mi mismidad a la mismidad del otro. Es una posibilidad.

Al final, como lo había previsto, vino la reproducción del video. Previamente, expuse que lo que escucharíamos y veríamos era un producto de dos sujetos, en más de alguna manera, estigmatizados. De un lado el autor, compositor y poeta de la "Auferstehung", era una personalidad dolorosa en un cuerpo enfermo, un neurótico y un pusilánime; cuando escribiera esta su Segunda Sinfonía había abandonado el judaísmo en pos de una conversión católica cuya sinceridad pareciera, para muchos, dudosa: en no pocos instantes de la obra la presencia sonora de los cornos no puede sino evocar, inequívocamente, a la del shofar, ese cuerno de carnero que soplan los oficiantes en los Días Terribles – Iamim Noraím – del Año Judío. En la otra punta, encontramos al intérprete, el director Leonard Bernstein, otro judío que jamás disimuló su discordancia con el mundo en que hacía su musicalische leitung, el era un adicto, un homosexual, un izquierdista frustrado, en suma, un reconfirmado marginal. La pregunta dibujada en los rostros del auditorio era, qué duda cabía, qué podría salir de esa rara combinación; la versión en escucha fue ejecutada por la Sinfónica de Londres, los Coros del Edimburgh Festival y, como solistas, Sheila Armstrong y Janet Baker, en Ely, Inglaterra, en el curso del mes de septiembre de 1973, un dato interesante para un trabajo que se llama "Resurrección".

El texto original que traduje para la audiencia y que ahora reproduzco coincide con el que se escuchara en la audición:

"Wieder aufzublüh’n wirst du gesät!
Der Herr der Ernte geht
Und sammelt Garben
Uns ein, die starben

O glaube, mein Herz, o glauge:
Es geht dir nichts verloren!
Dein ist, ja dein, was du gesehnt,
Dein, was du geliebt, was du gesritten!

O glaube: Du wardst nicht umsonst geboren!
Hast nicht umsonst gelebt, gelitten!
Was entstanden ist, das muss vergehen!
Was vergangen, aufertehen!
Hör’ auf zu beben!
Bereite dich zu leben!

O Schmerz! Du Alldurchdringer!
Dir bin ich entrungen.
O Tod! Du Allbezwinger!
Num bist du bezwungen!
Mit Flügeln, die ich mir errungen,
In heissem Liebesstreben
Werd’ ich entschweben
Zum Licht, zu dem kein Aug’ gedrungen!
Sterben werd’ ich, um zu leben!

Aufersteh’n, ja aufersteh’n wirst du,
Mein Herz, in einem Nu!
Was du geschlagen,
Zu Gott wird es dich tragen
!" (13)

Como lo expresáramos varios, casi al unísono, en la conmoción de la escucha y la visión con las que habitásemos en un lapso enternecido, es posible que allí estuviera el sujeto humano. Justamente, en donde la miseria deviene en maestría, el sudor en hallazgo, la lucha en logro. Sí, donde la muerte se torna en Resurrección. Puede ser.

Notas

  1. Dictada el 6 de diciembre de 1999, en la Universidad San Sebastián en Concepción.
  2. Grabación Deutsche Grammophon 072 200-1 NTSC.
  3. Es irremediableque nos remitamos a la sentencia de Jacques Lacan "Car la fonction du langage n’y est pas d’informer, mais d’evoquer" en su célebre Dicurso de Roma [1953] en "Ecrits", Seuil, Paris, 1966; p. 299.
  4. Elías Canetti, "La antorcha al oído", trad. del alemán por Juan J. del Solar B., Muchnik Editores, Barcelona, 1982; pp. 72 y ss.
  5. Entre tantas referencias, el afortunado resumen de Lacan en Scilicet 2/3, Seuil, Paris, 1970; p.99.
  6. H.R. Fischer, A. Retzer, J. Scheweizer (Comp.), "El final de los grandes proyectos", trad. del alemán por Javier Legris, Gedisa, Barcelona, 1997.
  7. Especialmente mis cursos "Los nuevos paradigmas del pensamiento actual.", "El fenómeno religioso. Un enfoque judío" y "Bioética. Una introducción." dictados en la Universidad San Sebastián, en los años 1999; 1998 –1999; y 1999, respectivamente.
  8. Louis Althusser, "La revolución teórica de Marx", trad. del francés por Marta Harnecker, Siglo XXI, México, 1968; pp. 191 y ss.
  9. Bajo el título de "La creencia en el "yo". El sujeto". Andrés Sánchez Pascual tradujo los fragmentos póstumos de Nietzsche que van del 481 al 492, sobre el original editado por Colli y Montinari. En "Al borde del sujeto", Archipiélago 23, Archipiélago, Madrid, 1995; pp. 89 y ss.
  10. H.R . Fischer et al. Ob. cit; p. 45.
  11. F. Nietzsche, "La creencia...". Ob cit; p. 92.
  12. Frida Saal, "El saber y la verdad" en "El discurso del psicoanálisis", Siglo XXI, México, 1986; pp. 164 y ss.
  13. Mi traducción del texto de Mahler es la siguiente:

"¡Y tú te regocijarás otra vez!
El Señor de la cosecha pasa
y nos reúne como gavillas
a nosotros que estamos muertos

¡Oh cree, corazón mío, oh cree:
nada se ha perdido para ti!
Tu eres ahora lo que tu has deseado, lo que has amado,
lo cual por lo que tu has luchado

¡Oh cree que tu en vano no has nacido
y que no en vano has vivido y sufrido!
¡Lo que ha sido engendrado debe perecer
lo que perece debe resucitar!
¡Deja de temblar!
¡Prepárate a vivir!

¡Oh sufrimiento!
¡que penetra todas las cosas!
¡Oh muerte! que todo destruyes,
¡yo escapo a tu poder,
ahora, tu estás vencida!
Con las alas que yo he conquistado
en un ardiente deseo de amor,
yo volaré hacia la luz
que ninguna mirada ha podido jamás alcanzar.
¡Yo moriré a fin de vivir!

Resucitar, sí, tu vas a resucitar
¡Corazón mío, en breve instante!
¡Y lo que has vencido
te llevará hacia Dios!

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