Cinta de Moebio: Revista de Epistemología de Ciencias Sociales

Robles, F. 2002. Sistemas de interacción, doble contingencia y autopoiesis indexical. Cinta moebio 15: 339-372

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Sistemas de interacción, doble contingencia y autopoiesis indexical

Interaction Systems, Double Contingency, and Indexical Autopoiesis

Fernando Robles (hfrobles@ctcinternet.cl) Doctor en Sociología, Profesor Asociado del Departamento de Sociología de la Universidad de Concepción, Director del Magíster en Investigación Social y Desarrollo de la Universidad de Concepción, Profesor Visitante del Magíster en Antropología Social y Desarrollo de la Universidad de Chile.

Abstract

If the autopoiesis concept has been of enormous benefit for the description of the society and in particular for the radical revolution of the theory of social systems in the work of Luhmann, with the phenomenon of the indexicality developed by Garfinkel it seems to have happened exactly the opposite. It has been not taken advantages of the unsuspected potentialities of the indexicality in the theory of the interaction systems, it seemed even to have been forgotten that the setting in use of the language in the systems of conversational interaction is only possible by means of the context realization of indexicals expressions. In this work, I argue that the indexical autopoiesis of the interaction systems forces to a deeply change in the theorem of the double contingency.

Key words: interaction systems, program-topics, form-time, double contingency, indexical autopoiesis

Resumen

Si el concepto de autopoiesis ha sido de enorme beneficio para la descripción de la sociedad y en particular para la reformulación radical de la teoría de sistemas en la obra de Luhmann, con el fenómeno de la indexicalidad desarrollado por Garfinkel parece haber sucedido justamente lo contrario. No se han aprovechado las potencialidades insospechadas de la indexicalidad en la teoría de los sistemas de interacción, incluso pareciera haberse olvidado que la puesta en uso del lenguaje en los sistemas de interacción conversacional sólo es posible mediante la realización contextualizada de expresiones indexicales. En este trabajo se argumenta que la autopoiesis indexical de los sistemas de interacción obliga a reformular profundamente el teorema de la doble contingencia.

Palabras clave: sistemas de interacción, programas-temas, formas-tiempo, doble contingencia, autopoiesis indexical

Recibido el 3 Jun 2002.

Introducción

Los sistemas de interacción, porque usan la comunicación, son siempre la realización de la sociedad en la sociedad
Niklas Luhmann

Altogether, sociology’s standing job was to specify the issues that identified as society working – real working, actual working, and evidently –the ongoing production and accountability of ordinary society
Harold Garfinkel

En este trabajo nos proponemos lo siguiente: Primero, vamos a retomar el concepto de sistema desde el constructivismo sistémico operativo bajo el aspecto de su complejidad para arribar a la tematización del teorema de la doble contingencia, formulado originalmente por Parsons y reeditado por Luhmann. Segundo, queremos describir de qué manera el núcleo del orden social y de la constitución de los sistemas se encuentra acoplado a la existencia de los sistemas de interacción, en cuya autopoiesis se ejecuta la doble contingencia como realización práctica; desde el punto de vista teórico, lo anterior facilita la observación recíproca entre el constructivismo sistémico-operativo (CSO) y la etnometodología (EM) Tercero, vamos a describir el perfil de nuestra hipótesis central que postula la existencia de una autopoiesis sui generis como propiedad de los sistemas de interacción, la que denominaremos autopoiesis indexical.

Helmut Willke ha sido uno de los primeros en indicar que el problema fundamental que deben afrontar los sistemas sociales de la modernidad es el de la complejidad ordenada (1). Pero la complejidad organizada sólo es posible en los sistemas considerando las singularidades de sus autopoiesis específicas (2). ¿Cómo se articula el ordenamiento de la complejidad en los sistemas de interacción? ¿Con qué recursos y en virtud de qué métodos producimos el ensamblaje de objetos, fenómenos sobreentendidos, comportamientos, etc., que nos resultan indudables y respecto de los cuales, en principio, tampoco tenemos razones atendibles para dudar de ellos, y que alimentan y sostienen a los sistemas de interacción? Una respuesta medianamente adecuada a estas interrogantes nos obliga a re- tematizar el fenómeno de la doble contingencia y a abordarlo como realización conversacional práctica. Como veremos más adelante, este argumento no contradice, sino que complementa y enriquece el teorema de la doble contingencia formulado por Luhmann.

Que los sistemas sociales tengan que enfrentarse al problema de la composición de su propia complejidad, en medio de la recursividad de sus propias operaciones, es una obviedad. ¿Pero cómo lo hacen realmente los sistemas de interacción, con qué prácticas comunicativas, con la especialización de qué tipos y formas comunicacionales? Una respuesta adecuada a estos problemas afecta al concepto de sistema y de función sistémica y obliga a re-indagar en el tema de la complejidad de los sistemas de autoorganización bajo el prisma del CSO (3). Esto significa introducir por lo menos dos argumentos orientadores en los temas que nos proponemos desarrollar.

En primer lugar, consideramos una necesidad ineludible, asentar fundamentos sólidos para una teoría de los sistemas de interacción de relevancia empírica que se concretice como observación especializada de segundo orden de dichos sistemas, fundamentalmente desde el CSO y la EM, tal como lo advirtió Luhmann en 1997 (4). Segundo, creemos necesario reintroducir en la caracterización de los sistemas de interacción, la preeminencia del uso práctico del lenguaje, evitando los formalismos pretenciosos de una pragmática universal sostenida en la revisión de teorías como la de los "actos del habla" (5), y tematizando cómo se articula su forma peculiar cuando opera como medio que hace probable la comunicación (6).

1. ¿Qué Significa la Distinción Sistema/Entorno?

La primera premisa del CSO sostiene que sus reflexiones no tienen que ver con sistemas inventados y que por lo tanto los resultados de sus reflexiones tengan únicamente un valor analítico, sino que los sistemas existen y son "reales". La segunda premisa del CSO, es que existen sistemas autoreferenciales, y por lo tanto capaces de entablar relaciones consigo mismos, cuya expresión más sofisticada es la autoobservación que produce reflexividad, y por lo tanto de diferenciar estas relaciones frente a las de su entorno. Estas dos premisas aparentemente ingenuas y tautológicas, cobran una fuerza agumentativa de enorme relevancia si se las vincula a dos constataciones elementales. En efecto, la primera permisa se desprende de la función de modulación irritante y perturbadora que asume el entorno sobre las interacciones neuronales del sistema nervioso y que dan lugar al fenómeno autopoiético de la cognición, pues cualquier dinámica cognitiva no sólo supone la cerradura del sistema, sino también al entorno operativo que desencadene tales dinámicas (7). La premisa de la autorrefencialidad, no sólo da cuenta de la existencia del conocimiento como una construcción resultante de observaciones-descripciones, sino de la posibilidad de que las operaciones de distinción que las generan, pueden ser observadas.

Por ello es que la diferencia elemental entre sistema y entorno es un logro del sistema, quien observa pudiendo usar para ello sólo sus propias estructuras, las que no puede importar ni exportar, teniendo, por lo tanto, que construirlas - este precepto no necesita ser relativizado en el caso de los sistemas de interacción, cuyos recursos comunicacionales son una realización-producción (en curso) de interactuantes-observadores. No obstante, la reflexividad de las expresiones prácticas en-producción no es tematizada obligadamente en el radio de atención de los miembros comunicantes (8), pues ningún sistema puede observar al entorno y simultáneamente observar las distinciones que usa para observarlo. Esto significa que los sistemas sin excepción operan en realidad "ciegamente", porque no pueden ver que no pueden ver (9). En el caso particular de los sistemas de interacción, los interactuantes que conversan no están interesados en la reflexividad de sus "explicaciones prácticas" (accounts): "una explicación práctica es únicamente la promesa de una explicación, pero una promesa que el destinatario, para no parecer mal intencionado ni incompetente, tiene que avalar con credibilidad manifiesta y que el remitente (ego y alter respectivamente) obligadamente debe considerar como provisoriamente aceptada" (10).

La teoría de sistemas autopoiéticos puede ser referida a muchos ordenes de sistemas y sería absurdo reducir sus potencialidades a la constitución de los sistemas biológicos vivos, como argumentan Maturana y Varela (11). En tal sentido, la teoría de los sistemas sociales pretende abarcar todo el campo de la sociología y por lo tanto alcanzar un nivel suficiente de generalidad y abstracción, comprendiendo a una serie de sistemas distintos, entre los que se cuentan los sistemas de interacción. Esto no tiene nada que ver con una pretensión de justedad o de absolutez, así como tampoco con alguna intención de auto-hipóstasis.

Los sistemas de interacción no son equivalentes ni en su estructura ni en la forma de su autopoiesis a los sistemas funcionales parciales de la sociedad. Partiendo de esta diferencia entre los sistemas funcionales parciales de la sociedad y los sistemas de interacción, constatamos, por un lado, diversas prestaciones acopladas entre los sistemas funcionales, los sistemas no están aislados sino estructuralmente acoplados: el sistema de la ciencia, por ejemplo, puede analizar aspectos de otros sistemas que para ellos mismos no son ni pueden ser accesibles, puede tematizar, por ejemplo, estructuras latentes, mediante la llamada observación de segundo orden y ejecutar descripciones de entornos complejos (12). El sistema político se nutre de recursos movilizados (directa o indirectamente) desde el sistema económico (13), etc. Análogamente, tampoco los sistemas de interacción están aislados, sino que se acoplan tanto a otros sistemas de interacción como también diferenciada y heterogéneamente a los sistemas funcionales de la sociedad (14). Por ejemplo, el sistema del trabajo social no podría operar sin la programación de interacciones trabajador social/beneficiario y/o prescindiendo de la producción de conversaciones de consejería o de la negociación conversacional que permite la construcción de informes socioeconómicos, de cuyo contenido depende cómo se construye el beneficiario y si éste puede ser incluido en el programa respectivo o no (15).

El CSO no puede ser presentado en la actualidad como un conjunto acabado de conceptos, de axiomas o de afirmaciones que puedan hacer de él un sistema deductivo de alta coherencia (16). Su nombre designa más bien la existencia de programas de investigación, en el sentido de Lakatos; pero además, el CSO, como veremos en el curso de este trabajo, no configura ninguna teoría deductivista. El punto de partida de la teoría de sistemas no es la unidad de sus componentes sino la diferencia entre sistema y entorno. Los sistemas están orientados al entorno y la descripción del sistema presupone la indicación del entorno. Los sistemas se construyen y se mantienen mediante la conservación de la diferencia con el entorno, cuyo limite utilizan para la regulación de dicha diferencia. Si se carece de diferencia respecto del entorno, no es posible ninguna referencialidad: la diferencia y no la unidad, es entonces la premisa para todas las operaciones sistémicas autoreferenciales. Por ello, es obvio que la conservación de los límites del sistema equivale a la conservación del sistema.

El entorno, entonces, alcanza su unidad sólo mediante el sistema y jamás abandonando la relación con el sistema, por lo tanto no pueden existir entornos independientes de sistemas así como tampoco sistemas sin entorno. El entorno está demarcado por la existencia de horizontes abiertos y no por límites rebasables; además el entorno no es en principio ningún sistema. Por ello, tampoco tiene capacidad de autorreflexión, es el lugar de mayor contingencia e incertidumbre y de menos orden (17). Que los sistemas de interacción sean entornos relevantes de los sistemas funcionales pero que debido a su extrema maleabilidad puedan acoplarse con "relativa" facilidad a cada uno de ellos, en nada cambia su condición autopoiética. Esta constatación señala más bien una enorme heterogeneidad en los programas de los sistemas de interacción, que le otorgan la textura y flexibilidad temática que necesitan para operar como catalizadores de las comunicaciones especializadas de los sistemas funcionales.

Una de las consecuencias elementales de lo anterior es que es necesario distinguir entre el entorno de un sistema y los sistemas en el entorno de dicho sistema, esto es algo que hasta ahora no ha sido tematizado suficientemente y que complejiza cualquier tratamiento de las relaciones entre los sistemas y los entornos. Los sistemas en el entorno del sistema están a su vez orientados a sus propios entornos. Por lo es que ningún sistema puede disponer sobre las relaciones sistema/entorno ajenas, de allí es que los sistemas se representan el complejo de sus relaciones con el entorno como un tramado desconcertante y además como una unidad que es autoconstruida por él mismo, que como sabemos es el resultado de una observación, en calidad de manejo selectivo: la representación de dicha unidad es la unidad de una diferencia. Tal como el sistema es capaz de autoobservarse, así también la representación que haga de su entorno es una construcción, una construcción del sistema. "Esta condensación de la diferencia de la unidad de lo distinguido existe sólo en los sistemas que observan" (18). Conocer no es hacer copias ni representaciones, sino la realización de un valor agregado, producto de una combinación sobre la base de una (o más) distinciones producidas por un sistema operativamente clausurado frente a su entorno (19).

La línea de división entre sistema/entorno no significa aislamiento, sino que dicha línea divisoria corta un entramado potencial de nexos causales. Si los sistemas producen algo y se producen a sí mismos en la medida en que disponen de sus recursos y los usan, entonces hablamos de producción cuando algunas causas se hacen necesarias para producir efectos determinados. Por lo tanto aquí no se trata de una causalidad de orden técnico, sino de que no todo puede ser causa de todo. Dicha producción no parte de leyes naturales sino que se trata de ventajas de selección, las cuales son observadas como tales. Se describen entonces causalidades cuando desde la observación de un sistema observador, se distinguen una serie de posibles eventos y ellos se relacionan con otros. Por ejemplo, en relación con la dependencia de unos con otros - el modelo input/output es un modelo multicausal que empalma relaciones que obedecen a programas de procesamiento (20).

Ahora bien, nosotros sostenemos que los sistemas de interacción producen comunicación indexical secuencializada, que obedece a ordenamientos heterogéneos y altamente contextualizados. La secuencialidad de las expresiones y la articulación de los turnos del hilo del habla, produce causalidades opacas múltiples, que hay que desocultar adecuadamente mediante una observación altamente especializada de segundo orden, como el análisis conversacional (21).

Así como no puede haber sistemas sin entorno, tampoco pueden existir elementos sin relaciones, sin procesos relacionales. La diferencia es una unidad, pero sólo como diferencia. La conectividad es sólo posible por medio de la diferencia. Los elementos no son sólo elementos sino relaciones de elementos, elementos interconectados, tal como las comunicaciones de un sistema social de interacción. La forma básica que adopta la reglamentación de la conexión de los elementos es el condicionamiento. Esto viene a significar únicamente que las relaciones entre los elementos se ejecutan bajo condiciones específicas.

Los sistemas de interacción producen condicionamientos relevantes cuando secuencias inicializantes dominan temporalmente a las secuencias siguientes, configurando un campo contextual condicionado por la secuencia inicializante. O en el caso de los sistemas de interacción fuertemente acoplados a sistemas funcionales específicos como los interrogatorios (sistema jurídico-policial), las expresiones de los testigos en el caso de juicios orales (sistema jurídico), las conversaciones médico-paciente (sistema de atención de salud), los exámenes orales (sistema educativo), etc., que se caracterizan por construirse en torno a programas acoplados a los sistemas respectivos. En estos casos, se trata de condicionamientos extracontextuales, los que se intersectan con realizaciones comunicacionales contextualizadas e indexicales.

2. Los Sistemas de Interacción como Entramados Complejos

Otro de los conceptos elementales del CSO es el de complejidad, que abordaremos ahora en detalle desde los sistemas de interacción. Este es el problema central de los sistemas sociales (22). La complejidad no es una operación que un sistema ejecuta, sino que es un concepto que guarda relación con la observación y la descripción, que de ella resulta. Con la observación porque la complejidad puede ser observada mediante la observación de segundo orden y con la descripción porque ella, al ser introducida en el sistema, produce hipercomplejidad. En lo que sigue, partimos de la base que los sistemas de interacción son sistemas complejos y potencialmente hipercomplejos, y no "sistemas simples" (23).

La complejidad tiene la forma de una paradoja, pues un estado fáctico se expresa como unidad y multiplicidad. Para resolver esta paradoja, la complejidad se descompone mediante los conceptos de elemento/relación: una unidad sería compleja cuando tiene muchos elementos y muchas relaciones. Esto es, al aumentar el número de elementos que deben mantenerse unidos en el sistema (esto es valido también para un sistema que hace las veces de entorno), hay una limitación que consiste en que no todos sus elementos pueden ser relacionados. Hay entonces una limitación inmanente que le asigna límites particulares a los elementos que componen el sistema. Por ejemplo, cuando en un sistema de interacción se habla, no se puede hablar de todo, sino que de algo en particular (24), pero ese hablar-de-algo se realiza porque el sistema, usando su cerradura operativa, ha configurado interactivamente y de forma específica ciertos hilos del habla, que se observan en la organización del cambio de hablante. Estos hilos del habla son una imagen de la presión de selectividad a la que los sistemas de interacción están sometidos.

La complejidad es un estado autocondicionado que se debe al hecho de que los elementos deben constituirse complejamente para fungir como unidad, y por lo tanto su capacidad de acoplamiento es limitada. De allí resulta que la complejidad del sistema, en el sentido que postula la asimetría ontológica entre simple y complejo, no puede valida ni verdadera. Sólo obedece a la presión de selectividad a la que están sometidos todos los sistemas sociales. La presión de selectividad es observable en la forma de las asimetrías. Stephan Wolff señala que los sistemas de interacción producen tres tipos elementales de asimetrías: las asimetrías de información (como el efecto "Ahá", "Oh", "No te puedo creer"); las asimetrías de competencia ("falso", "está bien", "piénselo bien antes de contestar"); y las asimetrías de las jerarquías de poder ("eso no fue lo que le pregunté", "no hable leseras") (25).

La necesidad de mantenimiento de la complejidad representa una necesidad sólo selectiva entre sus elementos, por lo que esta no puede ser otra que la organización de su autopoiesis. Por ello es que la autopoiesis de los sistemas especiales como son los de interacción, se desprende, a nuestro juicio, del fenómeno de la indexicalidad: no es posible introducir todas las expresiones indexicales potencialmente utilizables en el sistema, sino que el sistema, al enfrentarse sistemáticamente a una enorme presión selectiva, se obliga a discriminar entre muchas expresiones indexicales para temporalizar sólo algunas de ellas y actualizarlas (26), construyendo contextos específicos. El mecanismo de selección que ejecuta la indexicalidad corresponde exactamente al uso de la reflexividad del sistema de interacción (27). Ella sería la imagen de la reducción de complejidad que el sistema ejecuta. Más adelante vamos a exponer cómo la reflexividad, desde las operaciones de observación de los propios sistemas de interacción, opera como su propio punto ciego.

Para tematizar el fenómeno de observación de la complejidad, hay que distinguir entre la complejidad ilimitada e inasequible del entorno y la complejidad limitada del sistema en el entorno. En el primer caso, todo puede ser relacionado con todo, mientras que la complejidad estructurada del sistema sólo puede ser seleccionada contingentemente. Por lo tanto, se debe distinguir entre la complejidad de los sistemas y la complejidad de los entornos. En todo caso, la complejidad de los sistemas es siempre menor y sólo puede ser compensada mediante contingencia - usando patrones de selección. Pero en ambos casos existe un solo principio que obliga a la selección: el llamado principio de la reducción de complejidad. El mecanismo más poderoso de que disponen los sistemas sociales para reducir complejidad es el sentido, una herramienta que permite "comprimir" complejidad, dando cuenta del imperativo de selectividad al que están enfrentados los sistemas sociales (28). El CSO libera al concepto de sentido de las apreturas trascendentales y hermenéuticas pero lo desacopla también de la tradición weberiana, desde la publicación de un trabajo emblemático de Luhmann, que tanto para mí como para mi amigo Juan Luis Pintos, nos sirvió de llave de acceso a la teoría de sistemas post-funcionalista que entonces se inauguraba (29).

Todo esto significa que siendo las comunicaciones el tipo de operación que usan los sistemas sociales como sus operaciones genuinas, ellas se convierten en enormemente restrictivas e improbables. Resulta asombroso que con una operación de este género se puedan configurar sistemas hipercomplejos: por ejemplo, que de la secuencialización de interacciones verbalizadas, el mismo sistema pueda obtener imágenes de sí mismo e introducirlas en el propio sistema (30). Para que unas mínimas y frágiles condiciones de inicio puedan estabilizarse dando lugar a sistemas, hay una poderosa herramienta de representación de la complejidad: el sentido como la realización práctica, unida a un elevado grado de autorreferencialidad, que en los sistemas de interacción, según nuestro entender, asume la forma de reflexividad, tal como lo ha definido la EM (31).

La complejidad es además, en un segundo sentido, una medida de indeterminación o corresponde a la carencia de información. La complejidad es la información que necesita el sistema para poder describir con exactitud al entorno o a la complejidad del entorno, y a sí mismo, y entonces referirse a la complejidad del sistema. Ahora bien, en los sistemas de sentido, esta complejidad que es fundamentalmente relevante para obtener una descripción del entorno, puede ser usada para reintroducir también la complejidad del sistema en el sistema mismo, en calidad de una magnitud desconocida: como el miedo, el riesgo y la inseguridad. Este es el caso de los sistemas que son capaces de autodescribirse autoamenazándose. Por ejemplo, pensemos en una relación íntima de una pareja que al reintroducir en la comunicación sus propias autodescripciones (que son por lo menos dos, y no necesariamente coincidentes) genera un altísimo grado de inseguridad en el sistema de interacción, o bien en una sociedad que reintroduce permanentemente la unidad de la diferencia entre sí misma y las amenazas del entorno ecológico, en cuyo caso Ulrich Beck habla de sociedades de riesgo (32).

Estos dos conceptos de complejidad muestran que los sistemas no pueden comprender su complejidad, pero pueden tematizarla. Los sistemas producen por lo general imágenes borrosas de sí mismos y al promover dichas imágenes de su propia complejidad, hacen uso del sentido. De ello se derivan dos consecuencias fundamentales:

a) los dos lados de la forma del sentido son realidad y posibilidad – o actualidad y potencialidad usando la terminología de Husserl (33). Esto es así porque siempre existen más posibilidades de las que pueden actualizarse, por lo que cada actualización de sentido le allana el camino a otras posibilidades. De este modo, la selectividad (en medio de la contingencia) se convierte en un imperativo inevitable. Esta es la forma de la autopoiesis, que en el caso de las autodescripciones de los sistemas funcionales asume siempre caracteres indexicales y en el caso de los sistemas de interacción constituyen el fundamento mismo de su autopoiesis. A nuestro entender, para los sistemas de interacción, no existe ninguna posibilidad de observar la unidad de la diferencia entre realidad y posibilidad - el contexto significativo (sinnhaft) en uso - sino sustentándose en la autopoiesis indexical y operando con ella. No obstante, los sistemas de interacción usan prácticamente el sentido (aún cuando algo siempre puede ser observado como "sin-sentido"), pero no tienen necesidad de "querer poder" observarlo. Estrictamente hablando, tampoco la observación de segundo puede observarlo. Esto convierte el sentido como herramienta de reducción de complejidad, en una categoría innegable, pero al mismo tiempo inobservable.

b) en un sistema existe hipercomplejidad cuando la complejidad de su propia observación también forma parte de la complejidad sistémica. Esta es la consecuencia de la observación de segundo orden, que la modernidad aparentemente institucionaliza (34). En este mismo sentido, hay que tener en cuenta que la complejidad del entorno no puede ser determinada por el sistema, ella genera sus propias formas de incertidumbre, de allí que la complejidad del entorno sea siempre mayor a la del sistema (35). Los sistemas sociales, tal como los sistemas psíquicos, se reproducen en el medio sentido, pero se trata de sistemas ecológicamente diferentes. El medio sentido opera en los sistemas psíquicos en la conciencia, y en los sistemas sociales en la comunicación. El acoplamiento estructural entre ambos, significa que la conciencia puede perturbar a la comunicación, pero las operaciones de percepción que ejecuta, no las puede comunicar por sí misma. A su vez, la comunicación puede irritar a la conciencia, pero jamás condicionarla (36).

Cuando los sistemas de interacción se complejizan y no todas sus comunicaciones pueden ser conectadas, ponen en uso alternativas significativas de reducción de complejidad altamente creativas e insólitas, que posibilitan la continuidad de la comunicación. Algunas de estas alternativas son: la vaguedad recursiva, la indiferencia, los cambios de tema, la introducción de formas comunicativas mayores como las historias, la relevancia condicionada (37), etc. A la inversa, en los sistemas de interacción cuando se quiere "sanear" la indexicalidad de las expresiones conversacionales, el sistema se descompone. En cualquier caso, los sistemas de interacción asientan sus propias complejidades, por lo que los sistemas funcionales de la sociedad no establece ni pueden inducir complejidades externas en los sistemas de interacción, los sistemas de interacción se resisten a ser "colonizados", con lo que se contradice la hipótesis central de la teoría de la acción comunicativa de Habermas (38). Que los sistemas de interacción "realicen" a la sociedad, significa que el acoplamiento de los sistemas de interacción al sistema de la sociedad, se realiza por vías distintas y diferenciadas, como veremos más adelante.

3. El Fenómeno Inextirpable de la Indexicalidad

Para recalcar el subject matter (u objeto) de la EM, Harold Garfinkel, su fundador, se remite en muchos de sus trabajos a una propiedad particular de las acciones práctico-cotidianas de los sistemas de interacción y procura situarla en el centro de su interés. Se trata del fenómeno de la contextualidad de las expresiones comunicacionales (39).

Cualquier expresión, hablada o no, se realiza en un contexto específico; es decir, se ejecuta en un lugar determinado, en un tiempo delimitado, bajo condiciones externas existentes, es producida por una persona determinada y está destinada a otra persona o a un grupo de personas. Además, existen una serie de expresiones y elementos lingüísticos que se remiten de manera directa o indirecta a la situación misma en la que la expresión se realiza. Así por ejemplo, los adverbios de lugar (aquí, acá, allá, etc.) y de tiempo (ahora, ayer, etc.) los prenombres personales y los posesivos (yo, tu, nosotros; mío, tuyo, nuestros vuestro, etc.) así como también los pronombres demostrativos (esto, aquello, etc.) y los artículos definidos, fungen como medios situacionales de referencia. Siempre cuando un hablante se sirve de estos medios, el interlocutor está obligado a echar mano al contexto pragmático de la situación del habla para poder localizar los objetos de referencia, para poder constatar el contenido significativo de las expresiones o para poder comprobar el contenido de una sentencia.

Estos medios de referencia situacionales no tienen un sustrato empírico directo al cual se pueda recurrir, son en sí significativamente vacíos y adoptan contenido y significación únicamente en el contexto y en el momento de su ejecución, en el cual indican hacia un objeto determinado, el que a su vez muestran y/o identifican. Por su carácter indicativo, dichas expresiones son descritas por la pragmática como elementos deícticos y son discutidos bajo la categoría de la deixis (40). En lo que sigue, se hablará en aproximación a Garfinkel, de "indexical expressions" o expresiones indexicales. Queremos formular la siguiente pregunta: ¿Cuál es el significado central de este fenómeno del uso práctico del lenguaje que llamamos indexicalidad, para la los sistemas de interacción?

Garfinkel no se refiere a las expresiones indexicales en el sentido restringido del término. En su opinión, esta forma referencial del uso del lenguaje pone de manifiesto que las expresiones de los seres humanos en su totalidad, siempre se encuentran acopladas a los contextos específicos en los que se producen. De esta manera, una expresión lexical cualquiera asume un carácter indexical en el momento es que es empleada comunicacionalmente, pues lo que un hablante quiere decir con tal o cual expresión es únicamente comprensible recurriendo a las condiciones contextuales de ese uso particular (y no de otro, el que se excluye y no se actualiza).

De esta manera, la tercera distinción selectiva de la comunicación, según la teoría de la comunicación de Luhmann, la comprensión, sólo puede realizarse bajo estas condiciones altamente restrictivas. En otras palabras, en los sistemas de interacción sólo se puede distinguir entre información y forma de comunicar, si el contexto en uso se hace "disponible" (accountable) Esto es valido tanto para el observador de primer orden como para la observación de segundo orden (41). Esto convierte además a la indexicalidad del uso práctico del lenguaje en una propiedad innegable y prácticamente inextirpable, tal como lo es el sentido para el CSO. Más claramente aún: si cualquier intento de negación de sentido presupone al sentido (el no-sentido) por lo que no puede haber algo que no tenga sentido (42), cualquier tentativa o estrategia de refutar la indexicalidad o de "curarla", al ser comunicada usando expresiones indexicales, vuelve a ser indexical (43).

Una aplicación adicional del fenómeno de la contextualidad de las acciones comunicativas resulta finalmente de la posibilidad de incorporar elementos extraverbales a la comunicación. En este sentido hay ciertos gestos, reacciones mímicas, posiciones del cuerpo, indicaciones corporales, órdenes ópticas, etc., que también son de naturaleza indexical porque para la determinación de su significado y sentido práctico es imprescindible la consideración de la situación contextual de la comunicación. Garfinkel denomina "indexical particulars" a cada una de las acciones individuales, verbales o no verbales, dotadas de indicaciones contextuales (44).

¿Qué significa entonces que nuestras expresiones comunicativas posean un carácter indexical? Esta pregunta conviene responderla preguntándonos de qué manera el sistema de la ciencia aborda el fenómeno de la indexicalidad. Resulta más que claro que una frase ejecutada en una situación X tiene otro significado en una situación Z; por lo tanto esa frase es verdadera cuando una persona A la ejecuta en X (pero no en Z), o es verdadera cuando la ejecuta en Z (pero no en X), por lo tanto sería falsa en los casos (Z) y (X), pero diacrónicamente. Por consiguiente, estas expresiones son altamente inapropiadas para ser sometidas a formalizaciones de cualquier tipo, porque pueden ser potencialmente usadas en muchísimos contextos, pero tienen significado sólo en el contexto en uso. Consecuentemente, para buena parte del sistema de la ciencia, la indexicalidad de una expresión es un permanente desagrado, un motivo de persistente irritación, debido a que pone en tela de juicio la posibilidad de obtener objetividad en el conocimiento. Por ello, el esfuerzo de reflexión metodológica que se impone en cada una de las disciplinas científicas tiene que proponerse excluir drástica y definitivamente esta molestia insoportable que trae consigo la indexicalidad o, como señala Garfinkel, estos esfuerzos se proponen "sanear" la indexicalidad. Maturana habla en tal sentido de una pretenciosa objetividad "sin paréntesis", cuyas explicaciones suponen un acceso privilegiado a una realidad objetiva por parte de un observador que explica. "Este es el camino explicativo donde una pretensión de conocimiento es una declaración de obediencia" (45).

Todos los esfuerzos implicados en estas complejas estrategias metodológicas de inspiración objetivista, se fundamentan en la posibilidad de distinguir entre proposiciones indexicales y proposiciones objetivas. Las proposiciones objetivas se caracterizan porque de ellas se puede decidir o proponer su carácter veritativo, su objeto de referencia y su significado, sin que deba tenerse en cuenta o considerar al hablante ni tampoco al espacio y al tiempo en que se ejecuta; curiosamente, el observador "privilegiado" excluye con ello al observador de primer orden y se excluye también a sí mismo en su afán de objetivación, esto es muy común de observar en las encuestas de la sociología compuestas de preguntas estandarizadas – sin siquiera conocer al observador de primer orden (que responderá la encuesta), el sociólogo objetivista ya sabe lo que le tiene que preguntar. Estas expresiones deben ser independientes del contexto pragmático de la situación de uso en la que dichas expresiones se producen. En este sentido, la expresión "A debe cerrar la puerta (p1) en el tiempo t1", sería una expresión no indexical y por lo tanto objetiva. El procedimiento al que deben recurrir las ciencias exactas inspiradas implícitamente en este curioso "cartesianismo elemental" se sustenta entonces sobre la posibilidad de sustituir a las expresiones indexicales por proposiciones objetivas, las que además deben ser formalizables.

Sin embargo, al fin de cuentas y a pesar de los esfuerzos formales que en éstas metodologías se inviertan, estamos frente a un programa objetivista infructuoso, como argumenta Garfinkel. En efecto, todos los intentos por sustituir completamente a las expresiones indexicales por proposiciones objetivas tropiezan con la dificultad siguiente: en el proceso de sustitución obligadamente fluyen nuevamente expresiones indexicales, las que deben ser nuevamente reparadas. Esto hace que todos los programas de sustitución o de reparación se conviertan inevitablemente en paradójicos porque queriendo suprimir la indexicalidad, se la reproduce. Cualquier desparadojización conduce nuevamente a una nueva paradoja, de tal manera que por ello dichos programas debieran ser obligadamente infinitos.

Pero como estos programas, por razones puramente prácticas, no pueden ser llevados a sus últimas consecuencias y ser efectivamente perpetuos, se interrumpen y deben ser considerados como prácticamente exitosos. Quien proceda entonces a manifestar dudas respecto del éxito del programa e insista constantemente en sus objeciones demostrará con ello que pertenece al grupo de los insensatos, de los irrazonables, de los puristas o, entre sociólogos, se tratará de alguien que en lugar de ser científico social, mejor debió haberse dedicado a estudiar alguna disciplina "improductiva" como la filosofía. El núcleo gravitante de esta argumentación es el siguiente: la objetividad de las proposiciones científicas también tiene un carácter práctico. Más aún, el sistema de la ciencia para poder legitimar la finalización exitosa de sus estrategias metodológicas, recurre a menudo a los mismos etnométodos que los interactuantes ejecutan para generalizar ciertas "políticas de la realidad", como la declaración de locura, la exclusión degradante y la estigmatización (46).

Ahora bien ¿cuál es el significado del fenómeno de la indexicalidad para los agentes sociales, observadores de primer orden, que operan en los contextos de los sistemas de interacción? ¿Es para ellos también un motivo de zozobra, un fenómeno embarazoso o una circunstancia molesta? Del hecho que las expresiones comunicativas de la cotidianeidad sean indexicales, se desprenden consecuencias importantes en lo que respecta a la solución del problema de la apertura pragmática al futuro de las expresiones cotidianas, a saber "what to do next", pues la estructura indexical de las acciones prácticas transpone el imperativo de selectividad de los sistemas de interacción a un nivel diferente. En efecto, si hasta ahora en la sociología convencional había sido posible representarse el proceso de significación (o composición y asignación de sentido) como un procedimiento automático e indeliberado, en el cual se activan unidades de significación claramente delimitadas que provienen de un horizonte lexical culturalmente delineado, las que además se organizan gramáticamente y que representan semánticamente los componentes de la situación decisional, esta imagen ahora resulta ser claramente insuficiente.

Consecuentemente, para poder echar mano a la función selectiva del sentido en las decisiones entre alternativas de comunicación, antes que todo se debiera echar a andar el proceso decisional entre alternativas de significación (o asignación de sentido) No obstante, la indexicalidad permanente de lo que acontece conversando-comunicando, obliga a los que interactúan a remitirse permanentemente al contexto comunicativo en curso (y en constante transformación) y en uso, con la consecuencia que la decisión entre alternativas de selección significativas en los sistemas de interacción deban ser mantenidas necesariamente flotando. El destinatario de expresiones indexicales no dispone a priori del mismo conocimiento contextual que usa un hablante al hacer uso de expresiones indexicales, sin percatarse de ello y que presupone como conocidas. El hablante tampoco tiene por qué servirse de las mismas distinciones que su interlocutor(es) para ejecutar procesos de asignación de sentido (selecciones lexicales discriminantes), lo cual es también valido para quien las interpreta (47).

El conocimiento que cada uno de los interlocutores posee del contexto pragmático de la situación comunicativa, puede ser completamente disímil, y de hecho es habitualmente así. Esto tiene como consecuencia que si no se puede presuponer ni atribuir a los agentes sociales un consenso cognitivo que genere la necesidad de significados compartidos, entonces cualquier decodificación de componentes expresados indexicalmente debe arrojar resultados inciertos. Frente a esta constante situacional, los interactuantes-hablantes en los sistemas de interacción están prácticamente obligados a prescindir de cualquier asignación rígida o inamovible de sentido, si no quieren exponerse sistemáticamente a malos entendidos y decepciones. Con ello, sin embargo, parece configurarse una situación altamente paradójica e insalvable, porque a pesar de todo los interactuantes deben poner en práctica ciertas actividades de selección para dar respuesta a la cuestión de "que hacer ahora" o como dice la fórmula de W.I. Thomas, deben lograr poder definir la situación, pero además y al mismo tiempo deben mantener abiertas las diversas posibilidades de interpretación que se derivan de los elementos indexicales de una expresión para poder abrirse al futuro.

La cuestión es entonces, ¿cómo se hacen posibles las comunicaciones significativas indexicales sin destruir las alternativas de sentido?. Este "acuerdo mínimo" entre quienes interactúan y dan lugar a la realización interactiva (presencial y audiovisual) de la sociedad, ha sido descrito en detalle por Luhmann y su teorema de la doble contingencia, que aquí nos ocupa. Por su parte, Garfinkel sostiene que los procesos de comunicación en la cotidianeidad se caracterizan por poseer las siguientes propiedades estructurales:

a) El sentido de las expresiones habladas (y de las no habladas) en constelaciones socialmente organizadas, es vago e incierto. Produce opacidad, pero sólo así satisface.

b) La vaguedad y el carácter elíptico y recursivo de las expresiones cotidianas no son considerados como errores, sino que son constitutivos para el uso adecuado y situacional del lenguaje cotidiano.

c) Los comunicantes confían en que el otro comprenderá lo que se quiere decir con una expresión y que lo que el mismo momentáneamente no entendió tiene sentido a pesar de todo, lo que podría esclarecer (o simplemente pasar por alto u olvidar) en el curso de la conversación.

La vaguedad que debiera producir incertidumbre es entonces un elemento constitutivo de la fabricación de la confianza en la interacción humana, y es fundamental para la reproducción de las observaciones de primer orden. Procurando deliberadamente exponer la descripción anterior de manera provocativa e irritante: la EM sostiene que en los sucesos de interacción acontecidos en el lenguaje mundano de la cotidianeidad, la certeza estructural del sentido de las expresiones es una condición constitutiva para la certeza de sentido y por lo tanto, también para la experiencia y la acción significativas.

Esta conclusión aparentemente sorprendente, no es privativa de la reflexión de la EM. En efecto, una tradición completamente distinta como la segunda filosofía de Ludwig Wittgenstein, sostiene que esta relación aparentemente paradójica entre irresolución y certeza tiene una solución práctico-recursiva en sí misma porque si "donde hay sentido debe haber completo orden... Entonces también tiene que haber orden completo en la frase más vaga" (48). A lo que Spencer Brown agrega: "Distinction is perfect continence. That is to say, a distinction is draw by arranging a boundary with separate sides so that a point on one side cannot reach the other side without crossing the boundary" (49). De manera que tal como la vaguedad cataliza sentido y produce comunicación, la distinción que se ejecute, dé o no lugar a la forma, es continencia perfecta.

Por tanto, sólo en el marco de una compresión chata y limitada que desatienda la inmensa heterogeneidad y temporalización de los sistemas de interacción, que se sustente sobre premisas de univocidad, completitud y objetividad en las expresiones de los hablantes, pueden aparecer dichas propiedades de la comunicación cotidiana como limitadas o deficitarias. Garfinkel procura poner de manifiesto esta "vaguedad esencial" de la comunicación cotidiana de una manera bien poco convencional. El y sus alumnos pusieron en escena una serie de "experimentos de demostración" o también llamados "experimentos de crisis", cuyo principio consiste en que sorpresivamente y sin que el interlocutor o los interlocutores tengan previo conocimiento, se trate obstinadamente de "sanear" las expresiones indexicales tratando de explicarlas hasta sus últimas consecuencias y tratando deliberadamente de convertirlas en "objetivas" o exigiendo precisión exacta del interlocutor en lugar de aceptar la vaguedad de sus expresiones cotidianas y pidiendo progresivamente más y más precisiones.

Caso 1:

Un probante (V) le cuenta a un experimentador (E) que en el día de ayer pinchó un neumático.

V: Pinché un neumático.

E: ¿Que quieres decir con que "pinchaste un neumático"?

V: (sorprendido al principio, luego visiblemente irritado) ¿Qué quieres decir con "que quieres decir"?. Un neumático pinchado es una neumático pinchado. Eso es todo, idiota. Nada especial. Que pregunta más ridícula

Caso 2:

El probante está feliz.

P: ¿Cómo estás?

E: ¿Cómo estoy con relación a qué? ¿De salud, en las finanzas, en la Universidad, espiritualmente, respecto de...?

P: (enrojecido y fuera de control) Mira, yo lo que quería era ser amable, sinceramente me importa un pito como estás ¿Oíste ridículo?

El resultado esperado de estos extraños experimentos consistía en que los interlocutores de la comunicación convertidos en probantes, sin saberlo, se sintieran desorientados y confundidos y que trataran de reordenar la situación original tratando al experimentador de pedante, desubicado y ridículo y que pusieran fin a la comunicación. Precisamente en la imposibilidad de sostener en el tiempo una comunicación tratando de curar la indexicalidad y la vaguedad de las expresiones cotidianas como una condición de la compresión mundana, se pone de manifiesto su condición constitutiva. El test controlado destinado a hacer que el orden de la interacción se quiebre, hace que salgan a flote las propiedades estructurales que le dan sustento a este orden.

El fenómeno de la inexicalidad es un problema en primer lugar para los científicos convencionales, porque no concuerda con sus postulados de objetividad. Pero en la vida social nos comunicamos sólo mediante expresiones indexicales y generamos situaciones singularmente anómicas cuando insistimos en imponer estándares científicos a la comunicación, catalizando rechazo y bloqueando las posibilidades de configuración de sistemas de interacción. Puede ser que las expresiones indexicales aparezcan como limitadas desde el punto de vista científico, pero en la medida en que posibilitan la comprensión cotidiana en los sistemas de interacción, son fundamentales para la articulación de la única operación genuinamente social de los sistemas de interacción, la comunicación.

4. El Ordenamiento Práctico de los Sistemas de Interacción

Uno de los temas centrales del CSO, es la de la descripción de los límites del sistema. Los sistemas tienen limites. Los límites desempeñan la función de separación y unificación entre el sistema y el entorno. Mediante los limites, los sistemas pueden cerrarse y abrirse, separando las interdependencias internas de las interdependencias entre sistema y entorno; los límites son resultados evolutivos. Particularmente los sistemas dotados de cierre operativo, presuponen límites. La existencia de los límites es el requisito más importante de la diferenciación de los sistemas. Esto es particularmente valido para los sistemas de interacción; la obra de Goffmann, por ejemplo, aborda la necesidad de los sistemas de copresencia espacio-temporal, de "llevar consigo a sus propios entornos", de "mantener la cara y la apariencia", en fin, de afrontar unas formas particulares de identidad sin las cuales la sociedad no dispondría de "pasillos" que ayuden a distinguir a los sistemas de interacción (50). Cuando se configuran interactivamente los hilos del habla y se echa a andar la "mecánica" del cambio de hablante y se reproduce, el sistema de interacción produce sus propios límites, que lo distinguen del entorno (que pueden ser otros sistemas de interacción), por lo que la especificidad de sus estructuras es única a irrepetible (51).

Ahora bien, otra de las propiedades de los sistemas de interacción es su potencial permeabilidad. El carácter permeable de estos sistemas explica su fluidez temporalizada. No obstante, a medida que los sistemas de interacción abandonan la alta contingencia e imprevisibilidad de las "conversaciones libres de esparcimiento" y se acoplan a los sistemas funcionales, la permeabilidad disminuye significativamente, los turnos del habla se rigidizan y los sistemas se "someten" a los programas especializados de cada uno de los sistemas parciales. Las conversaciones de esparcimiento pasan a formar parte de los "espacios posteriores" (52) y cumplen una función de relajamiento de los hilos rígidos del habla. De hecho, los sistemas de interacción funcionalmente acoplados, por su limitada permeabilidad, son menos frágiles y dependen más de los roles que los interactuantes construyan y estabilicen.

En este mismo sentido, la distinción sistema/complejidad es fundamental para el CSO, en particular en el análisis de los sistemas complejos, resultantes de observaciones de segundo orden. El sistema de la sociedad que no pueda hacer distinciones entre estos dos conceptos, por señalar sólo un ejemplo, no puede acceder a los problemas de la ecología, porque ellos dicen relación con una complejidad no necesariamente sistémica, ya que no está regulada por la diferencia sistema/entorno. La ecología no es un sistema autorreferencial sino que es un sistema producido por observación (53), y es, por lo tanto, un entorno observado. No todos los sistemas de interacción usan esta distinción sistema/complejidad, sobre todo los que prescinden de autodescripciones detalladas, pero los sistemas de interacción más sofisticados y ambiciosos como los de la intimidad, se autoobligan a reintroducir imágenes suyas desde la autoobservación y la del entorno como la unidad de una diferencia (54).

El tema de la autorreferencia es uno de los fundamentales en este sentido. El hecho de que la ciencia haya abandonado la referencia al sujeto para configurar la tematización de la autorreferencia significa que en el mundo real hay sistemas que son descritos por otros sistemas (55). El concepto de autorreferencia designa la unidad constitutiva del sistema consigo mismo, es decir, independientemente del ángulo de observación de otros, por lo tanto, cuando a la observación de la autorreferencia excluye la heterorrefrencia, el sistema bloquea sus propias posibilidades de autoobservavión y se convierte en autista.

La unidad autorreferencia/heteroreferencia sólo puede realizarse mediante una operación de relación, y esta operación no es otra que el trazado de una distinción: la unidad tiene que efectuarse, y sólo se logra con la distinción por lo que nace de ella (56). La referencia dice relación con aquello que es propio y se vuelve paradójica cuando se añade la posibilidad de la negación. Cuando no se puede distinguir entre ambas, surgen las paradojas. Paradójico es lo no determinable, si se mantienen las paradojas, se pierde la capacidad de enlace a más operaciones, si las paradojas persisten, los sistemas se inmovilizan. La autorreferencialidad no es negativa, pero sí lo es si impide la capacidad de enlace, es decir, cuando el sistema se conforma con sus propias paradojas, las pasa por alto y no las usa recursivamente. Por ello, los sistemas complejos que operan autorreferencialmente sólo pueden tornarse complejos si logran desparadojizarse. Hilando un poco más fino, podríamos señalar que los sistemas se debaten entre al autismo y la desparadojización de sus propias paradojas.

No obstante, los sistemas de interacción están menos amenazados por la inmovilidad por paradojización, ya que por su plasticidad y permeabilidad, pueden usar metódicamente técnicas de indiferencia y sobreentendimiento para configurar el tramado heteronómico de sus comunicaciones. Además, la alta temporalización de los sistemas de interacción y la fugacidad de sus eventos, les permite huir de la complejidad inclusive desintegrándose. Si el hecho que ciertos sistemas de interacción se desentiendan de la desparadojización, aminorando su relevancia y dando lugar a un aumento de la relevancia de los medios de comunicación que operan disociados de la interacción para que asuman sin contrapeso la autodescripción de la sociedad, es una pregunta que no podemos responder aquí.

Todos los sistemas autoreferenciales operan por autocontacto, no hay otra relación con su entorno que esta. Ahora bien, en lo que respecta a su organización autorreferencial, estos sistemas son cerrados. Los sistemas sociales de interacción no tienen por qué hacer referencia a una conciencia. En este contexto nace el concepto de autopoiesis. La autopoiesis no significa que en el entorno no existan operaciones similares o idénticas a las que el sistema realiza, pero no lo sabemos de antemano. Particularmente, en el caso de los sistemas de interacción, hay que recalcar que no existe ninguna comunicación fuera del sistema de comunicación de la sociedad. Pero ellos son componentes operativos sui generis e imprescindibles de la autopoiesis de la sociedad.

El uso de la autopoiesis es fundamental para cualquier operación por autocontacto y tiene consecuencias fundamentales para la caracterización del conocimiento: cualquier observación de los elementos que componen un sistema y que fungen como unidad, debe atenerse a los esquemas de la diferencia que permiten establecer aquello que es diferencia y lo que es unidad; esto es algo que se logra en cada observación (distinción) que utilice un esquema de distinciones en el que la unidad de la diferencia esté en el sistema observante y no en el observado, lo que obviamente no excluye la autoobservación. Por ello, el problema no está en la repetición de acciones sino en la capacidad de enlace autopoiético. En los sistemas de interacción, las repeticiones deben excluirse porque en principio no conectan nada, no producen sorpresa, entretenimiento ni novedad. Sin embargo, uno de los recursos que los interactuantes usan para obtener atención y aumentar las posibilidades de aceptación de la comunicación, es precisamente la reiteración deliberada, que se usa como catalizador para que la comunicación continúe.

Si los sistemas autopoiéticos renuncian a la posibilidad del control unilateral, son sistemas acéntricos respecto de su control, esto se pone de manifiesto con especial claridad en los sistemas de interacción: la "maquinaria" de la toma y el uso de los turnos en las conversaciones elimina de por sí cualquier centralidad, pero genera alternativamente secuencias de turnos sustentadas en el siguiente principio: cuando un hablante termina de hablar, se abre contingentemente la posibilidad para que el turno se recambie. Por lo que ninguna parte del sistema (ningún hablante que sea escuchado) puede controlar a otra sin ser a su vez controlada; en otras palabras, nadie puede observar sin ser observado. Los problemas del control pueden ser resueltos mediante la acentuación de la autoobservación del sistema, haciendo reentrar la imagen de la unidad de su diferencia en la comunicación, pero nunca de forma definitiva. La observación no es otra cosa que un manejo de distinciones. Solo en el caso de los sistemas psíquicos, esto se ejecuta por medio de la conciencia que piensa, lo que para los sistemas de interacción que se componen de comunicaciones indexicales contextualizadas, es completamente irrelevante.

En el caso de los sistemas parciales de la sociedad funcionalmente diferenciada, ellos recurren, primeramente, a la diferencia entre sistema y entorno en el sistema, que se constituye a través de la diferencia y se repite varias veces dando lugar a la diferenciación de la sociedad (57). Por ello, mientras los sistemas psíquicos sólo pueden temporalizarse, los sistemas sociales tienen además la posibilidad de diferenciarse histórica y particularmente (58). Pero en el caso de los sistemas de interacción, hay por lo menos tres factores que bloquean su diferenciación: a) primero, su altísima temporalización y fugacidad; b) segundo, la velocidad extraordinaria en el procesamiento de las informaciones; c) tercero, el carácter imprevisible y contingente de la articulación de los hilos del habla (o, en otras palabras, la estrecha relación entre duración y secuencia). Si todos los sistemas sociales son sistemas que operan con complejidad temporalizada, esta propiedad pareciera ser especialmente significativa en los sistemas de interacción (59).

En este sentido, Gail Jefferson ha diseñado unas notaciones de trascripción que permiten reconstruir, mediante métodos de conservación registrada, con bastante fidelidad, cómo dijeron los hablantes lo que hablaron y, sobre todo, cómo hicieron para entenderse hablando de una manera particular (60). La experiencia de cualquier analista de conversaciones señala que la velocidad con que opera la "mecánica" de los cambios de turno es inimaginable hasta que uno no se confronta con las transcripciones surgidas de registros hablados de conversaciones.

El concepto de los sistemas autopoiéticos operativamente clausurados, como lo son los sistemas de interacción, no se opone a que los sistemas sean abiertos respecto de su entorno. Se trata de una cerradura operativa que produce una ampliación de los posibles contactos con el entorno, de un incremento de sus capacidades de contacto por autocontacto, con lo que aumenta la complejidad del entorno posible para el sistema, hace que los temas de conversación aumenten y sean novedosos y obligan, a su vez, a quien quiera comunicarlos conversacionalmente, a la ejecución de "preface" para evitar el ridículo de referirse a un tema que los demás interactuantes ya conocen.

Inclusive en sistemas de interacción acoplados al sistema del trabajo social deben ponerse en marcha por lo menos dos "prefacios", uno que comienza con los rituales de saludo y el intercambio de vaguedades ("que tiempo horrible el de ayer", "que caras que están las cosas") y un segundo de abordaje de la conversación acoplada al programa respectivo ("Bueno, entonces vamos al grano", "¿qué le parece si ahora hablamos de su situación?"). Además, en la mayor parte de las conversaciones acopladas a programas específicos, uno de los interactuantes opera como "partidor" (como con los tubos fluorescentes); es el que echa a andar la conversación y la da por iniciada (61).

Un elemento importante en la tematización de los sistemas autopoiéticos de interacción es la consideración del nivel operativo. Al nivel de los elementos, esto significa que la autorreferencia, hace que ellos se entrelacen entre sí. Pero esto no significa que el hombre sea un sistema, a pesar de ser algo que aparece como una unidad. El ser humano no es ni siquiera capaz de observar por sí mismo lo que sucede dentro de él. Su sistema psíquico no tiene acceso a la vida, requiere siempre de las irritaciones para llamar la atención y de observaciones de segundo orden para acceder a la autopoiesis de su propio sistema orgánico. Por ello es que los sistemas de interacción se componen sólo de comunicación "lenguajeada", lo que suceda en las conciencias de los interactuantes, es irrelevante mientras no se comunique (62).

5. Todo Podría Ser de Otro Modo

Muchas de las observaciones formuladas al CSO se refieren a su carácter circular. La circularidad de la argumentación sistémica parece referirse a una tendencia a la tautologización, que comprometería la existencia misma de los sistemas. Una posible solución al riesgo de tautologización es la observación de los sistemas por otros sistemas, en particular la observación de los sistemas sociales en general y de los sistemas de interacción en particular mediante el sistema de observación de la sociología, sería la formulación del llamado teorema de la doble contingencia.

La aseveración del CSO respecto de que hay sistemas, de que los sistemas procesan sentido y que los sistemas están dotados de complejidad, formula la pregunta respecto del origen de los sistemas. ¿De donde vienen y cómo se configuran? La construcción sistémica puede ser una solución para el problema de la complejidad, pero por este camino de las soluciones circulares, la teoría de sistemas se convierte progresivamente en tautológica. La construcción sistémica es el principio. Pero, ¿cómo es que puede ser plausible este principio?

Para que se pueda hablar de sistema se necesitan por lo menos dos complejos de perspectivas divergentes hablantes que de algún modo converjan para que algo pueda ser fungido como unidad en la diferencia. Esto ha sido tratado bajo el teorema de la doble contingencia, al que nos vamos a referir ahora.

El tema de la doble contingencia se refiere al núcleo del orden social y es uno de los fundamentales en la teoría de la sociedad que desarrolla Luhmann desde el CSO (63), en aproximación y crítica a Parsons. Desde la teoría de la acción social, Parsons trató de encontrar un fundamento no-normativo para la configuración de los orígenes del orden social, él fue quien acuñó el concepto de doble contingencia para indicar lo siguiente:

- que las gratificaciones de ego son contingentes en su selección, por lo cual

- la reacción de alter será contingente en la selección de ego y resultará de una selección complementaria por parte de alter (64).

De esta manera, lo que ego pone a disposición de alter en expectativas es contingente para alter y viceversa. El punto de partida de la argumentación de Parsons señala que ninguna acción es posible si alter hace depender sus actos de la orientación de ego y si ego simplemente conecta sus actos a los de alter, esto sería demasiado poco para hablar de acción social, y suficiente para confundir a los sistemas sociales con máquinas triviales.

No se trata, entonces, sólo de coordinar los intereses y las intenciones de los diferentes actores, sino que una condición para la acción es que los sistemas de expectativas se conecten por consenso (65). Para ello, Parsons supone que debe existir un sustento normativo que se alza sobre un consenso cognitivo implícito; esta es la condición indispensable para que exista acción. Con ello, se trasciende la teoría de la simple conformidad o de la de la coordinación que opera por la vía de la internalización. Los elementos de los sistemas de acción, las acciones, necesitan de una vinculación (interna y externa) que las haga plausibles y continuables. Y para ello, este consenso implícito dentro de la orientación normativa se plasma en la existencia de un sistema de símbolos compartidos, de inspiración normativa que opera como un código de las acciones constitutivas de los sistemas de acción. Con ello, la teoría de la acción social se vincula a las llamadas teorías de la cultura: en toda situación generadora de acción están presentes sedimentos de la cultura común de los actores, que remite a la herencia cultural, al pasado, por lo que el tema de la actualización del sistema de símbolos comunes atañe a la socialización de los individuos, los que internalizan dichos sedimentos culturales. La actualización de las expectativas orientadas al sistema simbólico común es temporalizada de tal manera que entre ego y alter se desenvuelve una especie de acercamiento cuidadoso, que contribuye a disminuir la contingencia positiva o negativamente. Este es el fundamento más acabado y preciso que ha producido el paradigma normativo en la sociología (66), en el que a pesar del carácter complejo de la coordinación de las expectativas de los actores, se espera que la definición de la situación temporalizada obedezca a parámetros comunes e institucionalizados. Si no es así, entonces se habla de desviaciones al sistema institucionalizado de disposiciones de necesidad (67).

Todo esto, así Luhmann, es plausible de subsumir bajo el principio del comando por ruido (68), según el cual dos (o más) sistemas observadores son capaces de procesar los ruidos, los que articulados en accounts o "explicaciones prácticas", según la EM, o como resonancias codificables y decodificables a condición de que ambos interactuantes se observen recíprocamente como entornos. A diferencia de Parsons, el problema de la doble contingencia que se formula como la pregunta respecto de la constitución del orden social, no necesita, según Luhmann y Garfinkel, del consenso de valores que se presuponga como preestablecido y que de lugar a pautas estructuradas normativamente. Es el sistema en curso el que va generando (inventando) el consenso de valores (o no) o más bien la diferencia que hace que parezca unidad, en medio de una persistente difusidad, y si no existe se inventa un consenso aparente y sobreentendido, manteniendo metódicamente mediante la vaguedad del uso práctico e indexical del lenguaje, a las expectativas flotando, permeables y haciendo "como si" no necesitasen ser explicadas (69). Para ello, la vaguedad inherente del uso del lenguaje adherida a la posibilidad de actualizar "inferencias débiles", son factores particularmente apropiados para producir confianza sobreentendida.

Hay que destacar que la condición de posibilidad de la doble contingencia, es la plausibilidad de la interacción; dicho de otra manera, se trata de las condiciones de posibilidad de un sistema de interacción. La constatación anterior se puede exagerar argumentando que la sociedad es sólo interacción (como lo hace el interaccionismo simbólico) (70) y que su complejidad puede ser entendida desde la interacción, lo cual constituye una gigantesca ingenuidad; o se puede minimizar la interacción argumentando que los sistemas de interacción sólo son residuos de estructuras mayores.

Respecto del carácter "constructivo" de cualquier acuerdo (si es que existe), habría que agregar que éste obedece a la preexistencia de una diferencia, de una distinción que hace que dos procesadores de información coincidan, por su cuenta, en imaginarse que marcan un lado y no el otro de la distinción, y que ambos lados de la distinción (el marked state y el unmarked state) se puedan observar como las unidades en la diferencia (71). Esta última posibilidad es lo que caracteriza a la observación de segundo orden, y su razón de ser.

Esta selectividad temática de las observaciones conversadas de primer orden, puede ser, sin embargo, en extremo fluctuante. En los sistemas de interacción se puede saltar de un tema a otro, se pueden intercalar secuencias inicializantes, se pueden incluir secuencias apareadas (como insulto/contrainsulto, pregunta/respuesta, propuesta/aceptación-rechazo), etc. Por ello, si tomamos en serio el principio de la imposibilidad del no-sentido y la incurabilidad de la indexicalidad, hay que partir de la base de que los sistemas autopoiéticos de interacción despliegan ordenamientos propios que imponen métodos de conservación y análisis adecuados, para que puedan ser observados. Queremos insistir en que sin entrelazar la observación de segundo orden a las observaciones de primer orden, no hay observación posible.

Por consiguiente, la temática de la doble contingencia debe ser extraída del contexto explicativo que la vincula a la existencia de sistemas preestablecidos de relacionabilidad y referencia, y situada en el centro de la teoría de sistemas que postula el CSO. Este camino de reflexión es el que sigue también la EM, al negar el carácter omnipotente que la sociología convencional le asigna a las normas que "manejarían" la interacción (72) y convertirían a los seres humanos en "estúpidos culturales" (73). Para ambas direcciones argumentativas, hablar de ego y alter en este sentido significa hablar desde la perspectiva de un potencial abierto de determinación de sentido que se manifiesta en la existencia de por lo menos dos horizontes de alternativas, las que se observan como tales.

El problema de la doble contingencia se plantea siempre que un sistema psíquico experimente sentido, pero se ejecuta sólo si se comunica y se convierte en una operación pública y social. Blumer habla desde el interaccionismo simbólico de autointeracción y autoindicación, pero descuida que ni siquiera sabríamos de ellas si no se "transformaran" en comunicaciones y en lenguaje, las que además no tendrían por qué coincidir necesariamente con las autointeracciones (74).

La "regla de transformación" elemental de las autoindicaciones (75) en unidades comunicativas consiste en ubicar reflexivamente en un contexto conversacional contingente en-construcción-interactiva, las expresiones indexicales adecuadas, para poder ser descritas y puestas a disposición (accountable) como competentes y racionales. Esta descripción algo esquelética, tiene que ser rellenada con contenidos. Por ello es que el teorema de la identidad de la EM, hasta ahora insuficientemente valorado, postula una identidad elemental entre lo que se está-haciendo y lo que se-describe que se hace. Esta identidad entre descripción y estar-haciendo, que se plasma en las secuencias de interconectividad de los accounts, realizan la autopoiesis indexical, la que para el observador de primer orden involucrado en ellas, es el punto ciego de su propia observación (76). Y el enganche central entre la argumentación y el trabajo empírico de la EM y el CSO.

Este fenómeno de la doble contingencia es el acompañante de toda vivencia, pero sin la necesidad de ser focalizada hasta que se produzca el encuentro (encounter) con otra persona, no hay posibilidad alguna de observarlo. Para que la doble contingencia cobre existencia temporalizada no es suficiente el simple encuentro, como en la desatención amable de Goffman, sino que es necesaria la experiencia recíproca de por lo menos dos sistemas psíquicos, como posibilidades abiertas indefinidamente y que de algún modo se quieran poner a salvo de la indeterminación precisamente produciendo indeterminación.

Alfred Schütz formula en tal sentido su conocida tesis de la reciprocidad de las perspectivas, según la cual los actuantes "harían como si" intercambiaran lugares y pusieran en sintonía sus propios sistemas de relevancia (77). La conclusión de todo este intrincado argumento es la siguiente: todo queda abierto entonces para ambos comunicantes-interactuantes y a pesar de la reciprocidad, los horizontes no se funden en uno solo, sino que siguen siendo por lo menos dos. Con ello, se confirma una vez más que la solución al problema de la intersubjetividad en medio de una supuesta intencionalidad en la comunicación, es imposible porque la intersubjetividad sencillamente no existe (78). No hay forma de saber si las selecciones de alter son (o no) congruentes con las selecciones de ego, ni desde la observación recíproca de los observadores de primer orden, y menos aún desde la observación de segundo orden, por lo que el segundo componente de la tesis de la reciprocidad de las perspectivas, a saber la congruencia de los sistemas de relevancias, se convierte también en un "como si", pero aún si lograse ser un fenómeno empírico, sería inobservable.

Si aquí el tema de la contingencia entra a jugar algún papel, esto significa que lo que alter y ego obtengan como observaciones recíprocas (pero no simétricas) es contingente y debe ubicarse entre lo que no es necesario ni imposible. Dicho de otra manera, contingente es por lo tanto aquello que no es ni lo uno ni lo otro. Este concepto designa sencillamente aquello dado pero a la luz de un posible estado diferente, en medio del cual los cambios potenciales en un horizonte de posibilidades abiertas reproducen una alta inseguridad (79). Ahora bien: ¿cómo es posible reducir esta inseguridad, para que el sistema no se inmovilice y pueda conectar las expresiones indexicales realizadas por alter con las que ejecute ego y así sucesivamente hasta que (metódicamente) se le ponga fin a la interacción? La respuesta de Garfinkel al respecto es insólita: esto se consigue precisamente si los hablantes se expresan vagamente y además con la atención suficiente, dándose por satisfechos con interpretaciones tentativas, justamente evitando precisar los contenidos de los significados y sabiendo, sin embargo, de lo que están hablando. Para ello, la vaguedad intrínseca del lenguaje que constatara Wittgenstein, sería la herramienta básica para posibilitar la ejecución práctica de la doble contingencia (80).

Por un lado, se presupone un mundo dado pero que no designa lo posible sino aquello que puede ser distinto, de manera tentativa. La contingencia es entonces la primera y la ultima posibilidad de lo posible. Esto es especialmente observable en los sistemas de interacción: el candidato a novio que después del quinto fracaso diseña una nueva estrategia de conquista, difícilmente puede estar seguro del éxito de su empresa; quien se aventure al tráfico vehicular en una metrópolis del siglo XXI, puede que adquiera la seguridad de arribar a casa, pero no puede asegurarlo absolutamente. Las semánticas de la contingencia en los sistemas sociales, incluyendo a los sistemas de interacción, se abren con ello al futuro, pero "no excluyen que todo lo que se ha aceptado en cada momento también podría ser de otro modo y ser redefinido mediante comunicación" (81), es decir teniendo que mantener las expectativas flotando.

Goffman se ha dedicado a estudiar las restricciones a las que están sometidas las interacciones por "los territorios del yo", en especial por las llamadas "modalidades de infracción". Una de ellas son "los desechos corporales, que se deben estudiar conforme a cuatro agentes distintos de ensuciamiento…Los excrementos corporales que contaminan el contacto directo: escupos, mocos, sudor, partículas de comida, semen, vómitos, orina y materia fecal (…). En segundo lugar vienen los olores, de los que forman parte el flato, el mal aliento y los olores corporales (…). En tercer lugar, existe un factor menor, el calor corporal, que se halla, por ejemplo, en las sábanas de los hoteles de cuarta, en los asientos de los retretes públicos (…). Por último, el más etéreo de todos ellos, las señales dejadas por el cuerpo en las que cabe imaginar que quedan algunos desechos corporales, como, por ejemplo, en los restos que quedan en los platos" (82). Todas estas condiciones restrictivas deben ser consideradas por el AC tanto como contextualidades propicias para la ejecución de sistemas de interacción, o bien como bloqueadores que dificultan la comunicación. En ningún caso corresponde preenjuiciar estas modalidades de infracción y menos aún estigmatizarlas. Por razones de espacio, no podemos profundizar este tema (83).

Al igual que la EM, Luhmann abandona la postura normativa del esquema parsoniano, y emprende una solución que se define como un intento de fusionar a la fenomenología (de Husserl) con el CSO, se trata de combinar el análisis del sentido y sus condiciones de constitución en la conciencia yoica (Husserl) con el análisis de la distinción sistema/entorno, efectuado dos operaciones básicas:

a) considerando que la distinción actualidad/potencialidad equivale al sentido como herramienta de reducción de complejidad que produce una imagen (redundante) de la infinitud de la complejidad del entorno y

b) formulando la distinción operación/observación en la forma de un código binario, propio de los sistemas de interacción: presencia/ausencia (84).

Los programas que compensan la pobreza fenoménica del código binariamente estructurado presencia/ausencia, están compuestos por la enorme diversidad de los temas interactivamente conversados. Los programas-temas de los sistemas de interacción pueden ser:

a) Programas condicionales (realizan condiciones contextuales) en el caso de la llamada comunicación del esparcimiento, que no establece turnos del habla predeterminados, o

b) Programas de objetivo en el caso de las interacciones-conversaciones altamente institucionalizadas (como los exámenes o los juicios orales o las sesiones psicoanalíticas), en las cuales la secuencia de los turnos y la articulación de los hilos del habla está predeterminada de antemano (85).

Para entender así las cosas hay que alejarse del tratamiento tradicional que intenta resolver el problema de la doble contingencia mediante términos como la interacción en sí misma (en el interaccionismo simbólico), el reflejo (como en el conductismo o el estructuralismo) o la reciprocidad de las perspectivas (como en la fenomenología constitutiva de actitud natural) También la idea de que este es un problema que resuelven sujetos, es inadecuada, porque no considera la autoselectividad de las perspectivas y la impenetrabilidad del otro como individualidad pensante. En este punto, si la sociología inspirada en el pensamiento ilustrado se remite al sujeto, lo que ha hecho hasta ahora es reducirlo a una retórica sujetológica improductiva (86).

Desde el punto de vista de la diferencia entre sistema y entorno, es necesario recalcar la distinción entre los sistemas psíquicos y los sistemas sociales. Para poner en marcha la comunicación, las situaciones de doble contingencia necesitan un mínimo de expectativas y de observación mutua, determinadas estructuralmente por la posibilidad del uso del lenguaje. Estas condiciones están lo suficientemente marcadas en los sistemas de interacción, por lo que no es necesario abstraerse más allá de la cuenta en su formulación. Los participantes no pueden comprenderse entre sí totalmente, primero porque las observaciones que ejecutan del otro son parcialmente ciegas y porque los sistemas psíquicos de los sistemas observadores son impenetrables. Se plantea entonces la pregunta siguiente: ¿hasta que punto los interlocutores deben ser capaces de entenderse para poder comunicarse?

En este sentido, Luhmann llama personas a los sistemas psíquicos que son observados por otros sistemas psíquicos o sociales: la forma persona sería entonces el resultado de la observación de un sistema por otro (87). Las formas persona que sean observadas por sistemas psíquicos son inobservables, pero la observación de las formas-personas por los sistemas sociales son decisivas para distinguir entre quien es tratado como persona y pueda ser interlocutor de la comunicación conversada, y quien no. Esta distinción es fundamental tanto para las operaciones de los sistemas funcionales parciales de la sociedad como en los sistemas de interacción, porque dan lugar a la forma inclusión/exclusión, el supercódigo que cruza a todo el sistema de la sociedad (88).

En este mismo sentido, la EM habla de "miembro" como la resultante de la observación de los sistemas que se observan distinguiendo, con lo que se transpone la observación de personas a la descripción de lo-que-hacen, lo que no es idéntico con lo que piensan pero concomitante con lo que describen (teorema de la identidad de la EM)

Con mucho mayor precisión empírica que el CSO, la EM tematiza la diferencia entre la autopoiesis de los sistemas psíquicos y los sistemas de interacción de la siguiente manera: La EM recopila y describe-analiza una serie de prácticas en las cuales los miembros comunicadores en situaciones particulares comunican que piensan algo distinto de lo que dicen, aún usando muchas palabras para ello (89). Estas "explicaciones prácticas" o accounts, ponen en marcha la autopoiesis de los sistemas de interacción en forma de descripciones/instrucciones de percepción, ponen de manifiesto en la práctica, que las posibilidades del lenguaje como la forma del acoplamiento débil entre sistema psíquico y sistema social, pueden ser además observadas como maleables, permeables y vagas. La EM trata con indiferencia cualquier solipsismo que pierda el tiempo buscando "el fantasma dentro de la máquina" (Ryle), las motivaciones inconscientes (Freud), las actividades inconscientes del espíritu (Levi-Stauss), etc., y concentra la observación de segundo orden en lo que realmente se dijo, para explorar sistemática y restrictivamente los elementos de ordenamiento que los propios observadores construyen para comunicarse y configurar sistemas de interacción (90). Estos elementos de ordenamiento se fundamentan en las distinciones que los interactuantes-comunicantes ponen en uso, aún sin hacerlas explícitas o sin percatarse de ello. Todo este dominio de distinciones-indicaciones donde sólo asoman los lados marcados de las distinciones, pertenecen al ámbito de las observaciones de primer orden, en el que no hay formas, sino lados; específicamente únicamente lados cóncavos. Queremos insistir en esto: Siendo tan importantes e imprescindibles, las observaciones de primer orden no configuran formas.

Para configurar la forma de las conversaciones, el AC tiene que esperar hasta poder configurar los datos necesarios que permitan otorgarles valores, nombres y espacios al lado marcado de la distinción de la observación de primer orden, por lo que el observador de segundo orden (o analista de conversaciones) debe ubicarse en el lado no marcado de la distinción que observa. Nosotros entendemos a la indiferencia etnometodológica como la expulsión de la observación de todo lo que no sea la observación de primer orden, específicamente del lado marcado de las distinciones ajenas, para lo cual el observador de segundo orden se sitúa justamente en el otro lado, de tal manera que el lado marcado de su distinción propia se vacíe para entretejerse como el lado no marcado de la distinción ajena. Si el observador de segundo orden se situara justamente en el mismo lado marcado de la observación de primer orden, a la espera que la inspiración "endoempática" le ayude a observar tal como lo hacen los observadores de primer orden, no podría observar sino lo mismo que ellos (91).

Tanto en la observación y descripción protocolizada de los intercambios conversacionales de explicaciones prácticas, como en el concepto de sistema social del CSO, está incluido el observador, la perspectiva del observador y su centralidad en la construcción del mundo como pluricontextutral y contingente. Por otro lado, si dirigimos nuestra atención a los sistemas psíquicos que se organizan en torno al sentido, tanto para la EM como para el CSO, entre ellos mismos no hay transparencia ni calculabilidad, sino que necesariamente opacidad, son cajas negras, cada una de ellas determina su propia conducta por medio de operaciones autorreferenciales complejas dentro de sus propios límites. Cada una de ellas presupone lo mismo respecto de la otra, es decir su impenetrabilidad, pero permanecen siendo intransparentes entre sí.

Sin embargo, la opacidad de las cajas negras, por medio de simples suposiciones, de inferencias que a juicio de Harvey Sacks hacen que los interactuantes sean en realidad "Máquinas de hacer inferencias" (92), va generando certezas especulativas de la realidad, palos de ciego, tanteos, porque la suposición lleva a la suposición de la suposición en el alter ego. Los observadores permanecen separados, no se funden, no se comprenden mejor que antes. Pero se abre la posibilidad de generar un orden emergente. A este orden emergente se le denomina sistema social (93) en la expresión del CSO y ordenamiento social construido en la expresión de la EM (94).

¿Cuál es el fundamento de este orden emergente u ordenamiento social construido? Un sistema social no se sustenta sobre la base de que aquellos sistemas que realizan prácticamente la doble contingencia puedan reconocerse y pronosticarse entre sí, sino que todo lo contrario: no hay forma de pronosticar lo que sucederá con una interacción que se está-realizando. No existe ninguna certeza básica de su estado y por lo tanto tampoco es posible "ontologizar" a los sistemas con conceptos que abarquen todos sus estados, si ellos son precisamente indefinidos. Sólo se controlan las incertidumbres que resultan de ello, respecto de las observaciones de la propia conducta de los participantes, conducta que es siempre conversación interactiva. Las posibilidades de seguridad son limitadas, sólo se genera un frame que puede cobijar la producción autopoiética - o no – y como sabemos desde Goffman cualquier frame necesita de un key, para poder acceder a él (95). Se puede suponer que la absorción de la incertidumbre se da por la vía de la estabilización de las expectativas, no por la propia conducta: la conducta no escoge sin expectativas, pero a su vez, no hay expectativas que no se comuniquen, y la comunicación de las expectativas se realiza indexicalmente en conversaciones. Incluso más: en ocasiones, no se puede mostrar con el material empírico qué claridad poseen las expectativas, muchas veces se trata de incompletitudes, de trazados inconclusos, de frases que se interrumpen y quedan flotando y que a pesar de todo, son significativos para los interactuantes.

En estricto rigor, dos sistemas opacos son impenetrables y se exploran por autocontacto, pero la condición de posibilidad del autocontacto supone que los sistemas articulen lenguaje, se entreguen señales, se indiquen algo – y todo esto produce temporalidades, contextos que marcan el lado presencia de la distinción. Marcar el lado presencia es equivalente al uso práctico e indexical (contextual) del lenguaje – nada menos, y nada más. Tenemos que insistir en el la puesta en uso del lenguaje no se circunscribe únicamente a lo que se habla, sino a cómo se mira, qué gesticulaciones se realizan, si hay o no pausas de silencio interactivamente construidas, etc.

Por ello es que la forma persona designaría el hecho de que no se puede observar como se genera el que las expectativas ganen posibilidades en un sistema psíquico (96). E Inteligencia significa que no se puede observar cómo se genera el contacto consigo mismo - o lo que Blumer entiende por autoindicación. Todo debe ingresar en calidad de comunicación indexical al sistema social para que sea plausible: en realidad, se trata de una reconstrucción de la transparencia, pese a la complejidad no transparente. El intento de calcular al otro debe fracasar necesariamente. De hecho, las cajas negras generan blancura sólo sobre la base de tanteos, de suposiciones, de allí se genera una certeza mínima, puesto que la suposición lleva a la suposición del alter ego. En otras palabras, la indexicalidad de una explicación práctica produce otra y así sucesivamente. Si la inestabilidad es observada como un problema, hay mayores posibilidades para que se recurra al encuentro de soluciones. Como sabemos desde Marx, son los problemas los que autocatalizan a los sistemas sociales y los hacen moverse, no la "paz de los cementerios".

El sistema social no es tal debido a que aquellos sistemas que se encuentran en doble contingencia puedan pronosticarse mutuamente, sino que un sistema cobra existencia sobre la base de no existe ninguna certeza básica estable, así como tampoco comportamientos basados en ella. Lo único que se puede controlar son las incertidumbres y la absorción de las incertidumbres se estabiliza con la estabilización de las expectativas, no con la conducta: la conducta no se ejecuta sin expectativas. Queremos insistir en esto. Tal como en el hecho de que no hay expectativas fuera de la realización práctica de la autopoisis indexical. Y tal como la estabilización temporalizada de las expectativas es fundamental para la estabilización de estructuras, la frustración de las expectativas desmonta estructuras, por ejemplo, mediante los experimentos de quiebre de la EM (97), pero jamás fuera de la comunicación. Más adelante expondremos que la sobrevaloración de las expectativas (98) no invalida necesariamente el teorema de la doble contingencia de Luhmann, sino que lo conduce a un callejón sin salida.

Ahora bien, esta transparencia relativa que se logra con las estructuras se reintegra con la experiencia de la contingencia. Lo que se gana en estructura se compensa con la existencia de la cláusula de que todo podría ser de otro modo. La pregunta es entonces, ¿bajo qué diferencia se inicia un sistema construido con la base de la doble contingencia? La respuesta tradicional nos dice que el sustento de los sistemas es el interés personal del actor, sus objetivos, etc., pero el teorema de la doble contingencia nos lleva a una respuesta distinta: el sistema se pone en marcha desde la pregunta si el interlocutor aceptará o rechazará la comunicación. O, desde el punto de vista de la acción: si la comunicación lo beneficiará o lo perjudicará. Sólo en segundo lugar viene el tema del interés personal; ningún interés personal puede ser plausible sin haberse resuelto de una u otra manera la primera pregunta, es decir sin que la comunicación haya sido aceptada; no se genera ningún sistema social si no se actúa comunicacionalmente y reacciona positiva o negativamente a la comunicación. Esto es fundamental y la EM que dedica esfuerzos deliberados a develar las estructuras formales y los etnométodos mundanos que realizan comunicativamente la aceptación de la comunicación, por medio de la suspensión de la suspensión de la "actitud natural", no únicamente dejándose llevar por ella, como lo hace la fenomenología de la actitud natural. Recién entonces inicia su tarea deconstructiva y reconstructiva de las expectativas ocultas de la interacción, justamente cuando se desmorona los que se da por descontado en la actitud natural (99).

Nosotros queremos insistir en lo siguiente: el fundamento de la posibilidad de aceptación o de rechazo de la comunicación, opera única y exclusivamente porque las propiedades indexicales del uso práctico del lenguaje siempre permiten activar una versión positiva y otra negativa de lo que se dijo, sin que ambas versiones sean lógicamente excluyentes entre sí. Si esto tiene que ver o no con la articulación de expectativas, ya no pertenece al dominio del uso práctico e indexical del lenguaje, sino al dominio de las articulaciones significativas de las observaciones lenguajeadas. Por lo tanto, no hay ni puede existir ninguna expectativa que opere previamente a la comunicación. Dicho con mayor radicalidad: si un observador en virtud de sus propias percepciones y cogniciones le otorga sentido a ciertas expectativas específicas, todo esto pertenece al dominio de su sistema psíquico (clausurado en sus propios pensamientos), pero no puede ingresar al sistema social de comunicaciones sin el medio lenguaje. Esto significa además que el medio sentido opera en los sistemas psíquicos sin necesidad de lenguaje, por lo que es inobservable, mientras que en los sistemas sociales no puede prescindir de su uso práctico. Dicho aún con más radicalidad: las expectativas que no se comunican, no existen.

Arribamos a un punto donde nuevamente nos topamos con la distinción elemental y que guía a los sistemas sociales como ordenes emergentes: la ineludible distinción entre sistema y entorno. El teorema de la doble contingencia como realización práctica no tiene más pretensiones analíticas que romper con la visión de un mundo en orden, quiebra una apariencia de normalidad y es, en la teoría, una continuación de la reducción fenomenológica fundada por Husserl, con otros medios: descompone los fundamentos sobreentendidos y procura esclarecer emergencias donde todo parece libre de supuestos. La sugerencia metodológica es entonces: explorar este fenómeno con teorías capaces de declarar lo improbable como normal y donde, por lo tanto, lo normal es lo improbable. Lo que aquí se hace es negar la existencia de un punto arquimídico en la construcción de la sociedad y en este sentido, la EM y el CSO parecen ser hasta hermanos gemelos, "twin brodhers".

El fundamento de esta confluencia hasta ahora muy poco explorada, salta a la vista y fue formulada entre líneas por Luhmann en su última gran obra: "Una diferenciación de los sistemas sociales autopoiéticos puede realizarse también sobre el fundamento de una sociedad ya estabilizada sin ninguna relación con el sistema de la sociedad y tampoco en vínculo con un sistema parcial previamente construido, sino que simplemente cuando se experimenta la doble contingencia y ella pone en marcha la construcción sistémica autopoiética. De esta manera se configuran habitualmente distinciones sistema/entorno efímeras, triviales y breves, sin presiones de forma y sin que la diferencia deba ser legitimada mediante el vínculo con la sociedad" (100). Y precisamente estas relaciones cara a cara se plasman en interacciones que no pueden ser ordenadas unilateralmente: en principio, los sistemas de interacción pueden acoplarse potencialmente a cualquier sistema funcional de la sociedad respectiva.

En el nivel de la arquitectura teórica de la EM y del CSO, las consecuencias que se extraigan consecuentemente de sus irritaciones mutuas, impiden que se pueda aseverar con simpleza que la EM sea "una sociología sin sociedad" (101) o que la teoría de los sistemas sociales "una teoría sin interacción".

6. "Hablo contigo si tú hablas conmigo"

¿Por qué el problema de la doble contingencia encuentra su solución dentro de la misma doble contingencia y sin recurrir a un discurso consensual de valor fundamentalista, como en Weber, Durkheim, Parsons o a la retórica del sujeto?

Esto se debe a la existencia de un círculo autorreferencial de la mayor simpleza y de un sentido eminentemente práctico. Luhmann lo describe de la siguiente manera: yo hago lo que tú quieres si tú haces lo que yo quiero. Esta suposición que da lugar a la existencia de una circularidad, no es una casualidad, puede basarse en principio en un error, pero cuando se pone en marcha, crea una realidad sui generis y permeable, pero existente al fin. Se trata de una unidad circularmente cerrada que opera como constitutiva del sistema de interacción.

Ahora bien, a nuestro juicio, la suposición anterior tiene un presupuesto práctico y mucho más preciso: hablo contigo si tú hablas conmigo. Este fundamento es el resultado es la puesta en marcha de un sistema conversacional de interacción. Con ello, el camino errático de la sobrevaloración de las expectativas se elimina por completo, con lo que el teorema de la doble contingencia de Luhmann puede recobrar su autonomía de cualquier normatividad que haga rememorar al consenso cognitivo del Parsons.

"Problemas" en la interacción

Este hecho básico – hablo contigo si hablas conmigo - puede ser una especie de indefinición autocondicionante. Este es un núcleo en extremo inestable que si no se le da continuidad, se desmorona, lo cual significa, en el lenguaje de Garfinkel, que el sistema de intercambio de explicaciones prácticas (accounts) indexicales, deja de reproducirse y las conversaciones llegan a su fin. El sistema social que de allí resulte se basa, por lo tanto, en medio de la doble contingencia, en la inestabilidad. Necesariamente es un sistema autopoiético, opera como una estructura circularmente cerrada que se desmorona en el momento en que no continúa conectándose (o cuando no se reacciona frente a la inestabilidad) y sólo la cerradura operacional da curso a la apertura cognitiva evitando que el sistema sea destruido por la contingencia del entorno. ¿Qué de trágico hay en que un sistema de interacción finalice? En principio nada, porque, precisamente si los sistemas de interacción no estuviesen dotados de una altísima temporalización y duraran siempre, se convertirían en tediosos, aburridos y se atocharían de problemas tales como "de qué manera se puede poder fin a la conversación", el famoso "clossing problem" que tematizan Schegloff y Sacks (102).

La conclusión de lo anterior es simple pero concluyente: sólo los sistemas de interacción que finalizan, reabren posibilidades de ser reiniciados. Los que se sumergen en el tedio, no autocatalizan posibilidades suficientes para que puedan reconfigurarse (103). Que huir del tedio ofrece múltiples alternativas, subraya Ranulph Glanville. Las conversaciones deben contener novedades, poder hablar de tópicos novedosos, "in part, this is for the obvious (but frequently overlooked) reason that conversatons involve the creative, constructive input of two partcipants and we cannot ever know the meaning of the other, and hence cannot know his input (…). The possibility of novelty is increased in the act of representation, because (again) saying two things are the same is also saying they are different" (104).

La doble contingencia como realización práctica es un fenómeno que tiene sus efectos. El principal de ellos es que, dentro del espacio de libertad y de selectividad, la conducta se convierte en acción o mejor aún, en inter-acción conversacional. Esto hace que esta propiedad de la emergencia de los sistemas sociales tenga una función elemental de autocatalización: hace posible la construcción de estructuras donde el nivel de las perspectivas se regula a sí mismo, aun en medio de la inestabilidad. La experiencia contingente hace posible que la casualidad pueda ser usada y explotada para las funciones condicionantes del sistema: la transformación de las casualidades en posibilidades en la configuración de estructuras, que como hemos señalado, se plasman en expectativas "conversables".

Pero las casualidades hay que observarlas teniendo en cuenta el principio del "orden en todos los puntos" de Harvey Sacks (105) en los sistemas de interacción. Hay que preguntarse por lo menos (a) cómo opera la toma de los turnos en las conversaciones, (b) de que recursos y métodos se sirven los interactuantes para producir sus propios ordenamientos conversacionales y a qué problemas de interacción responden dichos ordenamientos, (c) cual es la función de los silencios y que tipos de silencios se pueden observar, etc. Todo este ensamblaje de posibilidades de observaciones de segundo orden en los sistemas de interacción ha sido producido por el análisis conversacional, una observación de segundo orden altamente especializada de sistemas conversacionales de interacción. Si hasta ahora el AC no ha logrado autoobservarse como observación de segundo orden, no tiene para nosotros la menor importancia.

En realidad, en medio de la doble contingencia, la conducta de los demás no se vuelve tan indeterminable hasta que se encuentra en medio de la práctica conversacional de la doble contingencia, en particular para el que quiera pronosticarla. Entonces, la doble contingencia se da en medio de la una indeterminabilidad producida precisamente por el pronóstico. Esto es: en medio de una rutinización de la conducta, cuando queda en claro que una pronosticabilidad basada en ella se usa para motivar una conducta complementaria, esto puede ser un motivo para cambiar la conducta pronosticable, y por lo tanto para desbaratar el pronóstico. Este fenómeno de permeabilidad en la apertura cognitiva de la que están dotados los sistemas autopoiéticos de interacción, pone una vez más de manifiesto que con sus intenciones de pronosticabilidad en medio de la contingencia, la sociología objetivista cava su propia tumba, y además convierte a su ingenuidad epistemológica en filosofía social.

Pero se puede proceder también reconstructivamente y congelar en el tiempo la fugacidad altamente temporalizada de interacciones habladas con la ayuda de medios audiovisuales, para hacerlas observables y disponibles. Y entonces hay que prescindir del pronóstico y concentrarse en la observación de segundo orden para producir descripciones que puedan exponerse con el material empírico de los registros. Es decir, el analista de conversaciones tiene que poder ubicarse en el unmarked state de las observaciones de primer orden ajenas y desde allí cruzar al "otro lado de la distinción", lo que supone entrelazar su observación con las de los observadores de primer orden. Dicho de otra manera, se trata de urdir una trama entre su observación propia y las observaciones ajenas.

Tanto en la observación de primer orden como en la de segundo orden, el pronóstico - y esto es lo sorprendente - se convierte en la propia refutación de sí mismo y de la rutinización, estimulando su propia inutilidad. La autorreferencia basada en la circularidad de la consideración mutua se vuelve negativa, y por lo tanto fructífera. Esta apertura al reacondicionamiento se basa en esta negatividad: en la duplicación de la contingencia. Ego experimenta la no - identidad de las perspectivas y al mismo tiempo la identidad de esta experiencia de ambos lados (de alter y de ego) Es decir, sucede justamente lo contrario del consenso contrafáctico habermasiano. Justamente por eso, para los interactuantes, la situación va resultando inestable e insoportable.

En esta experiencia converge un interés práctico por la determinación y con ello se abre la posibilidad para la formación de un sistema en estado de espera, un sistema emergente que pueda hacer uso estructural de la casualidad. Este estado de espera debe repercutir metódicamente en la observación de segundo orden: para acceder a la observación ajena, el observador de segundo orden tiene que saber esperar. Aquí, la doble contingencia canaliza la demanda de información aclarativa en medio de la complejidad existente. Abre paso a la desproblematización problematizante. Los problemas que imponen un imperativo de selección son los catalizadores efectivos de la vida social, porque se puede mantener en la indeterminación el estado de espera, es decir, en las palabras de Garfinkel, necesariamente y para-todos-los-efectos-prácticos, las expectativas flotando en la vaguedad del lenguaje en ejecución. Incluso habría que agregar que los estados de espera operan como sostenedores de los recursos complejos de desproblematización que dan cuenta de semánticas específicas de la cotidianeidad (106). Pero, si hablamos de problemas ¿de qué problemas se trata? ¿Qué tipo de problemas son los que enfrentan (y resuelven) los interactuantes que conversan? A nuestro entender, los problemas pueden ser de dos tipos elementales:

a) puede tratarse de problemas que afectan a los temas específicos y que se incrustan en los horizontes diferenciados de expectativas que no se comparten, por lo que pueden producir estrategias de desproblematización, disculpas y/o justificaciones (107), teniendo siempre presente la posibilidad del rechazo de la comunicación de parte de el/los interactuantes. En este caso, los programas dispuestos como temas en horizontes, mutan, se reformulan (generalmente con muchas palabras) o cambian de forma, excluyen, estigmatizan o pueden ser observados como conservadores, como sostiene Maturana. Pero lo que no sucede es que la recurrencia espontánea de interacciones conduzca al amor. Y menos aún que "sin amor, no (haya) socialización y que cualquier sociedad se desmorone, cuando el amor se apaga" (108). La ingenuidad de esta aseveración de Maturana es indescriptible.

b) puede tratarse de problemas estructurales de la interacción y remitirse a soluciones prácticas que configuran patrones de ordenamiento producidos interactivamente por los mismos interactuantes en el curso de sus conversaciones, como por ejemplo "cómo poner fin a la interacción", cómo intercalar historias y producir "prefacios" para evitar ridiculizaciones, cuando y para qué abrir secuencias inicializantes, cómo producir "relevancias condicionantes" que prescriben campos contextuales, etc.

De este último tipo de actividades prácticas, el análisis conversacional inspirado en la EM ha desplegado un gigantesco y diversificado trabajo empírico, ubicado precisamente como observación de segundo orden (109), es decir, especializado en las observaciones de observaciones de conversaciones. Para ello, la distinción código/programa en los sistemas de interacción, es fundamental.

Si la idea de la doble contingencia como realización práctica es efectivamente un autocatalizador, las consecuencias de esta constatación para la teoría de la sociedad son enormes. Entonces, la teoría sólo puede tratar de una realidad mantenida en suspenso, se trata de una empresa extraña, de un colorido distinto al de las teorías convencionales La EM, por su parte, ha hecho de este principio de esperar para dar cuenta de lo que se está gestando, un principio metodológico elemental de la observación de observaciones (110). Ya no es posible fundamentar la estabilidad del orden social mediante a prioris, como los valores o el sistema de regulación normativa. Lo que se sitúa en el lugar de los aprioris es, en su lugar, opaco e histórico. Esto vincula estrechamente al CSO al paradigma interpretativo y más aún a la EM.

En realidad, no se necesita ningún consenso valórico, cognitivo o explicativo, para asegurar una continuidad lábil del orden social, otro orden es sencillamente inaceptable. No es necesario conocer las leyes de la óptica para ver y menos aún rememorar las leyes de la gravitación para caminar. Pero la sociología se remite sistemáticamente a consensos de valor fundamentalistas para resolver el problema de la configuración de ordenes sociales y conferirles estabilidad, una estabilidad que es más bien un producto teórico que una propiedad práctica de los sistemas sociales. Se trata de reediciones de reediciones de contratos sociales del modelo de Hobbes y/o de Rousseau. Incluso desde el punto de vista del interaccionismo simbólico y su hipótesis de las realidades negociadas es valido lo anterior: la condición elemental para que esta negociación se lleve a cabo es que cada selección se experimente como contingente y que se genere una sucesión temporal, de tal manera que las selecciones se alternen y se ubiquen en el tiempo. Y sobre todo que las negociaciones ingresen al sistema en calidad de comunicaciones, las que deben ser aceptadas como tales para que cualquier negociación pueda ser observada

La doble contingencia como realización práctica conduce a la formación de sistemas sociales: este el meollo de los sistemas sociales. Bajo la influencia catalítica propia de la doble contingencia y la presión de selección que provoca, surgen límites que no separan ni unen a los individuos, sino que son una zona propia y única del sistema social. Ella no se constituye en el espacio entre los individuos. En esta región de doble contingencia que resuelve la doble contingencia, los individuos son entornos del sistema de la sociedad, desde el entorno, los individuos están en condiciones de irritar a la sociedad, de formularle preguntas capciosas a los sistemas sociales, de ser insidiosos con las normas o con los que hacen de ellas una religión civil de control social, de ejecutar comportamientos inmorales sin temer al Leviathan de la anomia, que es una construcción de facto represiva, o de tender artificios reflexivos que lleven a la sociedad a una presión conversacional que pueda producir mutaciones (111).

Programas-temas y formas-tiempo

Todo aquello que tenga que ver con la solución del problema de la doble contingencia debe estar conectado al sistema de comunicaciones de la sociedad. Al ejecutarse la doble contingencia en los sistemas de interacción, ellos realizan a la sociedad. Un sistema de interacción puede fijar sus límites de sentido de manera más o menos abierta y considerar todo lo demás como entorno, pero debe establecer reglas internas de selección, como es el caso particular de los códigos idiosiocráticos del uso del lenguaje (112). Para el observador de segundo orden el uso del lenguaje idiosincrático tiene consecuencias drásticas: o se entiende el código-coda del sistema de interacción y se puede participar en la observación, o no se observa.

A nuestro entender, el sistema de la sociedad interviene directa e indirectamente en los sistemas de interacción, bajo la premisa que los sistemas de interacción son la realización prácticas de la sociedad:

a) La intervención directa del sistema de la sociedad y en particular de los sistemas parciales diferenciados en los sistemas de interacción es doble. Por un lado, el sistema de la sociedad pone a disposición de los sistemas de interacción semánticas específicas, en calidad de complejidades reducidas, las que en estricto rigor fungen como mediaciones entre la interacción sometida a presión conversacional y las descripciones policontexturales de la sociedad, o aquello que difusamente se denomina cultura (113). Estas semánticas son históricas y se remiten a las formas más importantes de autodescripción de que las sociedades contemporáneas disponen, que como sabemos articulan la función más significativa de los medios de comunicación (114). Estas semánticas son decisivas para la construcción de los programas-temas que le dan contenido y posibilidades conversacionales a la pobreza fenoménica del código presencia/ausencia. Por otro lado, cada uno de los sistemas parciales de la sociedad (los sistemas económico, político, educacional, científico, jurídico, religioso, familiar, de salud, de trabajo social, artístico, etc.), a pesar de operar disociados de las individualidades y de las conciencias en distintas gradaciones y sentidos, al acoplarse a los sistemas de interacción, tienden a autodescribirse como "humanizados", los sistemas se identifican con nombres y personajes, ocultando la improbabilidad de la inclusión y el carácter creciente y acumulativo de la exclusión de los individuos en las prestaciones de los mismos. Los programas-temas y la individualización "humanizante" no son operaciones de intervención en el sentido convencional del término, sino que se trata más bien de operaciones ecológicas que a su vez desencadenan actividad ecológica en los sistemas de interacción (115).

Sin embargo, porque la mayor parte de los sistemas parciales no pueden prescindir de los sistemas de la interacción (como es el caso de la salud, la educación, la familia, etc.) y al auto-obligarse a operar con programas sometidos a códigos altamente excluyentes, como es el caso de la economía, generan condiciones para poder ser sistemáticamente irritados desde los sistemas de interacción, sobre todo si los sistemas funcionales en sus propias autodescripciones prometen inclusión y lo que realizan es exclusión. De tal manera que los sistemas de interacción pueden convertirse en "parásitos productivos" (116) sumamente activos para fastidiar y hostigar a los sistemas funcionales, porque al realizar su autopoiesis en la indexicalidad de las interacciones-conversaciones, impiden que los sistemas funcionales puedan controlar la contingencia de los programas-tema que en torno a ellos se desplieguen; de esta manera, la "extramundaneidad" de la instrucción directriz del código binario respectivo, convertida en mundana mediante programas, colisiona con la indexicalidad de la interacción conversacional. Las estrategias (o "las fórmulas parciales de contingencia") que ponen en marcha los sistemas funcionales para protegerse y/o inmunizarse contra estos riesgos, las trataremos más adelante.

b) La intervención indirecta del sistema de la sociedad y de los sistemas parciales en los sistemas de interacción, es mucho más refinada y compleja y se realiza mediante la puesta en marcha de la distinción forma-tiempo/construcción de duraciones. En este sentido, y teniendo en cuenta que en lo fundamental los sistemas de interacción construyen sus propias temporalidades, hasta el sistema de interacción más fugaz y efímero, al ser socialmente ritualizado, realiza sus operaciones conversacionales, de tal manera que las distinciones presente/pasado y presente/futuro se desacoplan de la autopoiesis del sistema de interacción y se convierten en componentes estructurales extracontextuales de los sistemas de interacción (117). Sólo en los sistemas de interacción de esparcimiento y en aquellos en los que la construcción de formas-persona juega un rol determinante (como en los sistemas de intimidad y de la familia), el acoplamiento estructural a temporalidades predeterminadas es laxo. A la inversa, todos los sistemas de interacción acoplados de la forma que sea a alguno de los sistemas funcionales de la sociedad, están estructuralmente determinados por las temporalidades específicas correspondientes a los programas de los mismos, los que a su vez se desprenden de sus códigos binarios específicos.

Los ejemplos sobran para ilustrar este fenómeno y van desde una consulta médica (correspondiente a la realización de un programa remitido al código salud/enfermedad) (118) hasta la realización de rituales como una misa (uno de los programas básicos del código inmanencia/trascendencia) (119). Ahora bien, el lado excluido de la extracontextualidad temporal, es la duración. En efecto, si bien no podemos afirmar que mientras más fuerte e intensa sea la determinación temporal extracontextual de las formas-tiempo, más extensa (y prolongada) será la experiencia de la duración (120), esta última se construye interactivamente en oposición a la hiperautonomía de los sistemas funcionales (121). Sería ingenuo postular que los sistemas de interacción y sus experiencias temporalizadas de duración, puedan ser "opositores revolucionarios" a los sistemas parciales o a la forma que históricamente asume la diferenciación de la sociedad, pero es indudable que las formas irritantes de duración (como la espera, por ejemplo, en los consultorios de atención primaria de salud) o las experiencias de duración en los sistemas determinados por las asimetrías donde predomina la jerarquía y el sometimiento (y sus duraciones específicas "conversadas"), irritan a las individualidades involucradas y potencializan protesta y conflicto. Las formas prácticas de interacción que canalicen las duraciones entendidas como explicaciones prácticas comunicadas en conversaciones, pueden desembocar en "ajustes secundarios" específicos, como ha señalado Goffman (122). Si consideramos las incitaciones de G. Spencer Brown (123) y entendemos al medio tiempo como el producto de la introducción de indecisiones momentáneas en los sistemas que operan autorrefencialmente, operando por autorreferencia (la memoria) y por heteroreferencia hacia el entorno (oscilación), es precisamente la introducción de la duración en el sistema de comunicaciones conversadas, lo que posibilita la comunicación acerca de percepciones, teniendo en cuenta la diferencia ecológica entre comunicación y conciencia.

Como en el proceso de comunicación, las selecciones que siguen a las selecciones intensifican el área de lo aceptable, los sistemas psíquicos parece que se "convierten" en personas, en una especie de collages de expectativas que fungen como puntos de referencia para otras selecciones. Estos collages de expectativas son poderosos realizadores de las faenas competentes de la configuración de la realidad, lo que no significa confundirlos con "Yoes" transcendentales: en rigor estricto, para la conformación de la observación de las formas-personas, no hay ningún Yo en juego, sino un vaciamiento del Yo (124).

¿Pero cuales son estas "otras selecciones?" Para la observación de estos collages, es decisiva la segunda selección distintiva de la comunicación, la forma de comunicar. La divergencia fundamental entre información y forma de comunicar consiste en que la misma información se puede comunicar de múltiples formas, por lo que la información que no se comunica permanece aprisionada en la percepción. A nuestro juicio, es la forma de comunicar, aquello que se muestra (y cómo) y es observado por los interlocutores del sistema de interacción conversacional, lo crucial para las actualizaciones contextualizadas del código inclusión/exclusión (125). Por lo tanto, si por un lado (a) se tiene en cuenta la distinción elemental conciencia/comunicación y, por otro lado, (b) si la observación de la forma de comunicar (que en realidad también obedece a la distinción conciencia/comunicación, pero remitida a la indexicalidad del uso práctico del lenguaje en los sistemas de interacción), se hace reentrar en el lado de la comunicación del sistema de interacción, se configura un perfil inclusión/exclusión que convierte al interactuante en interlocutor (o no) de la comunicación. No hay ninguna forma-persona que no esté dotada de estos perfiles de inclusión/inclusión, o lo que Peter Fuchs llama la "domiciliaridad social" (126), pero como estos perfiles son resultados de observaciones que se disocian de los sistema psíquicos, es completamente imposible "comprimirlos" en una teoría omniabarcante, salvo que se trate de una teoría de los sistemas psíquicos o de una ontología sujetológica improductiva.

Este perfil que obedece a observaciones de primer orden, es el que condiciona que quien es observado (cómo habla, cómo usa su cuerpo y sus gestos, o cómo comunica lo que quiere decir), sea o no considerado como interlocutor de la comunicación. Toda la argumentación anterior significa no sólo que no necesitemos para nada una teoría del individuo, de la persona y menos del "sujeto", sino que lo que se requiere es una teoría acabada y empíricamente relevante de la forma inclusión/exclusión (127), que aborde no sólo las formas de exclusión que catalizan los sistemas funcionales de la sociedad diferenciada, sino también la forma del código inclusión/exclusión en los sistemas de interacción. Uno podría argumentar al estilo de Maturana que todos somos interlocutores potenciales de los sistemas de interacción porque operamos en el dominio del lenguajear, pero es muy distinto lenguajear del tiempo con el ejecutivo de cuentas de una institución bancaria (y ser incluido así como interlocutor de la comunicación) y ser interlocutor incluido de la comunicación del sistema de la economía y obtener un crédito, en cuyo caso el programa-tema del sistema de interacción deberá remitirse a la instrucción básica del código (poder) pagar / (no poder) pagar. Entonces, el sistema de interacción conversacional se centrará en la exigencia de garantías y/o de avales, probablemente el solicitante del crédito coincida con el ejecutivo de cuentas en que el tiempo es fantástico y las coordinaciones conductuales operen en ese ámbito sin problemas, pero el solicitante no obtendrá ningún crédito si no puede poder pagar. Será drásticamente del sistema crediticio.

Una de las consecuencias más importantes de la doble contingencia es que no sólo allana el camino a la observación de la forma inclusión/exclusión, sino que además contribuye al surgimiento de la confianza y de la desconfianza, que aparecen como necesarias cuando enfrentamos situaciones de riesgo en medio de la doble contingencia. El otro puede actuar de manera distanciada a la que yo espero, puede dejar sus intenciones sin aclarar y simplemente fingir, todo esto es inevitable. Pero si frente a estas situaciones se renunciara a las relaciones sociales y en particular a la comunicación, los sistemas sociales no existirían; pero como no hay ningún sistema de la sociedad que opere con interacciones simétricas, todas las asimetrías fungen como manifestaciones indexicales de la distinción inclusión/exclusión en los sistemas de interacción. Para que este temor de la inseguridad pueda ser reducido, debe existir confianza. Para ello, hay que efectuar una diferencia que introduzca una sensibilidad selectiva que transforme la desconfianza en confianza (128). La desconfianza es una estrategia limitante, la confianza es una estrategia que amplía potenciales de acción y contribuye a que la comunicación se despliegue y expanda.

La pregunta es: ¿con qué métodos se construye la confianza? ¿Cuál es la metodicidad que produce confianza y cómo se hace? A esta pregunta elemental, responden los estudios etnometodológicos sobre el psicoanálisis (129), sobre los testigos y los jurados en la administración de justicia (130), sobre los chismes (131), sobre la relación médico/paciente, sobre la actividad de la policía (132), etc. Si queremos indagar en el meollo de la construcción interactiva de la confianza, ella es el resultado de la vaguedad, de la indeterminación y de la sustitución de la información precisa (¿objetiva?) por medio del uso de la inferencia.

Volviendo al tema de las situaciones de doble contingencia, habría que agregar lo siguiente: en ellas existe un contexto prácticamente producido que es eminentemente autorreferencial. Esto enriquece significativamente el tema del sí mismo entendido como Self o de las condiciones de posibilidad para la realización de la autointeracción autoindicante, en el sentido del interaccionismo simbólico, pero deja en claro al mismo tiempo las limitaciones de su programa de trabajo (133). En efecto, cuando ego experimenta a alter como alter ego y actúa en su dominio experimental, cualquier determinación de ego a su acción se remite a sí mismo, tal como señala Blumer en aproximación a Mead. Pero también podemos leer la distinción de Mead entre Yo/Mi como la unidad de la diferencia entre un sistema psíquico (el Yo) y un sistema social (el Mi), que se hace reentrar en el sistema comunicacional del Mi como la unidad del self. Una lectura de Mead desde la teoría de las distinciones de G. Spencer-Brown podría hacer aún más productiva su teoría de la evolución social y de la socialización como el paso de otro significante al otro generalizado. Esto es algo que no podemos tratar aquí.

Si el punto de partida para la configuración de cualquier sistema social es la indeterminación, en medio de la cual ego no puede saber como actuará alter (y viceversa) esto nos remite al tema de la autorreferencia: los sistemas de interacción que procesan sentido son demasiado sensibles para cualquier determinación. Por ello es que la doble contingencia opera como un acelerador en la construcción de los sistemas sociales. El condicionamiento de la doble contingencia contribuye a sensibilizar en vista de otros condicionamientos: crea sensibilidad para la casualidad y pone en marcha la evolución de los sistemas sociales, sin ella no existiría evolución sociocultural. Uno de los fenómenos más comentados de indeterminación producida y reeditada, son las expresiones de afirmación condicionante que en su vaguedad no son ni afirmaciones ni negaciones (como: mmm, ahá, etc.) operan como aceleradores de la comunicación conversada, lo demuestra el siguiente ejemplo:

Experiencia 3: Consejería en Centro de Rehabilitación

Dialogo entre trabajador social (T) y beneficiario (B), masculino, 16 años.

1 T: ( ) Como se siente con todo esto

2 B: Bueno (.) no muy bien

3 T: mmmm

(1.2)

4 T: pero si fueron dos días de tonteras=no=más

5 B: (..) esperamos

(1.1)

6 T: ahá (.) mmm

7 B: pero yo creo que tenemos que hablar más

8 T: mmmm (.) yo creo también

Podemos observar la interacción conversacional anterior de la siguiente manera. El trabajador social está vivamente interesado en que la comunicación continúe. Para ello, pone en uso afirmaciones condicionadas que a su vez le indican al beneficiario, que su aseveración no ha sido rechazada, por lo que puede continuar con su relato. De esta manera, se va configurando un sistema en estado de espera, hasta que el beneficiario encuentre el momento propicio para formular aseveraciones que el trabajador social podrá observar como relevantes.

7. ¿Qué es la Autopoiesis Indexical?

Finalmente, quisiéramos precisar sintética y parcialmente el concepto de autopoiesis indexical en los sistemas de interacción, haciendo valer sintéticamente las siguientes premisas elementales del fenómeno de la autopoiesis. "Un sistema autopoiético se organiza como una red de procesos de producción (síntesis y destrucción) de componentes, de manera que estos componentes:

i) se regeneran continuamente y hacen efectiva la red que los produce, y

ii) constituyen el sistema como la unidad distinguible en el dominio en el cual existen" (134)

Si el tramado autopoiético de los sistemas de interacción se articula en torno a la indexicalidad inextirpable del uso práctico del lenguaje conversacional, el sustento de la cerradura operativa de los sistemas de interacción que posibilita la estabilización de su distinción sistema/entorno, el producto más importante de la indexicalidad, equivale a la posibilidad de construir, reconstruir y reproducir contextos. Por un lado, la puesta en uso de la indexicalidad articula y realiza contextos y, por el otro, recurre a cada uno de ellos para autoreproducirse.

Si la realización de la doble contingencia corresponde a la configuración de sistemas conversacionales de interacción, las estructuras propias de dichos sistemas y que los observadores construyen conversando - como la articulación de los turnos del habla, la generación de secuencias inicializantes y las posibilidades expansivas de las secuencias, la relevancia condicionante que temporaliza contextos y los determina, la posibilidad de introducción de formas comunicativas mayores, etc. – deja en claro que sobre de la base de autopoiesis indexical del lenguajear conversacional, el fenómeno de la doble contingencia debe ser entendido como producción práctica. Los sistemas de interacción la hacen posible. El acoplamiento estructural estructura/programa permite que los sistemas estén en permanente tensión, en estado de alerta; así evitan que el aburrimiento se convierta en desgano y hastío y se busque metódicamente poner fin a la conversación produciendo silencios que a su vez dejen vacantes los hilos del habla, que se usen expresiones indexicales vacías que aflojen el sistema de la toma de los turnos, hasta llegar a los rituales de finalización.

El carácter inextirpable de la indexicalidad bloquea la posibilidad del conocimiento "objetivo", por lo que sus formas prácticas, contextualizadas y temporalizadas, sólo son observables ajustando una observación especializada de segundo orden, como el análisis conversacional ensamblado al CSO, al uso de la indexicalidad en los sistemas de interacción conversacional. El fundamento operativo y la determinación de los estados siguientes de los sistemas de interacción, o el acoplamiento secuencial de las "explicaciones prácticas" (accounts) que posibilitan la emergencia de estados imprevisibles, sólo puede entenderse urdiendo ataduras con las observaciones de primer orden; dicho de otra manera, en primer lugar, auscultando y conservando audio-visualmente, las formas de ordenamiento que los hablantes-observadores construyen interactivamente para resolver problemas prácticos de la interacción. Todos los registros que obedezcan a opciones de conservación de las interacciones conversadas, contienen los marked states de las observaciones de primer orden, para la configuración de la forma del sistema de interacción, el observador de segundo orden tiene que poder reconstruir también los unmarked states, por lo que se ubica justamente en este espacio.

La indexicalidad de las "explicaciones prácticas" conversadas producen un tramado polifórmico de comunicaciones, las que deben ser capturadas en su fugacidad y alta temporalización, para ser sometidas a la observación especializada de segundo orden. Los pasos metódicos de esta observación de observaciones son en extremo restrictivos, el principio de la abstinencia de parte del observador es la máxima metodológica que posibilita la adecuación de la observación de segundo orden únicamente a lo que quien observa pueda mostrar como realización interactiva de los hablantes involucrados en la interacción (135). Por lo tanto, la instrucción: "No traces (todavía) ninguna distinción" tiene que manifestarse consecuentemente en la opción esperar, para lo cual el observador de segundo orden deberá operar con la distinción esperar/volver.

Todo lo que pueda ser observado como expectativas de los hablantes, son condensaciones de referencias de sentido, es decir, resultantes de complejidades reducidas. Pero las expectativas no configuran las estructuras de los sistemas de interacción, ni garantizan un cierre operacional avalado por el uso de la casualidad convertida en indeterminabilidad insoportable (136). Las expectativas son el producto observable de las estrategias prácticas de resolución de la doble contingencia, pero no su fundamento. Sin conversación interactiva sobre la base de la autopoiesis indexical, nada puede conversarse y/o modularse como expectativa.

La condensación de las expectativas puede ayudar a la selección en un abanico abierto de posibilidades, pero ellas no son sino accounts que se van ejecutando en el conversar. Lo que sí pueden hacer es generalizar elementos hablados para que trasciendan los límites de la situación (y desde la presencia se pueda hablar de lo ausente), y conectar los temas (programas) a unas semánticas específicas que la sociedad pone a disposición como programas/temas ubicados en horizontes de disponibilidades comunicativas.

Por otro lado, las explicaciones prácticas (accounts) de la autopoiesis indexical de los sistemas de interacción parecen poseer una doble atadura:

a) describen lo que tiene que pasar, lo que no debe suceder y lo que se espera que suceda, pero no son más que una "promesa de explicación"

b) acoplan débilmente a los sistemas psíquicos y a los sistemas sociales y hacen posible que se catalice su "lenguajear", agregando que la perspectiva de quien los ejecuta es de la mayor importancia (aunque no lo sea)

En medio de las situaciones práctico-conversacionales de doble contingencia, las selectividades de expectativas contingentes aumentan los riesgos propios de la contingencia del mundo. Pero también hay expectativas de expectativas, o expectativas dobles o lo que en el lenguaje cotidiano se da en llamar "dobles intenciones". Luhmann llama a estas expectativas, expectativas reflexivas, porque obedecen a la observación de la observación de la expectativa manifiesta y agrega que ellas fungen como las estructuras de los sistemas sociales (137). Esta afirmación de la arquitectura teórica de Luhmann es errónea y obedece a un conocimiento superficial de la investigación etnometodológica. Uno puede engañar al otro abusando de su confianza, por lo que las expectativas que se construyan, para disminuir la sorpresa de la frustración, deben construirse sobre la imprevisibilidad del otro. Pero las expectativas ordenan sólo débilmente las situaciones de doble contingencia, no las pueden estabilizar.

Hechas estas aclaraciones, podemos concluir sin mayores dificultades que el teorema de la doble contingencia de Luhmann no es equivocado, sino incompleto. Probablemente esta limitación obedezca al peso prácticamente insignificante que el fenómeno de la indexicalidad ocupa en su teoría. No obstante, ningún sistema de interacción conversacional sería posible sin la puesta en uso de expresiones indexicales.

Por debajo de las expectativas, las manifiestas y las reflexivas, Garfinkel ha elaborado una lista de expectativas base de la comunicación, que análogamente a las reglas-base de la interacción, operarían como el soporte basal de la autopoiesis indexical. A estas expectativas ocultas de base, implícitas pero sólo observables como indexicales, quisiera llamarlas estructuras de la autopoiesis basal de la autopoiesis indexical porque permiten su realización. Algunas de estas expectativas base que caracterizan a las observaciones de primer orden, son las siguientes:

1. Se espera que entre las propiedades de la situación que se perciben y su naturaleza realmente existente, haya una relación indiscutible, independientemente de las perspectivas que se asuman;

2. Cada uno espera poder influir en el curso y en el desenlace de la situación percibida mediante su propia acción;

3. Se espera que la determinación de aquello que la situación es, en casos parecidos del pasado se haya hecho de la misma manera, y que en el futuro también se haga así.

Sin embargo, estrictamente hablando, todas las expectativas pueden ser decepcionadas. Cuando se frustran las expectativas, el resultado adicional de la frustración puede ser la vergüenza, el pudor, la sorpresa o la inseguridad (por ejemplo en el caso que las expectativas reflexivas sean desocultadas) En cambio, la frustración de las expectativas de base quiebra la autopoiesis del sistema de interacción, porque cataliza rechazo de la comunicación. Este puede ser reiniciado (o no) bajo condiciones temporalizadas diferentes o sencillamente deja de existir. Por lo tanto, la autopoiesis de los sistemas de interacción no puede sustentarse en las expectativas reflexivas, como sostiene Luhmann, sino en expectativas-base que garantizan la autopoiesis basal en medio de la autopoiesis indexical de los sistemas de interacción.

Notas

1) Wilke, H.: Systemtheorie entwickelter Gesellschaften, Juventa, Munich, 1989.

2) Robles, F. y Arnold, M.: Comunicación y sistemas de interacción, Revista MAD, Nº 3, Departamento de Antropología, Universidad de Chile, 2000

3) Luhmann, N.: Die Gesellschaft der Gesellschaft, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1997, pp. 134 y sig.

4) Luhmann, N.: op., cit., pp. 813-826

5) Véase Habermas, J.: Was heisst Universalpragmatik?, en: K.O. Apel (ed.): Sprachpragmatik und Philosophie, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1976, pp. 174-272

6) Wolff, S.: Das Gespräch als Handlungsinstrument, en: KZfSS, Sonderheft 1, 1996, pp. 55-83

7) Maturana, H.: Kognition, en: S. Schmidt (ed.): Der Diskurs des radikalen Konstruktivismus, Suhrkamp, frankfurt a.M., 1987, pp. 89-118

8) Garfinkel, H. y Sacks,H,(1976): Über formale Strukturen praktischer Handlungen en: Elmar Weingarten y Fritz Sack (ed.): Ethomethodologie. Beiträge zu eine Soziologie des Alltagshandelns, Suhrkamp, Frankfurt a.M., pág. 130-178.

9) Von Foerster, H.: Observing Systems, Seaside, Cal., 1981

10) Robles, F.: El análisis conversacional desde la etnometolología, manuscrito inédito, 2001, pp. 17

11) Prefacio de F. Varela, en: Maturana, H. y Varela, F.: De máquinas y seres vivos. Autopoiesis: la organización de lo vivo, Universitaria, Santiago, 1995, pp. 50-51

12) Luhmann, N.: La ciencia de la sociedad, Anthropos, México, 1996, pp. 59 y sig.

13) Luhmann, N.: Die Politik der Gesellschaft, Suhrkamp, Frankturt a.M., 2000

14) Sistemas funcionales a los que se acoplan con facilidad y fuerza los sistemas de interacción son: la familia, la intimidad, el sistema educativo y el sistema de la salud. Véase Simon, F.: Die andere Seite der Krankheit, en: D. Baecker: Probleme der Form, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1997., pp. 266-289

15) Robles, F.: El trabajo social como un sistema de la sociedad, manuscrito inédito, 2002. Turner, R.: Einige formale Eigenschaften des therapeutischen Gespräch, en: M. Auwerter, E. Kirsch y M. Schöter (Ed.): Kommunikation, Interaktion, Identität, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1976, pp. 140-190

16) Von Foerster, H.: Las semillas de la cibernética, Gedisa, Barcelona, 1986

17) Luhmann, N.: Sistemas Sociales. Lineamientos para una teoría general, Anthropos, México, 1998, pp. 129. También Luhmnann, N. y De Giorgi, R.: Teoría de la Sociedad, Triana, México, pp. 34-42

18) Luhmann, N.: Teoría de los sistemas sociales II, UIA, Talcahuano, pp. 103

19) Arnold, M. y Robles, F.: La estrategia del constructivismo en las ciencias sociales, manuscrito inédito, 2002.

20) Krausse, D.: Luhmann-Lexikon, Enke, Stuttgart, 1996, pp. 199

21) Véase J. Schenkein (ed.): Studies in the Organization of Conversational Analysis, New York, Academy Press, 1978

22) Wilke, H.: Systemtheorie, Fischer, Stuttgart- New York, 1987

23) Luhmann, N.: Einfache Sozialsyteme, en: N. Luhmann: Soziologische Aufklärung , Vol. 2., Aufsätze zur Theorie der Gesellschaft, Oplanden, Westdeutscher Verlag, 1975, pp. 21-38

24) Wolf, S.: Die Produktion von Fürsorglichkeit, AJZ Verlag, Bielefeld, 1981

25) Wolff, S.: Das Gespräch als Handlungsinstrument, en: KZfSS, Heft 1, 1986, pp. 66

26) Bar- Hillel, Y:Indexikalische Ausdrücke, en: Schmidt, J.(ed.): Pragmatik, Juventa, München, 1974

27) Wieder L. y Zimmerman, D.: Regeln im Erklärungsprozess. Wissenschaftliche und ethomethodologische Soziologie, en : Weingarten y Sack , 1976, op. cit., pág. 105-129

28) Luhmann, N.: Die Gesellschaft der Gesellschaft, op. cit., pp. 44 y sig.

29) Luhmann, N.: Sinn als Grundbegriff der Soziologie, en: Habermas, J y Luhmann, N.: Theorie der Gesellschaft oder Sozialtechnologie, Suhrkamp, Frankfurt a. M., 1971, pp. 25-100

30) Wolff, S. et al.: Entscheidung als praktische Herstellung en: Soziale Welt, 2, 1977, pág. 271-305

31) Mehan H, Wood, H.: The reality of Ethomethodology, Malabar, N.Y., 1975

32) Beck, U.: La sociedad del riesgo, Piados, Barcelona, 1996

33) Husserl, E.: La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, Crítica, Barcelona, 1991

34) Luhmann, N.: Observaciones de la modernidad, Piadós, Barcelona, 1998

35) Luhmann, N.: Sistemas Sociales, op.cit., pp. 300

36) Baecker, D.: Die Adresse der Kunst, en: J. Fohrman y H. Müller (ed.): Systemtheorie in der Literatur, Fink, München, 1996, pp. 82-105

37) Jefferson, G., et al.: Notes of laughter in the pursuit of intimacy, en: G. Button y J.R.E. Lee (eds.): Talk and social organization, Clevedon, 1987, pp. 152-205. Robles, F.: El análisis conversacional desde la etnometodología, manuscrito inédito, Concepción, 2002

38) Habermas, J.: Theorie des kommunikativen Handelns, Tomo II, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1982

39) Garfilkel, H.: Studies in ethnomethodology, Englewood Cliffs, N. J., 1967

40) Bar- Hillel, Y.:Indexikalische Ausdrücke, en: Schmidt, J.(ed.): Pragmatik, München, Juventa, 1974

41) Luhmann, N.: Die Gesellschaft der Gesellschaft, op. cit., pp. 776

42) Luhmann, N.: Sistemas sociales, op. cit. pp. 77 y sig.

43) Garfilkel, H. y Sacks,H. : Über formale Strukturen praktischer Handlungen en: Elmar Weingarten y Fritz Sack (ed.): Ethomethodologie. Beiträge zu eine Soziologie des Alltagshandelns, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1976, pp. 130-178.

44) Resulta incluso inaudito constatar la multiplicidad las expresiones y acciones posibles de contener propiedades indexicales, hasta tal punto que el lingüista Bar-Hillel considera que más del 90 por ciento de las llamadas sentence-tokens que diariamente producimos sean efectivamente indexicales.

45) Maturana, H.: La objetividad. Un argumento para obligar, Dolmen, Santiago, 1997, pp. 22

46) Véase Smidt, D.: K. ist geisteskrank, en: E. Weingarten y F. Sachs, op. cit., pp. 366 y sig.

47) Coulter, J.: Logic: Ethomethodology and the logic of language, en; G. Button (ed.): Ethnomethodology and the human sciences, Cambridge University Press, 1999, pp. 20-50

48) Wittgenstein, L.: Philosophischer Untersuchungen, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1980, pp.63

49) Spencer Brown: Laws of Form, Bohmeier Verlag, Lübeck, 1997, pp. 1

50) Goffman, E.: Ritual de interacción, Buenos Aires, 1971; Goffman, E.: Forms of Talk, New York, 1981

51) Véase Goffman, E.: Relaciones en público. Microestudios del orden público, Alianza, Madrid, 1979, pp. 110 y sig.

52) Goffman, E.: Ritual de Interacción, op. cit., pp. 65 y sig.

53) Luhmann. N.: Ökologische Kommunikation. Kann die moderne Gesellschaft sich auf ökologische Gefärdungen einstellen?, Westdeutscher Verlag, Opladen, 1986

54) Luhmann, N.: Sozialsystem Familie, en: Soziologische Aufklärung 5, Opladen, Westdeutscher Verlag, 1990, pp. 196-217

55) Von Foerster, H.: Las semillas de la cibernética, op. cit. pp. 87 y sig.

56) Spencer Brown, G.: Laws of Forms – Gesetze der Form, Bohmeier, Lübeck, 1997

57) Luhmann, N.: La diferenciación de la sociedad, en: N. Luhmann: Complejidad y Modernidad. De la unidad a la diferencia, Trotta, Madrid, 1998, pp. 71-98

58) Nassehi, A.: Inklusion, Exclusión-Integration, Desintegration. Die Theorie der funktionaler Differenzierung und die Desintegratiosthese, en: Heitmeyer, W. (ed.): Was hält die Gesellschsft zusammen?, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1997, pp. 113-148

59) Luhmann, N.: Temporalisierung von Komplexität. Zur Semantik neuzeitlicher Zeitbegriffe, en: N. Luhmann: Gesellschaftstruktur und Semantik, Frankfurt a. M., 1981, pp. 235-299

60) Jefferson, G.: On the Secuential Organization of Troubles Talk in Ordinary Conversation, en: Social Problems, 35 (4), 1988, pp. 418-482

61) Wolff, S.: Das Gespräch als Handlungsinstrument, op. cit., pp. 79

62) Véase Scharrock, W. y Button, G.: The social actor: social action in real time, en: G. Button (ed.), op. cit., pp. 138-175

63) Luhmann, N.: Sistemas sociales, op. cit., pp. 113 y sig.

64) Parsons, T, Bales, R., Shils, A.: El movimiento de fases en relación con a motivación, la formación de los símbolos y la estructura de los roles, en: T. Parsons et. al.: (ed.): Apuntes sobre la teoría de la acción social, Amorrortu, B. Aires, 1970, pp. 153 y sig.

65) Parsons, T.: Zur Theorie der sozialen Interaktionsmedien, Westdeutscher Verlag, 1980, pp. 229 y sig.

66) Wilson, T. (1973): Theorien der Interaktion und Modelle soziologischer Erklärung, en : Arbeitsgruppe Bielerfelder Soziologen: Alltagswissen, Interaktion und gesellschsftlicher Wirkllichkeit, Rowohl, Reibeck bei Hamburg, pág. 54-80.

67) Parsons, T.: El sistema social, Revista de Occidente, Madrid, 1961 (orig. 1951)

68) Von Foerster, H.: Construyendo la realidad, en: P. Watzlawick et. al. (ed.): La realidad inventada, Gedisa, Barcelona, pp. 38-56

69) Garfinkel, H: Studies in ethnomethodology, Englewood Cliffs, N. J., 1967. También Robles, F: Los sujetos y la cotidianeidad. Elementos para una microsociología de lo contemporáneo, Ed. Sociedad Hoy, 1999. Robles, F.: El análisis conversacional desde la etnometodología, manuscrito inédito, Concepción, 2001

70) Denzin, N.: Symbolischer Interaktionismus, en: U. Flick et.al. (ed.): Qualitative Sozialforschung. Ein Handbuch, Rowohlt, Reinbeck, 2000, pp. 136-149

71) Baecker, D.: Das Spiel mit der Form, en: D. Baecker (ed.): Probleme der Form, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1993, pp. 148-158

72) Pollner, M.: El razonamiento mundano, en: F. Díaz (ed.): Sociologías de la situación, La Piqueta, Madrid, 2000, pp. 131-166

73) Garfinkel, H.: Studies in Ethnomethodology, Engelwood Clifft, N.J., 1967, pp. 10 y sig.

74) Blumer, H.: Interaccionismo Simbólico, Hora, Barcelona. 1982

75) Von Foerster, H.: Las semillas de la cibernética, op.cit., p. 89

76) Geertz, G.: La interpretación de las culturas, Gedisa, Barcelona, 1997, pp. 17-40

77) Schütz. A.: El problema de la realidad social, Amorrurtu, B.A., 1995, pp. 282-283

78) Robles, F y Arnold, M.: El lugar del sujeto en la sociedad. ¿Es posible una sociología reflexiva?, en: Metapolítica, Vol. 5, Nº 20, 2000, pp. 68-89

79) Luhmann, N.: Sistemas sociales, op. cit., pp. 113 y sig.

80) Wittgenstein, L.: Philosophische Untersuchungen, Suhrkamp, 1997.

81) Luhmann, N.: Observaciones de la modernidad, Piados, 1996, pp. 117

82) Goffman, E.: Relaciones en público, op. cit., pp. 63-64

83) Véase Graham, G.: Los atractivos de la dominación femenina, en: M. Delgado (comp..): La sexualidad en la sociedad contemporánea. Lecturas antropológicas FUE, Madrid, 1991

84) Luhmann, N.: Die Gesellschaft der Gesellschaft, op. cit., pp. 812 y sig.

85) Luhmann, N.: La Ciencia de la Sociedad, op. cit., pp. 288-289. Wolf, S.: Innovative Strategien quqlitativer Sozialforschung im Bereich der Psychotherapie, manuscrito, 1992

86) Robles y Arnold: El lugar del sujeto en la sociedad ¿Es posible una sociología reflexiva?, op. cit., pp. 82

87) Luhmann, N.: Die Form "Person", en: Soziale Welt, 42, 1991, pp. 166-175

88) Robles, F.: Inclusión, exclusión y construcción de identidad. El caso de las mujeres jefas de hogar en Chile, en: F. Robles: Los sujetos y la cotidianeidad, Ediciones Sociedad Hoy, Talcahuano, 1988, pp. 289-336

89) Garfinkel, Harold : Das Alltagswissen über soziale und innerhalb sozialer Strukturen, en : Arbeitsgruppe Bielerfelder Soziologen (ed.), op. cit., 1973, pag. 198-260.

90) Esta estrategia de abstinencia controlada ha sido desarrollada con precisión y genialidad por Stephan Wolf.

91) Véase Robles, F.: Metodicidad y práctica de la observación de segundo orden en la sociología, manuscrito inédito, 2002

92) Sacks, H.: La máquina de hacer inferencias, en: F. Díaz, op. cit., pp. 61-84

93) Luhmann, N.: Sistemas sociales, op. cit. pp. 119

94) Schenkeim, J.: Studies in the Organization of Conversation Analysis, New York, 1978

95) Goffman, E.: Frame analysis, Harper and Row, N.Y., 1971

96) Luhmann, N.: La sociología y el hombre, en: N. Luhmann: Teoría de los sistemas sociales II, UIA, ITESO, U. De Los Lagos, Talcahuano, 1999, pp. 215-226

97) Robles, F.: Los sujetos y la cotidianeidad, Ediciones Sociedad Hoy, Talcahuano, 2000, pp. 175 y sig.

98) Acerca del carácter incoherente de la sobrevaloración de las expectativas, véase Gibert-Galassi, J. y Correa, B.: La teoría de la autopoiesis y su aplicación en las ciencias sociales. El caso de la interacción social, en: La Cinta de Moebio, 12, Diciembre de 2001.

99) Weingarten E. y Sack F. (ed.): Ethomethodologie. Beiträge zu eine Soziologie des Alltagshandelns, Suhrkamp, Frankfurt a.M, 1976

100) Luhmann, N.: Die Gesellschaft der Gesellschaft, op. cit., pp.812

101) Eickelpasch, R y Lehmann, B.: Soziologie ohne Gesellschaft?, Juventa, Munich, 1983

102) Schegloff, E. y Sacks, H.: Opening and closings, en: R. Turner (ed.): Ethnomethodology, Harmondsworth, 1974

103) Robles, F. y Arnold, M.: Comunicación y sistemas de interacción, Revista MAD, Nº 3, Departamento de Antropología, Universidad de Chile, 2000

104) Glanville, R.: Comunication without Codig: Cibernetics, Meaning and Lenguage (How Lenguage, becoming a System, Betrays itself)", Invited paper in Modern Language Notes, Vol 111, no 3, 1996

105) Sacks, H.: Notes on Methodology, en: J. Atkingson y J. Heritage (ed.): Structures of social action. Studies in Conversation Analysis, Cambridge University Press, 1984

106) Robles, F.: Los sujetos y la cotidianeidad, op. cit., pp. 250 y sig.

107) Scott, M y Lyman, M (1973): Verantwortungen, en: Steinert, H. (ed.): Symbolischer Interaktion, Enke, Stuttgart, pp.. 294-315

108) Maturana, H.: Biologie der Sozialität, en: S. Schmidt (ed.): Der Diskurs des radikalen Konstruktivismus, Suhrkamp, Franfurt a.M., 1987, pp. 287-302

109) Robles, F.: El análisis conversacional desde la etnometodología, manuscrito inédito, 2001.

110) Wolf, S.: Text und Schuld. Die Rhetorik psichiatrischer Gerichtsgutachten, De Gruyer, Berlin, New York, 1995

111) Luhmann, N.: Observaciones de la modernidad, op. cit., pp. 199

112) Narens, L.: Vostellungssysteme der der Geisteskranken, en: Weingarten et. al., op. cit. pp. 272-294

113) Baecker, Dirk: Die Form der Kultur, manuscrito, 2002. También Luhmann, N.: La cultura como concepto histórico, en: N. Luhmann: Teoría de los sistemas sociales II, op. cit., pp. 189-214

114) Luhmann, N.: La realidad de los medios de masas, Anthropos, Barcelona, 2000

115) Luhmann, N.: Ökologische Kommunikation, Opladen, Westdeutscher Verlag, 1986. También Luhmann, N.: Ecología de la ignorancia, en: N. Luhmann: Observaciones de la Modernidad, Paidós, Barcelona, 1997, pp. 139-203

116) La tematización de los „parásitos" excluye cualquier acepción peyorativa y se remite a la obra de Michel Serres. Véase Serres, M.: Le Parasite, Paris, 1980

117) Véase sobre la distinción relevancia/opacidad Pintos, J.L.: Los imaginarios sociales. La nueva construcción de la realidad social, Cuadernos F y S, Madrid, 1995. También Baeza, M.A.: Los caminos invisibles de la realidad social, RIL, Santiago, 2000

118) Simon, F.: Die andere Seite der Krankheit, en: Dirk Baecker (ed.): Probleme der Form, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1993, pp. 266-289

119) Luhmann, N.: Funktion der Religión, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1977

120) Véase Bergson, H.: La evolución creadora, Espasa-Calpe, Madrid, 1973, pp. 15 y sig. También Schütz, A.: El problema de realidad social, Amorrortu, B.A., 1995, pp. 100-101

121) Fuchs, P.: Das seltsame Problem der Weltgesellschaft, Westdeutsche Verlag, Wiesbaden, 1997

122) Goffman, E.: Asyle. Uber die soziale Situation psychiatrische Patienten und andere Insassen, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1973

123) Spencer Brown, G.: Laws of Form, Bohmeier, Lübeck, 1997, pp. 98 y sig.

124) Varela, F. et al.: De cuerpo presente, Gedisa, Barcelona, 1997, pp. 158 y sig.

125) Luhmann, N.: Inclusión y exclusión, en: N. Luhmann: Complejidad y Modernidad. De la unidad a la diferencia, op. cit, pp. 167-196. Nasehi, A.: Inklusion, Exklusion-Integration, Desintegration. Die Theorie funktionaler Differenzierung und die Desintegrationsthese, en: W. Heitmeyer (ed.): Was hält die Gesellschaft zusammen?, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1997, pp. 113-148

126) Fuchs, P.: Das seltsame Problem der Weltgesellschaft, Westdeutscher Verlag, Opladen, 1997, pp. 119-121

127) Este argumento lo desarrollaremos más adelante.

128) Luhmann. N.: Confianza, Anthropos, Barcelona, 1996

129) Wolf, S.: Die Kunst der kleinen Trennugen, en: A. M. Schlösser y K. Höhfeld (ed.): Trennungen, Psychosozialverlag, Berlin, 1989, pp. 221-241

130) Garfinkel, H.: Condiciones para el éxito de ceremonias de degradación, Documento de Trabajo, Depto. De Sociología, UEDC, 1997 (Traducción de Fernando Robles en discusión con Omar Barriga)

131) Bergmann, J.: Klatsch. Zur Sozialform diskrete Indiskretion, de Gruyter, Berlin, 1987

132) Sacks, H.: Notes on Police Assessment of Moral Chatacter, en Sudnow, D. (ed.): Studies in Social Interaction, N.Y., pp. 280- 293

133) Denzin, N., op. cit.

134) Varela, F.: El fenómeno de la vida, Dolmen, Santiago, 2000, pp. 54

135) Wolf, S.: El principio de la abstinencia en la investigación cualitativa, manuscrito, 1999

136) Luhmann, N.: Sistemas sociales, op. cit., pp. 277 y sig.

137) Luhmann, N.: Sistemas sociales, op. cit., pp. 278

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Cinta de Moebio
Revista de Epistemología de Ciencias Sociales
ISSN 0717-554X