Cinta de Moebio: Revista de Epistemología de Ciencias Sociales

Barriga, O. y Henríquez, G. 2007. Una ontología del espacio social. Cinta moebio 28: 67-71

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Una ontología del espacio social

A social space ontology

Dr. Omar A. Barriga (obarriga@udec.cl) Departamento de Sociología Universidad de Concepción (Concepción, Chile)
Mg. Guillermo Henríquez (ghenriqu@udec.cl) Departamento de Sociología Universidad de Concepción (Concepción, Chile)

Abstract

The central concern given to the object of study in the research process, instead of paradigmatic a priori, has taken us to an epistemology that gives support this complementary view of methodological trends. However, this epistemological standpoint requires thinking about the nature of social reality. This work proposes a social ontology related to the concept of space that gives support to an epistemology proposed on geometry published previously by the authors.

Key words: ontology, epistemology, method, geometry.

Resumen

La centralidad otorgada al Objeto de Estudio en el proceso investigativo, en vez de apriorismos paradigmáticos, nos ha llevado a la elaboración de una epistemología que sustente esta visión complementaria de las corrientes metodológicas. Sin embargo, esa postura epistemológica requiere una reflexión sobre la naturaleza de la realidad social. Este trabajo propone una ontología social vinculada al concepto de espacio que fundamenta la epistemología basada en la geometría propuesta por nosotros anteriormente.

Palabras claves: ontología, epistemología, metodología, geometría.

Recibido el 20 Ene 2007
Aceptado el 16 Feb 2007

Introducción

Quisiéramos explicar cómo, en tanto sociólogos, concebimos el mundo en que vivimos, especialmente en cuanto sus aspectos sociales (1). Estamos en deuda con todos los autores que contribuyeron a este esfuerzo y a todos aquellos colegas y alumnos que han ayudado a formularlo. Desafortunadamente, no podemos citar fuentes específicas como el origen de ideas específicas presentadas en este artículo. Por tanto no se trata de “encontrar” autores, corrientes o paradigmas en estas palabras; dicho de otro modo, no estamos tratando de representar esos pensamientos, aunque sabemos que algunos están reflejados en nuestras posturas. De lo que se trata, simplemente, es de compartir la forma en que entendemos el mundo, es decir, compartir nuestra subjetividad…

Imaginémonos a nosotros mismos básicamente como una cosa pensante (lo que Descartes llamaba res cogitans). Algún tipo de cosa (2) que es capaz de procesar sensaciones (racional y emocionalmente), organizarlas y relacionarlas con sensaciones previas, y conservar los resultados de esas experiencias para futuras reflexiones (3). A esta cosa pensante le llamamos sujeto, y a estas capacidades y registros, que al fin y al cabo constituyen al sujeto, las denominaremos subjetividad (4).

Ahora, consideremos que esta subjetividad, al procesar las sensaciones que experimenta, se da cuenta de que hay otras cosas fuera de “sí mismo”, cosas con una cierta corporalidad, una res extensa por así decirlo. También se advierte que esta subjetividad, esta esencia, parece estar de algún modo ligada a un algo corpóreo, un cuerpo que parece habitar en cierto lugar que hemos decidido llamar el espacio físico. En este espacio físico, las diversas res extensa, incluyendo nuestra parte corporal, tienen ciertas características que han sido materia de reflexión de mucha gente. Y la comprensión de ese espacio físico es bastante interesante. No obstante, no es “ese” espacio el que nos interesa ahora.

Imaginemos también que esta subjetividad que es usted o yo, cuando sale a caminar por ese espacio físico, se encuentra repentinamente con otro res extensa que no es sólo bastante similar a nosotros en términos de apariencia física, si no que también afirma tener el mismo conjunto de capacidades que nosotros poseemos (y al “afirmarlo”, se las ha arreglado para comunicarse con nosotros y al hacerlo ha compartido un poco de su subjetividad). La lógica podría sostener que si nuestra subjetividad parece estar unida a un cuerpo físico, puede ser razonable suponer que un cuerpo físico similar al nuestro, que también afirma estar unido a una subjetividad, pueda también serlo de hecho.

Una Ontología del Espacio Social

Ahora, aquí está el problema. Nuestro “cuerpo” parece compartir cierta presencia en el espacio físico con el otro “cuerpo”. Aún así, nuestra subjetividad nos parece ser esencialmente diferente de nuestro cuerpo (5). En otras palabras, la subjetividad es de una naturaleza diferente a la de las cosas físicas. Bien entonces, si ambos cuerpos se encuentran en el espacio físico, ¿dónde se encuentran sus subjetividades? Si las subjetividades han de encontrarse, y su naturaleza esencial no se puede encontrar en el espacio físico, entonces ¿“dónde” se encuentran? Y, si efectivamente “se encuentran” en alguna parte, ¿qué tipo de lugar es este “espacio de las subjetividades”?

Cuando mencionamos el “espacio” de las subjetividades, no tomamos el término a la ligera. Einstein, en alguna ocasión en relación a la física dijo que ésta simplemente es un intento de entender la manera en que la naturaleza se manifiesta en el universo físico. ¿Se podría extender esta línea de razonamiento para afirmar que las ciencias sociales (sociología, si se prefiere) son simplemente un intento de entender la manera en que la naturaleza (6) se manifiesta en el universo social? La idea de un universo social es intrigante.

El universo físico, como lo conocemos, está compuesto fundamentalmente de masa y energía. La masa se manifiesta como materia y la energía se manifiesta en la forma en que la materia está organizada y en la manera como interactúa. Dado esto entonces, el universo físico puede entenderse como materia organizada en constante movimiento. Para ser capaz de hablar de “organización” o “movimiento” de la materia, se necesita un sistema de referencia que nos ayude a observar posiciones relativas, sean estas ubicadas en el tiempo y/o en el espacio.

A partir del razonamiento anterior nos permitimos dar un gran salto y, por analogía, tratemos de utilizar estos conceptos del mundo físico para comprender como podría ser un “universo social”.

Empecemos tratando de entender cuales son los elementos constituyentes, la “materia” si se prefiere, de este universo. Veamos, hasta ahora la única “cosa” (res) en este universo son las 2 subjetividades, ya mencionadas. Si extendemos esta analogía para incluir todas esas otras cosas que afirman ser capaces de pensar, tenemos esencialmente un “no-lugar” lleno de subjetividades. Puesto que no nos atrevemos a tratar de descifrar los elementos constituyentes de la res cogitans, y ahora sabemos que Demócrito estaba equivocado cuando postuló al átomo como el elemento constituyente más fundamental del universo físico, permítannos, por ahora, sólo afirmar que el universo social está constituido fundamentalmente por subjetividades.

Entonces, ¿cómo se organizan todas estas “subjetividades” dentro de este universo social? Esta es una pregunta de dos caras. Por un lado, ¿cómo están organizadas estas subjetividades en términos de posiciones relativas? y, por otro lado, ¿cómo cambian estas posiciones relativas?

La única forma en que podemos concebir un sistema de referencia para examinar las “ubicaciones” de estas subjetividades en relación a las otras, de definir un “espacio social” que contenga estas subjetividades, es tratar de comprender el grado en que ellas comparten elementos comunes; elementos comunes en términos de cómo ellas procesan, organizan, relacionan y guardan experiencias. Se puede decir que dos subjetividades son “cercanas” en la medida que es mayor la cantidad de elementos comunes que comparten. Además, podemos señalar que un fenómeno se vuelve social cuando al menos dos subjetividades registran ese fenómeno (Barriga y Henríquez 2005). Mientras más similares sean esas dos subjetividades en cuanto a cómo conciben un fenómeno, más cercanas se vuelven esas dos subjetividades dentro del espacio social, al menos en relación a ese fenómeno. La subjetividad así compartida (7) fundamentalmente vincula dos (o más) res cogitans, a través de res extensa, y al hacerlo genera una “cosa” de una naturaleza ya totalmente diferente de las dos “cosas” anteriores, una res socialis, por así decirlo. Fundamentalmente, lo que estamos diciendo es que, para nosotros, la verdadera esencia de un fenómeno social es que se trata de un fenómeno sobre el cual diferentes subjetividades comparten, en mayor o menor grado, ciertos aspectos. El grado en que comparten puede ser desde muy leve (como simplemente estar de acuerdo en la mera existencia de algo, ya sea una cosa o pensamiento) hasta muy profunda (como un total acuerdo sobre el carácter de un fenómeno). Sin embargo, no es el grado del compartir lo que lo hace social, sino el simple hecho de compartirlo.

Por lo demás, ni siquiera afirmamos que el compartir de estas subjetividades tiene que ocurrir por medio de algún esfuerzo comunicativo. Puede suceder debido a algún cruce de un fenómeno físico externo y alguna habilidad cognitiva inherente. El hecho que anoche hubo un eclipse lunar puede dejar una marca en mi subjetividad, así como en la de cualquier otro que lo haya presenciado, a pesar de que no hubo comunicación “inter-subjetiva”, sólo una suerte de conjunto de condiciones “trans-subjetivas”. Téngase presente que esto no significa que la comunicación inter-subjetiva no sea social, ciertamente lo es; pero sí significa que podemos extender la noción de social un poco más allá de lo meramente inter-subjetivo.

Entonces, tenemos un universo social poblado por subjetividades que comparten, en mayor o menor grado, elementos básicos, entre sí y que se organizan dentro de un espacio sobre la base de qué tan similares o diferentes son, o qué tanto de cada subjetividad es compartida  con cada una de las otras.

De acuerdo a nuestros conocimientos de geometría básica, sabemos que una vez que la distancia entre un conjunto particular de elementos está determinada, la disposición en el espacio se vuelve cada vez menos flexible y el sistema de elementos empieza a tomar una forma específica. La disposición de todas las subjetividades (pasado y presente, puesto que podemos compartir subjetividades con aquellas anteriores a nosotros) basadas en el grado de subjetividad compartida entre cada díada le da al espacio social su “forma”. No postulamos la subjetividad compartida o la forma del espacio social como hechos irrefutables, sólo que, como abordajes heurísticos, poseen ciertas ventajas que trataremos más adelante.

Por lo tanto, tenemos un espacio social -que no es reducible a un fenómeno físico-, poblado por subjetividades dispuestas de una manera específica, adquiriendo una forma. Cada idea, emoción u objeto físico, en la medida que genere algún tipo de reconocimiento compartido entre al menos dos subjetividades, se vuelve un objeto “social”, una res socialis. Y son estos objetos sociales los que se constituyen en el objeto fundamental de estudio de las ciencias sociales.

Consideremos ahora, un sistema de referencia para ayudarnos a navegar en este espacio social. La “unidad de medida” básica para lo que es compartido entre dos subjetividades sólo puede ser esa específica subjetividad compartida. Esto se debe a que la cantidad de elementos comunes entre dos subjetividades, dados todos los pequeños factores que afectan cómo cada uno de nosotros construye sus subjetividades, tiene que ser única. A pesar de que no estamos preparados para afirmar esto como una certeza teórica, parece muy probable en un nivel práctico. Para que la cantidad de subjetividad compartida entre dos personas (8) pueda ser útil como “medida”, debe ser estandarizada mínimamente vinculándola al tiempo. No debería sorprender que en el diario vivir, a menudo hablamos de estar cada vez más cercanos o más distantes de alguien; y las primeras quejas de estar cada vez más distantes es que ya no hablamos, no compartimos intereses comunes, etc.

Mientras que la cantidad de subjetividad compartida puede ser independiente de la conciencia que se tenga de ella por ambas partes, el hecho de que cualquier observación es inherentemente subjetiva implicaría que toda evaluación realizada del grado de subjetividad compartida entre dos personas es dependiente del observador. Principalmente, cada díada, en la medida en que compartan alguna subjetividad, tiene dos evaluaciones distintas del grado en que es compartida, una para cada uno de los 2 miembros de la díada. Si cada relación de díada tiene 2 dimensiones fundamentales, entonces el número de dimensiones distintas en un sistema de N subjetividades puede tener un valor máximo de N(N-1).

Afortunadamente, como observador, las únicas dimensiones que están teóricamente disponibles para mí son aquellas vistas desde mi lado, por lo cual sólo puedo tener acceso a N-1 dimensiones. Esto es teóricamente, en un nivel práctico la cantidad es mucho más reducida. Fundamentalmente, se podría describir a la investigación de las ciencias sociales como el uso de la red de subjetividades compartidas que otras personas poseen para ayudarnos a estructurar una visión de cierta parte de ese universo social. En otras palabras, la investigación social busca ver, a través de las subjetividades de otros, cómo el universo social se organiza a lo largo de dimensiones determinadas en regiones específicas del espacio. Esta distinción es importante para nosotros, porque concebimos las regiones del espacio social como suposiciones ontológicas y las dimensiones necesarias para navegarlas son una opción epistemológica.

Nuestro problema fundamental ahora es el siguiente. Cuando un investigador está definiendo su objeto de estudio, ese res socialis que quiere comprender en gran detalle, cada persona puede tener una forma única de asumirlo, pero algunos elementos son compartidos (de otro modo no sería una res socialis) y otros no lo son. El investigador busca compartir en la subjetividad de otras personas sobre ese fenómeno particular. Sin embargo, debido a que las dimensiones son únicas, esta comprensión requiere las aparentemente incompatibles tareas de, por un lado, evaluar qué se comparte a lo largo de todas aquellas subjetividades que estamos estudiando y, por el otro lado, qué es único para cada subjetividad (reconociendo que al compartirlas conmigo ya no son únicas).

Debido a que esto remite a tareas gigantescas, la ciencia ha desarrollado teorías, métodos y epistemologías que nos ayudan a eliminar las dimensiones inútiles y retener las dimensiones útiles, en la medida en que contribuyan a nuestro entendimiento sobre un fenómeno particular. Desafortunadamente, el uso de teorías, métodos y epistemologías en las ciencias sociales ha tendido a crear más divisiones que a unificar, llegando a menudo a asumir el aspecto de dogmas en competencia.

Desde un punto de vista pedagógico, entonces, la pregunta es ¿cómo podemos ayudar a nuestros alumnos, dado que están empezando su carrera como científicos sociales, a mantener las mentes abiertas cuando se enfrenten a un problema de investigación al momento de definir el objeto de estudio? Empezamos concibiendo la etapa de recolección de información de un proyecto de investigación como la descomposición constante de las dimensiones complejas de mi objeto de estudio (entendido como la res socialis y todo lo que eso implica) en niveles de complejidad menor con unidades de análisis, unidades de observación, variables, indicadores e información que permitan un intento razonable de hacer observaciones sistemáticas de ese objeto (Henríquez y Barriga 2005). También suponemos que las dimensiones son, en realidad, nada más que “aspectos” de un objeto que deseamos observar.

En los enfoques tradicionales para la investigación científica social, el primer paso hacia la desagregación de estos objetos de investigación supone revisar la literatura. A pesar de que no nos guste admitirlo, la selección bibliográfica que hacemos está a menudo sesgada por aquellas opciones personales a las cuales nos aferramos dogmáticamente, como posturas teóricas, metodológicas y epistemológicas que consideramos las correctas (9). Entonces, ¿cómo podemos hacer una primera aproximación a nuestro tema de investigación con una postura “pre”- científica que es teórica, metodológica y epistemológicamente abierta y flexible? ¿Cómo podemos abordar nuestro objeto de estudio otorgándole a todas las posiciones paradigmáticas una oportunidad equivalente para ofrecer su contribución única a nuestro entendimiento de la res socialis y no negar a priori cualquier contribución posible?

Para responder a estas interrogantes sugerimos una herramienta de reducción dimensional. Si la res socialis tiene una forma en el espacio social y la mayor reducción dimensional básica que me permite navegar el sector del espacio social donde ese objeto está ubicado es por los ejes empírico, teórico, metodológico y epistemológico (10), entonces se debería intentar una mayor reducción a dos dimensiones (11).

Conclusión

Dado que el espacio social está constituido por subjetividades, la esencia de la reducción dimensional está en focalizar nuestra atención en qué aspectos de estas subjetividades estamos examinando. Las dos dimensiones básicas que proponemos son:

1) Un eje de subjetividad intra-extra, centrado en la naturaleza de la res socialis, donde el aspecto fundamental considerado es si la res socialis en la que estamos interesados puede ser ubicada más cerca de aquellos procesos internos a las subjetividades o externos a las subjetividades.

2) Un eje de subjetividad inter-trans, centrado en la naturaleza del objeto de estudio, donde el aspecto fundamental considerado es si nuestro interés en la res socialis busca principalmente entender sus propiedades emergentes o sus propiedades condicionadas.

El mapa perceptual que surge del cruce de estas dos dimensiones (Barriga y Henríquez 2005) nos permite ubicar nuestro objeto de estudio (el que, después de todo, es nuestro interés específico en una res socialis particular), en algún lugar de este plano basado en la ubicación de la res socialis en relación al res cogitans (el eje vertical) y la ubicación de nuestro interés en relación a las propiedades condicionadas o emergente del res socialis (el eje horizontal). Una vez que hayamos ubicado un área general dentro del plano, entonces podemos centrar nuestra investigación bibliográfica en aquellas teorías, métodos y epistemologías que son más fructíferas en esa particular área del espacio social. Nuestro espectro de puntos de vista disponibles se estrecha no por posturas a priori, sino más bien por reflexiones metódicas en torno a los aspectos más fundamentales de qué es exactamente lo que quiero saber.

En fin, lo que pretendemos hacer aquí es vincular una propuesta epistemológica, que busca compatibilizar las grandes tradiciones paradigmáticas, con una propuesta ontológica que busca definir la naturaleza de la realidad social en función exclusiva del sujeto y de su subjetividad. De esta forma, se cruza la brecha subjetiva/objetiva de una forma relativamente novedosa que utiliza una conceptualización geométrica para lograrlo. Las herramientas de la matemática utilizadas para definir una ontología que, contrariamente a lo que se podría pensar, trabaja exclusivamente sobre subjetividades… ¿un paso más hacia la superación del debate paradigmático? Nosotros así lo esperamos.

Notas

(1) Trabajo presentado en la Comisión de Metodología y Epistemología de las Ciencias Sociales del XXV Congreso de la Asociación Latino Americana de Sociología en Porto Alegre, Brasil.

(2) Cosa de origen y naturaleza desconocidos, aunque tenemos algunas ideas sobre esto último.

(3) Sabemos que suena extremadamente mecánico pero, estamos tratando de expresarnos a través de una analogía que es clara y fácilmente comprendida sin acudir al lenguaje y conceptos usualmente utilizados en la disciplina.

(4) En el presente trabajo acepte sólo esta definición de la palabra, no trate de inferir cualquier otro significado de ésta más allá de aquel que le hemos dado.

(5) Por favor considere que no estamos afirmando cuales puedan ser esas diferencias, sólo pensamos que los humanos, en su esencia, creen que hay algo inherentemente diferente entre la mente (res cogitans) y el cuerpo (res extensa).

(6) Es importante reconocer que la palabra “naturaleza” fue usada por Einstein en un sentido de “esencia”, de una fuente transcendental, no en el sentido de “lo físico” que las ciencias sociales normalmente le atribuyen a la palabra.

(7) Por favor observe que utilizamos compartida en el sentido de “tener en común”, no en el sentido de “dar y recibir”.

(8) Sinceramente creemos que la restricción de este enfoque para la subjetividad humana es arbitrario. Creemos que otros animales pueden también compartir subjetividades con cada otro así como nosotros; incluso si es al nivel más básico, tales como hambre, dolor, etc. No obstante, ese es tema para otra oportunidad.

(9) No queremos considerar, por ahora, otros aspectos como el político o el ideológico.

(10) Para un tratamiento mas detallado de estas cuatro dimensiones básicas, ver Barriga y Henríquez, 2003.

(11) Nuestras limitaciones sensoriales sólo nos permiten captar y comprender el sentido de tres dimensiones y una visualización gráfica hace fácilmente comprensible dos dimensiones.

Bibliografía

Barriga, O. y Henríquez, G. 2005. El plano alfa del objeto de estudio. Cinta Moebio 24: 1-8.

Barriga, O. y Henríquez, G. 2003. La presentación del objeto de estudio: Reflexiones desde la práctica docente. Cinta Moebio 17: 1-11.

Henríquez, G. y Barriga, O. 2005. El rombo de la investigación. Cinta Moebio 23: 1-8.

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Revista de Epistemología de Ciencias Sociales
ISSN 0717-554X