Cinta de Moebio: Revista de Epistemología de Ciencias Sociales

Ramos, C; Canales, A. y Palestini, S. 2008. El campo de las ciencias sociales en Chile: ¿convergencia disciplinar en la construcción del objeto de estudio? Cinta moebio 33: 171-194. doi: 10.4067/S0717-554X2008000300002

PDF


El campo de las ciencias sociales en Chile: ¿convergencia disciplinar en la construcción del objeto de estudio?

The field of the social sciences in Chile: disciplinary convergence in the construction of the study object?

Dr. Claudio Ramos-Zincke (cramos@uc.cl) Departamento de Sociología. Universidad Alberto Hurtado (Santiago, Chile).
Mg. Andrea Canales (andrea.canales@sociology.ox.ac.uk) Departamento de Sociología. Universidad de Oxford (Oxford, Inglaterra).
Lic. Stefano Palestini (spalestini@uahurtado.cl) Departamento de Sociología. Universidad Alberto Hurtado (Santiago, Chile).

Abstract

The article presents empirical findings characterizing the social sciences field in Chile, in the period 2000-2006, regarding its cognitive processes, in a disciplinary comparison. For the research, it was constituted a corpus of 479 publications reporting investigations whose authors are sociologists, political scientists and anthropologists. It was analyzed the way in which such investigations built scientific facts, considering paradigmatic framing, theoretical construction, and methodological procedures.

Key words: scientific field, scientific paradigm, social research, disciplines, methodology.

Resumen

El artículo presenta los resultados de una investigación empírica que busca caracterizar el campo de las ciencias sociales en Chile, en el período 2000-2006, en cuanto a su proceso cognitivo, comparando entre las disciplinas. Para ello se constituyó un corpus de 479 publicaciones en las cuales se reportan investigaciones cuyos autores son sociólogos, cientistas políticos y antropólogos. Se analizó la forma en que, en tales investigaciones, se construyen los hechos científicos, en cuanto a encuadramiento paradigmático, construcción teórico conceptual y procedimientos metodológicos.

Palabras clave: campo científico, paradigma científico, investigación social, disciplinas, metodología.

Introducción

El campo de la ciencia social en Chile es de reciente configuración, con apenas medio siglo de historia. En la fase actual, inaugurada a principio de la década de los 90 con el retorno de la democracia, han desaparecido los obstáculos políticos para el desarrollo de las ciencias sociales experimentados durante el período de la dictadura militar (1973-1989); las diferentes disciplinas han visto multiplicarse sus medios institucionales; el Estado ha incrementado significativamente su demanda de investigaciones; y el campo ha adquirido –o recuperado– una significativa y notoria legitimidad social (Courard y Frohmann 1999, Garretón 2005).

En el período de tránsito a la presente etapa democrática se realizaron varios estudios sistemáticos sobre el campo de las ciencias sociales en Chile, con especial énfasis en la sociología (Barrios y Brunner 1988, Bruner 1988, Brunner, Hopenhayn, Moulian y Paramio 1993). En años recientes, la conciencia de estar en un nuevo momento, y de que las disciplinas de las ciencias sociales están teniendo una particular relevancia en el país ha motivado diversos estudios. En ellos se ha indagado en algunos aspectos del campo tales como los cambios en la práctica profesional de la sociología (Gómez y Sandoval 2004); la evolución de la producción en ciencia política en el período 1980-2000 (Rehren 2005); las percepciones y preocupaciones de los integrantes de la ciencia política sobre su disciplina (Fernández 2005); los períodos de desarrollo de las ciencias sociales, con énfasis en las configuraciones institucionales y contexto sociopolítico (Garretón 2005); y las características en términos paradigmáticos de las investigaciones sociológicas (Ramos 2005). De estas últimas investigaciones, la de cobertura más amplia es la de Garretón, que contempla todo el recorrido de las ciencias sociales en el país, desde su fundación.

En el presente trabajo se busca aportar al conocimiento del campo en el período actual, poniendo el foco en un aspecto que ha sido menos estudiado de manera sistemática: el proceso mismo de producción de conocimientos científico sociales, y con una perspectiva comparativa entre las disciplinas. ¿Cómo toma forma la construcción de la observación científica y del hecho científico? ¿Cuáles son las características más distintivas del proceso de investigación social en nuestro país, y cuáles son las similitudes y diferencias entre disciplinas? (1)

El texto se organiza del modo siguiente: (1) Comenzamos revisando el problema de la diferenciación disciplinaria en las ciencias sociales y el debate sobre la unificación o mantención de las diferencias entre disciplinas, lo cual nos permite precisar algunas de las interrogantes de la investigación; (2) en el punto siguiente explicamos el procedimiento seguido en el trabajo empírico; (3) en lo medular, nos referimos comparativamente a la forma en que es construida la observación científica por cada una de las disciplinas, considerando su encuadre paradigmático, construcción teórica y construcción metodológica; (4) concluimos sintetizando las respuestas que, a partir de la información obtenida, es posible plantear a las interrogantes aquí formuladas.

¿Convergencia entre las disciplinas de las ciencias sociales?

La ciencia social toma forma operativa en sus diferentes disciplinas. Estudiar el campo involucra visualizar las configuraciones intra e interdisciplinarias. El renombrado informe de la Comisión Gulbenkian (Wallerstein 1996), sobre la “reestructuración de las ciencias sociales”, proveyó un análisis orientador el cual ha sido compartido y enriquecido por diversos análisis posteriores (Unesco 1999, OECD 2004). En todos ellos está la pregunta sobre las formas más adecuadas, en la sociedad actual, para la construcción de conocimientos científico-sociales, para la constitución interna del campo y para su uso social. Uno de los puntos de coincidencia en estos estudios, ratificado por diversos otros investigadores de la ciencia social, es que la actual constitución disciplinaria de las ciencias sociales –divididas en sociología, antropología, etc.– responde a una construcción sociohistórica (Manicas 1990, Wallerstein 1996) que crecientemente se hace problemática e inadecuada para las necesidades actuales de generación de conocimiento.

Por lo demás, nunca, a través del desarrollo histórico de las ciencias sociales, han quedado clarificados inequívocamente los criterios de definición y de autodefinición de las diversas disciplinas: ¿por “objeto de estudio”, por metodología, por perspectiva teórica, por referencia a un área de práctica y a una profesión? (Wagner 1999). Caso especialmente evidente de estas dificultades de delimitación lo ofrece la antropología, que en el pasado ha aparecido diferenciada de la sociología por el tipo de pueblos que estudiaba y por el uso del método etnográfico. Hoy esa distinción, de acuerdo al objeto o al método, se habría diluido totalmente (Giddens 2000, Wagner 1999).

Adicionalmente, en la sociedad actual, las demandas sociales de conocimiento se plantean en términos no disciplinarios (Wagner 1999) y, por otro lado, operaría un “nuevo modo de producción de conocimiento”, donde el conocimiento es creado en espacios sociales y económicos transdisciplinarios (Gibbons 1994).

Frente a esa situación, surgen los planteamientos reiterados durante los años recientes (Wallerstein 1996, Unesco 1999, OECD 2004, Wallerstein 2005) de “abrir las ciencias sociales”, de reestructurar la forma de producción de conocimiento en el campo, de reconectar las “dos culturas” –la de la ciencia y la de las humanidades– y de romper con las barreras de las ciencias sociales, tanto internas, entre las disciplinas integrantes, o externas, con la filosofía, la historia, la literatura y las artes. Esto plantea, ciertamente, múltiples desafíos, epistemológicos, metodológicos y teóricos.

Pero, las disciplinas científicas además de ser constructos intelectuales son también enmarcamientos organizacionales (“organizational containers”) y “comunidades culturales” (Wallerstein 2004). Mientras las distinciones intelectuales entre las disciplinas se han ido esfumando, las estructuras organizacionales universitarias, típicamente facultades (superdisciplinas) y departamentos (disciplinas), asociadas a la disponibilidad de recursos y poder, se han tendido a mantener (Wallerstein 2004). Los elementos organizacionales y culturales poseen una mayor inercia, resistiendo a las redefiniciones cognitivas.

La estructura disciplinaria presentaría diversas conveniencias prácticas –particularmente, de acuerdo a Abbott (2001), en cuanto a la transmisión de conocimientos y en cuanto a la conexión con el mercado laboral– que explicarían su persistencia, al menos en el caso de USA, y su difusión a otras regiones. El mapa de las estructuras sociales disciplinarias, según muestra Abbot (2001:122-129), ha sido notablemente estable en USA y, paralelamente, los discursos promoviendo la interdisciplinariedad y anticipando la pronta materialización de la convergencia, se han dado prácticamente desde el inicio de tal diferenciación.

Una crítica significativa a los planteamientos de la Comisión Gulbenkian es la de Burawoy, según el cual la comisión no considera adecuadamente los entrelazamientos entre las disciplinas y la sociedad. Esa unificación propuesta y promovida por la Comisión sería una “reestructuración olímpica” que desatendería la constelación de intereses que entrecruzan las ciencias sociales y haría una mala lectura de las tendencias empíricas (Burawoy 2005: 508). De tal modo, aunque se incrementen las manifestaciones de multidisciplinariedad, sería razonable prever la mantención de las divisiones disciplinarias, asentadas en sus “objetos” diferenciados: poder, sociedad civil, economía, etc., los cuales corresponden a las esferas en que se divide la sociedad capitalista. Burawoy va más allá y su propia proclama, en contraste a la hecha por la Comisión, es a “provincializar las ciencias sociales”, a enraizarlas en sus particulares contextos de producción. Para esto él pone énfasis en otra división, interna a las disciplinas –entre formas académicas, críticas, de diseño de políticas y públicas–, todas las cuales deberían desarrollarse y complementarse entre sí.

Coincidente con esa concepción de una estabilidad disciplinaria difícil de alterar sería la posición de Bourdieu. Según éste, por un lado, es el punto de vista disciplinario el que crea el objeto, y así cada una de las disciplinas se define a través de su propio principio de construcción de realidad. Además, por otro lado, cada disciplina constituye históricamente un campo local relativamente delimitado y estable, que se inscribe en instituciones y produce un habitus científico distintivo que a su vez contribuye a la reproducción cognitiva e institucional de ese campo disciplinar (Bourdieu 2004). Ello lleva a una fuerte inercia y a que el cambio ocurra sólo muy lentamente, producto de las luchas internas y de la fuerza relativa de los contendientes.

Respecto a Chile, en su análisis de las ciencias sociales en el período post-autoritario, Garretón (2005) coincide con la Comisión Gulbenkian, y afirma la existencia de una convergencia en materias sustantivas, en las “perspectivas, tópicos y enfoques, tanto como en las técnicas de investigación”, que irían en dirección opuesta a la institucionalización diferenciada disciplinariamente y –dice– “en la práctica es difícil distinguir una especificidad disciplinar” (Garretón 2005:394). Estaríamos así –según él– en un período en que coexisten las diferencias formales, típicas de la institucionalización universitaria, con similitudes sustanciales en el trabajo de estas disciplinas. En apoyo de su argumentación, estaría el surgimiento, en los últimos años, de diversos programas inter o transdisciplinarios, con variado estatus institucional – estudios de género, estudios urbanos, estudios comunicacionales– tal como ha ocurrido internacionalmente. Previamente, además, en los 80, bajo la dictadura, los centros independientes desvinculados de la institucionalidad universitaria y disciplinar proveyeron una significativa proporción de la investigación en ciencias sociales y potenciaron un trabajo interdisciplinar (2).

Las disciplinas que más habitualmente se incluyen dentro de las “ciencias sociales” son: sociología, antropología, ciencia política y economía (Wallerstein 1996, 2004). En esta investigación consideramos sólo las tres primeras disciplinas. No incluimos la economía porque, por una parte, debido a su deriva histórica, esta disciplina, fuertemente acoplada al sistema económico, se ha separado y diferenciado marcadamente de las otras disciplinas. Por otra parte, no la incluimos por razones prácticas, dada la complejidad que tendría por sí sólo el estudio de esta disciplina.

Los planteamientos de la Comisión Gulbenkian, así como en el plano chileno los de Garretón, contienen una proyección de lo deseable y paralelamente reconocerían tendencias que operan fácticamente. Nuestro foco es lo segundo, en cuanto al proceso sustantivo de generación de conocimiento, como vía para aproximarnos a la situación disciplinaria de las ciencias sociales en el país. Dada la mayor inercia de la dimensión institucional, la convergencia sería esperable que surgiera de los procesos cognitivos. Nuestra pregunta central entonces es acerca de la existencia de homogeneidad o diversidad en la forma en que tales disciplinas construyen su objeto de conocimiento.

En tal construcción, cabe reconocer, más directamente, componentes teóricos y metodológicos con los cuales tal construcción se lleva a cabo, y, de manera menos explícita, encuadramientos paradigmáticos que permiten que tal construcción se sostenga. A partir de eso nos planteamos diversas preguntas derivadas: ¿cuánta diferenciación teórico conceptual se produce en la construcción del objeto de estudio?, ¿cuánta convergencia en materia de encuadramientos paradigmáticos?, ¿en qué grado se comparten procedimientos metodológicos?, ¿cómo son las relaciones de vecindad cognitiva entre estas disciplinas? Eso nos proveerá de un conjunto de antecedentes –cognitivos, sustantivos– para responder si la situación existente permite hablar de unificación o vislumbrar tendencias en tal dirección. Para tener un cuadro más completo habría que sumar los antecedentes respecto a la situación institucional de las disciplinas y su incidencia en las posibilidades de convergencia; pero esto no lo consideraremos en el presente texto.

Metodología seguida para estudiar la producción científico-social

Para nuestra investigación nos hemos basado en la producción científica de los investigadores nacionales o establecidos en el país, tal como se expresa en las publicaciones aparecidas en el campo –provenientes de la sociología, ciencia política y antropología social–, durante un período de siete años: 2000 a 2006. Con tal fin, se realizó una exhaustiva búsqueda de materiales, en formato de libro, artículo o documento de trabajo, revisando fuentes de producción de todo el país y publicaciones internacionales.

Para que un texto fuera finalmente seleccionado, después de varios ciclos de revisión, para incorporarse al corpus de estudio, tenía que corresponder a una investigación científica empírica o a una investigación teórica. Lo de “empírico” se entiende en sentido amplio. Significa que se analiza e interpreta la realidad social (como quiera que se la entienda) valiéndose de materiales provenientes de la experiencia social, vía entrevista, encuesta, observación directa, uso de datos secundarios, análisis de algún tipo de documentos o material audiovisual, u otros medios. En el caso de los textos teóricos, para que fueran considerados “investigación” tenían que corresponder a un trabajo sistemático, que conllevera un planteamiento propio, original, y que aportara conocimiento nuevo. En todos los casos se requería además una suficiente explicitación del procedimiento y fuentes empleadas, y sistematicidad en su presentación.

Finalmente quedaron 479 textos correspondientes a investigaciones, 91% de ellas de carácter empírico, a partir de los cuales estamos caracterizando la producción científica del campo social, en el período actual (3). Tales textos corresponden al universo de trabajos de investigación que reunían las características requeridas, con la exclusión solamente de textos a los que no hayamos tenido acceso.

La distribución por disciplinas, de las investigaciones disponibles, se aprecia en la tabla siguiente. Además de las investigaciones pertenecientes a las tres disciplinas consideradas, un 12,7% del total tenía una doble pertenencia: a sociología y ciencia política o a sociología y antropología. Esta doble pertenencia tiene dos orígenes: investigaciones realizadas por equipos interdisciplinarios, o investigadores que poseen una formación académica formal en ambas disciplinas. No se dio el caso de la combinación ciencia política–antropología, ni la combinación de las tres disciplinas. Esto ya nos dice algo sobre las afinidades y distancias entre las disciplinas estudiadas.

Tabla 1. Distribución de las disciplinas (cifras relativas y absolutas)

ramos1

Al atender al campo en su conjunto, las combinaciones merecen atención y por eso las hemos incluido. Para el análisis de la situación de cada disciplina hemos considerado también la distribución sin combinaciones. Un 12,8% de las investigaciones integran entre sí los conocimientos disciplinarios y cabe preguntarse si eso se expresa efectivamente en la forma de construcción científica de la investigación. Podría plantearse, hipotéticamente, que estos grupos constituyen zonas de borde en las cuales las disciplinas se hibridan, en las cuales se producen asimilaciones en el “sentido práctico” de investigadores de diferentes procedencias disciplinarias, lo cual puede contribuir a la eventual convergencia cognitiva. Esto será materia de chequeo en puntos siguientes.

Una vez que estuvo constituido el corpus textual reportando investigaciones fue sometido a una extensa pauta de análisis de contenido. Esto fue realizado por los investigadores mismos, para garantizar la confiabilidad de las interpretaciones, las cuales requerían conocimiento sobre el procedimiento investigativo científico social.

En las tres secciones siguientes abordaremos los resultados, en cuanto a la forma en que las investigaciones, especialmente las de índole empírica, llevan a cabo la construcción de su observación científica, dentro del campo de la ciencia social.

Encuadre paradigmático de las investigaciones

En la construcción científica del objeto de estudio alguno de los aspectos más fundamentales no son explícitos ni están formalizados. Son marcos que sostienen toda la construcción, pero que no son tematizados en la investigación misma, que trascienden lo teórico y metodológico. Corresponden a supuestos o creencias de índole epistemológica, ontológica y axiológica, que facilitan resolver los problemas de “subdeterminación” de toda teoría por la experiencia –permiten discernir entre construcciones alternativas frente a las ineludibles insuficiencias en los dispositivos de referencia a la “realidad”.

Abordamos esta dimensión apelando al concepto kuhniano de paradigma científico (Kuhn 1971, Barnes 1986). Tal concepto alude de manera muy central a los supuestos y creencias, sostenidos por los científicos, sobre cómo es posible conocer la realidad –cuál es la índole de la relación entre sujeto y objeto de conocimiento–, sobre cómo está constituida la realidad, y sobre la manera de atribuir carácter de “verdad” a los conocimientos. En otros términos, la noción de paradigma busca explicitar dimensiones fundamentales que condicionan el proceso de construcción de la observación científica, que anteceden y prefiguran las condiciones de posibilidad de los programas metodológicos y teóricos de la investigación científica. Los paradigmas científicos constituyen tradiciones de investigación a las cuales los investigadores se van incorporando a través de su socialización en el campo, con grados diversos de conciencia sobre ello.

Para discernir y especificar los paradigmas en las ciencias sociales hemos considerado, por un lado, los tres paradigmas que han sido mayormente reconocidos como tales en el campo de la sociología (Giddens 1987, Habermas 1972, Habermas 1984, Bauman 2002, Guba y Lincoln 1998) (4): (1) el positivista, en su versión revisada y renovada –postpositivista– (5), postpopperiana, que admite las “indeterminaciones” del conocimiento generado, derivadas de la carga teórica de toda observación y del ineludible efecto de la mediación instrumental, y está muy consciente del carácter conjetural de la ciencia; (2) el interpretativo, heredero directo de la fenomenología y de la hermenéutica, con su epistemología construccionista; (3) el crítico, con sus enraizamientos en el marxismo, y prolongado en nuevas versiones, neomarxistas o habermasianas, que concibe en toda investigación social una dimensión de acción sobre el mundo, sea para mantener el orden establecido o para cambiarlo, y que derivadamente plantea el requerimiento de una orientación valórica e ideológica que la conduzca en una dirección liberadora. Además, consideramos dos tradiciones más recientes de producción de conocimientos que pueden considerarse candidatas al rango de paradigma científico: (4) la corriente posmodernista, que constituye una radicalización del planteamiento interpretativo, que cuestiona las pretensiones de superioridad del conocimiento científico, en cualesquiera de sus variantes, y busca desmontar las estructuras que sostienen todo discurso, incluido el científico (Best y Kellner 1997, Rosenau 1992); y (5) el enfoque sistémico luhmaniano con su constructivismo radical, desontologizante, que concibe la ciencia como un sistema observador, como una red de operaciones comunicativas de carácter autopoiético, que se autoconstituye junto con constituir su objeto (Luhmann 1996).

Cabe señalar que desde las “teorías de la complejidad” parece abrirse paso una nueva perspectiva paradigmática, cuyos eventuales cruces con la teoría de sistemas son todavía inciertos (Byrne 1998, Reynoso 2006), particularmente porque en ella tiende a primar un realismo más afín con los postulados del realismo crítico de Bhaskar (2008) que con los del constructivismo radical de Luhmann. De cualquier modo, hasta el momento su incidencia en la sociología es reducida a nivel internacional y no hay manifestaciones de ella en la investigación local. Por tal razón no incluimos esta perspectiva.

Para clasificar cada texto hemos revisado y registrado diversas características relevantes desde el punto de vista paradigmático, tales como la forma de relación entre el investigador y la “realidad”, el sentido de verdad con el cual se opera, y el diseño de la investigación. Luego de tal revisión, clasificamos la investigación a través de un procedimiento de cluster analysis, considerando siete variables generadoras: postura epistemológica del investigador, sentido de verdad, presencia de valores, índice de ingerencia de los valores en la investigación, supuestos sobre el carácter objetivado o significativo de la realidad, índice de positivismo metodológico e índice de desarrollo metodológico interpretativo. El agrupamiento más consistente e interpretable generó cuatro conjuntos de investigaciones, dos que pueden considerarse variantes del postpositivismo, y dos que son fundamentalmente enmarcables en el paradigma interpretativo. Los agrupamientos resultantes aparecen en la Tabla 2 (6).

Lo que prima son dos grandes encuadres paradigmáticos: el positivismo y el paradigma interpretativo, siendo el positivismo el que congrega la mayoría de las investigaciones del campo de las ciencias sociales: 54,4% de todas las investigaciones pueden adscribirse a ese marco orientador (7). La situación paradigmática tiene, sin embargo, una diferente distribución dentro de las disciplinas. Por una parte, la sociología y ciencia política del país muestran claras afinidades paradigmáticas. En ambas reina el positivismo, que caracteriza a alrededor del 62% de las investigaciones de cada una de estas disciplinas. Tal primado positivista se opone, por otra parte, al claro predominio interpretativo en la antropología, que distingue al 80% de las investigaciones en esta disciplina. En la interdisciplina puede observarse que en el trabajo conjunto sociología/ciencia política se reitera la misma pauta positivista; la conexión sociología/antropología, por su parte, se hace más que nada en clave interpretativa.

Tabla 2. Encuadre paradigmático de las investigaciones empíricas, según disciplina (en %)

ramos2

No apareció ningún perfilamiento definido bajo rasgos de posmodernismo o de marco sistémico. En las investigaciones empíricas del enfoque sistémico es muy clara la diferenciación teórica, pero la forma misma de abordar la investigación y de establecer la “conexión” con el mundo empírico mostró ser fundamentalmente interpretativa. Hasta el momento, la teoría sistémica no ha dado pie a una manera propia y distintiva de abordar tal tipo de investigaciones, para generarse sus propias “irritaciones”, sino que a lo más ha generado declaraciones programáticas, como las un “constructivismo sociopoiético” (Arnold 2007), o ha llegado a la revisión de métodos con potenciales concordancias con la construcción teórica (Mascareño 2008), pero sin que todavía se los haya puesto en uso en conexión a ella.

Encontramos algunas investigaciones –aproximadamente el 7%– que tenían elementos del paradigma crítico, sin embargo la forma misma de la investigación en la mayoría de ellos no reunía finalmente requisitos suficientes como para clasificarlos de manera definida en tal marco paradigmático (8). Si bien no emerge un grupo enmarcable en el paradigma crítico, la dimensión crítica sí que está presente en un grupo importante de investigaciones –en alrededor del 20% del total del campo, cruzando las diferentes disciplinas. Los elementos de compromiso ético y orientación crítica están significativamente presentes en los dos grupos interpretativos, pero de manera especialmente intensa en el que hemos llamado “híbrido y valorativo”. En este grupo, además, se entremezclan, a veces de manera meramente superpuesta, características que reflejan los supuestos epistemológicos objetivistas del paradigma postpositivista con los del paradigma interpretativo que los rechazan; por eso el calificativo de “híbrido”, reflejando tal superposición no sintetizada.

Los agrupamientos que mejor reflejan el aprovechamiento de los avances internacionales del respectivo paradigma para el desarrollo de conocimientos son los que hemos denominados “fuertes”. El positivista fuerte se encuentra mayormente consolidado, formando un grupo más significativo, al menos numéricamente, en la sociología; el interpretativo fuerte, por su lado, tiene su reducto principalmente en la antropología y en la interface entre sociología y antropología.

Tal dominio del positivismo en las ciencias sociales nacionales –claro y definido en dos de sus disciplinas de mayor peso en el campo– no es un hecho aislado, desde una mirada global. En países capitalistas de desarrollo avanzado, típicamente en USA, la idea positivista de la ciencia ha seguido siendo dominante, pese a las arremetidas antipositivistas de fines de los 60 y principios de los 70 (Edge 1995, Steinmetz 2005). La noción convencional de ciencia, tal como es asumida por el sentido común –el “cientismo”, el “objetivismo”, el “realismo” sin complicaciones– permanece en buena medida, inconscientemente, en el habitus científico de los integrantes de estas disciplinas, tal como en buena parte de las instituciones de la sociedad que demandan y hacen uso de los conocimientos científico sociales (9).

En gran medida la institucionalidad académica contribuye a la reproducción y mantención de tal orden positivista. Se pueden citar diversas manifestaciones de este proceso. Así, por ejemplo, en una investigación sobre los libros de texto usados en la enseñanza de métodos de investigación en la ciencia política en USA se encontró un “consenso textual sobre el positivismo como el modo de investigación científica”, tanto en ciencia política como en ciencias sociales en general. Con sólo algunas excepciones, “el mensaje textual generalizado es que la ‘investigación empírica’ y/o la ‘mejor investigación’ es la investigación cuantitativa”, y no hay orientaciones suficientes que faciliten y promuevan la investigación interpretativa (Schwarz-Shea y Yanow 2002:457,468,476). Aun sin una revisión sistemática, conjeturamos que se podría concluir algo similar de los textos de metodología que se emplean en Chile, al menos con respecto a ciencia política y sociología. Asimismo, en las principales revistas de sociología y en los curricula de los departamentos más destacados internacionalmente el positivismo sigue siendo el marco de referencia dominante y, en USA, “las posturas explícitamente no positivistas están sólo tentativamente articuladas, con excepción de unos pocos sub-campos, tales como los de sociología de la ciencia y de la cultura, y de estudios étnicos y de minorías” (Steinmetz 2005:278). Lo que sí ha ocurrido es la declinación del positivismo como postura filosófica o epistemológica explícita –ya no es incuestionada doxa. Su pervivencia es fáctica, como “inconsciente positivista”, tanto en USA como, según atestiguan nuestros datos, en países como Chile.

La antropología se escapa de esto, pero no ha conseguido articular ninguna alternativa sólida, con capacidad de expandirse, ni siquiera dentro de la propia disciplina. En una investigación previa sobre la sociología (Ramos 2005) mostrábamos como las expectativas de desarrollo de una corriente “humanista crítica”, planteadas a principios de los 90 (Hopenhayn 1993), donde podrían haberse albergado o nutrido los esfuerzos interpretativos de la antropología, se han visto defraudadas a principios del siglo XXI.

El cuadro de reinado positivista que mostramos está planteado incluso sin considerar a la otra gran integrante de la familia de las ciencias sociales, de gran presencia social, que es la economía. En su forma actual a nivel mundial, y más marcadamente aún a nivel nacional, la economía es generalizada e intensamente positivista. Por ende, puede sostenerse cabalmente –en contra de un cierto sentido común circulante entre los integrantes de las ciencias sociales del país– que este campo científico en Chile está fácticamente bajo un claro dominio positivista.

Construcción teórica del hecho científico

Dado ya el sustento paradigmático, los dos grandes medios de moldeamiento de la investigación son los “programas” teórico y metodológico. Veremos primero lo concerniente a la teoría en las investigaciones estudiadas.

Una primera constatación, digna de atención, es la muy significativa proporción de investigaciones –un tercio del total– en que la teoría está ausente; es decir, investigaciones en las cuales no se apeló a ella para su elaboración conceptual o, si se lo hizo, ello no fue explicitado ni tampoco quedan huellas claramente visibles de tal uso. Ello se repite en todas las disciplinas, aunque en la antropología esto se superpone con una alta cifra de una presencia poco consistente de la teoría (ver Tabla 3). En una gran parte de los casos, tal situación en la antropología remite a un empleo más bien ritualista de la teoría, para el ornato de la investigación, con fines de legitimación, sin que se traduzca efectivamente en el armado conceptual mismo de la investigación. Es también inesperadamente alta la cifra en sociología (40,3%); una cantidad significativa de las investigaciones sociológicas operan pragmáticamente, respondiendo a interrogantes para las cuales sus autores no ven necesario apelar a la teoría. Reflejaría una tendencia importante dentro de esta disciplina, asociada a la significativa proporción de destinatarios institucionales de sus resultados que son externos al campo científico.

En cuanto al alcance de la teoría, en la ciencia política como en la sociología lo que prima es la teoría de alcance medio –alrededor de la mitad de las investigaciones se valen de ella. Tan sólo en la antropología hay un relativo mayor uso de la gran teoría, aunque al fin de cuentas en buena parte de los casos no resulte efectivamente orientadora u organizadora de la investigación y aparece más bien como un metarrelato paralelo a la investigación empírica misma, escasamente conectado con ella.

Estos resultados coinciden con los de Garretón, Murmis, Sierra y Tridade (2005) y con los planteamientos de Portes (2004). Este último afirma que la crisis de las grandes teorías –los metarrelatos científicos– sería más bien benéfica para el avance de las ciencias sociales. La gran teoría –dice él– reifica sus conceptos y no promueve la investigación empírica, satisfaciéndose, en cambio, con sus potencialidades explicativas abstractas, aún al costo del cierre a la revisión empírica. El camino más promisorio, por tanto, estaría en las teorías de alcance medio. Garretón (2005), por su parte, ven con cierto recelo este paso, que ellos encuentran estaría dándose en varios países de América Latina, hacia estas teorías de alcance medio que involucrarían, con su “acercamiento parcial a la realidad social”, una pérdida de sentido de globalidad y espíritu crítico.

Tabla 3. Tipo de teoría que predomina y forma de uso de ella en la investigación empírica, según disciplina (en %)

ramos3

En la sociología y ciencia política, el principal uso dado a la teoría es como marco conceptual orientador del análisis (en alrededor del 40% de los casos). En la ciencia política, coincidentemente con la impronta positivista de la disciplina, se la emplea también de forma más operacional para configurar hipótesis que se chequean empíricamente. En la antropología, por su parte, se observa, como ya indicábamos, una desmedrada incorporación de la teoría en la investigación, salvo cuando los antropólogos forman parte de un trabajo interdisciplinario.

La gran teoría es usada de manera sustancial en 11,2% del total de investigaciones, empíricas y teóricas, y tiene alguna presencia en otro 20,7% de ese total. Los grandes teóricos contemporáneos más considerados por los investigadores del campo son Luhmann (en 4,2% de todas las investigaciones), Bourdieu (en 3,8%), Giddens (2,7%), Habermas (2,5%) y Foucault (1,8%). Aparece también reiterada la teoría feminista, en aproximadamente el 2% de las investigaciones, pero no hay ningún nombre individual que destaque en ella.

Bourdieu y Luhmann son los que aparecen siendo usados más transversalmente a través de las disciplinas. Habermas tiene un uso más concentrado en la sociología. Foucault, en la sociología y ciencia política (10).

La teoría provee, de manera importante, el aparataje conceptual para construir la observación científica. A continuación profundizaremos en esa estructuración conceptual que la ciencia social en Chile hace de su objeto. Para ello, hemos registrado, en cada investigación, los principales conceptos de carácter científico social que emplea; más precisamente, aquéllos en los cuales se sostiene la construcción de su observación (11). En el total de publicaciones se registraron 1.369 menciones conceptuales, con un promedio de 2,9 por texto. Luego de agrupar conceptos por afinidades semánticas, pudimos distinguir 48 conjuntos conceptuales, que a su vez agrupamos en 12 familias semánticas (12). Estos resultados se presentan en la Tabla 4 (ver en pdf).

Puede apreciarse que algunas familias semánticas (1, 2, 3 y 6) son marcadamente disciplinarias. Corresponden a los materiales conceptuales con los que una u otra disciplina construye, distintivamente, su objeto. En las otras agrupaciones semánticas, en cambio, se observa tanto reparto conceptual como elementos compartidos; por ejemplo, en la familia 4, los elementos referidos a la democracia y los partidos y representación política, aparecen como componentes privilegiados del repertorio conceptual de la ciencia política, mientras que la mirada conceptual de los derechos lo es de la sociología; y, por otra parte, se comparten los elementos conceptuales de ciudadanía y participación.

Estos resultados si bien muestran algunas superposiciones conceptuales entre las disciplinas, revelan una elevada diferenciación semántica, que refleja una construcción conceptual de la observación científica con un notorio perfilamiento disciplinario (13). Las familias semánticas 1, 2 y 3 aparecen como coto privilegiado de la sociología; las familias 4, 5 y 6 lo son de la ciencia política. La antropología social, por su parte, se concentra semánticamente en las familias 8 y 9, aunque sin el grado de exclusividad de las otras disciplinas.

Una medición del perfilamiento identitario, a partir de los datos de la tabla anterior, muestra que la ciencia política es la que posee un mayor perfilamiento de su identidad conceptual, con un 35,4% de conjuntos conceptuales con uso casi exclusivo, seguida por la sociología, con un 27,1% (14). Ambas disciplinas están claramente diferenciadas en el campo, en contraposición a la antropología que tiene tan sólo un 6,3% de conjuntos conceptuales relativamente propios.

La situación semánticamente más difusa de la antropología chilena, antes que responder a tendencias hacia la unificación entre las disciplinas, parece derivar de dificultades de esta disciplina para manejar sus fronteras y para tomar posiciones conceptuales en el campo. Puede interpretarse como debilidad, institucional y productiva, antes que como resultado de una búsqueda de conexión o integración cognitiva interdisciplinaria. Esto se vería ratificado por el hecho de que la antropología es la que posee un espectro conceptual más reducido, con una tasa de diversidad semántica de 27,1%, frente a 47,9% de la ciencia política y a 56,3% de la sociología (15).

El perfilamiento que se observa en el mapa conceptual corresponde muy nítidamente a los objetos asignados tradicionalmente a estas disciplinas: sociedad civil y estructura social, a la sociología; poder e institucionalidad política, a la ciencia política; y cultura a la antropología, aunque este último objeto aparece en cierto grado compartido.

En ese cuadro de diferenciación disciplinaria, la fuerza integradora o impulso a la convergencia que pueda derivarse de las actuales superposiciones conceptuales, es incierta. El concepto de cultura, por ejemplo, compartido por las tres disciplinas, ha sido desde temprano usada por la sociología y servido de puente para llevar contenidos desde la antropología a la sociología. No representa una conexión de nuevo cuño que anuncie tendencias a la convergencia conceptual.

En otros casos, parece haberse desarrollado una construcción interdisciplinaria en torno a conceptos que han adquirido relevancia social, en la esfera pública, que se ha traducido en relevancia teórica extendida, que cruza fronteras disciplinarias (es el caso de conceptos tales como “género” e “identidad”). Similarmente, hay ciertas problemáticas sociales de las cuales se derivan demandas de intervención, que provocan respuestas de las diversas disciplinas, facilitando o motivando la interconexión (conceptos de “políticas sociales”, “violencia”, “ciudadanía”, etc.). Generan una interdisciplinariedad “problem driven” (Abbott 2001:134). Cabe, no obstante, la pregunta si permanecerá la relevancia de estos usos conceptuales compartidos más allá del ciclo vital de tales problemas en la esfera pública.

Construcción metodológica de la observación

El último aspecto que consideraremos es la construcción metodológica. Al respecto, atenderemos al diseño general de la investigación y a los procedimientos de generación, análisis e interpretación de la información.

Los objetivos cognitivos que se planteen para una investigación señalan características importantes del diseño y complejidad de ella. Los objetivos meramente descriptivos son más sencillos y los de comprensión y explicación normalmente más complejos. En el campo estudiado, este último objetivo –explicación–, más propiamente positivista, es buscado por sólo un quinto de las investigaciones, pese a tratarse de un campo en que predomina el positivismo. La comprensión, por su parte, es el objetivo más buscado en todo el campo, particularmente por la antropología y sociología.

En esta materia también se observan algunos contrastes entre las disciplinas (ver Tabla 5). La ciencia política aparece como muy descriptiva y la antropología, en concordancia con su enmarcamiento paradigmático, aparece como fundamentalmente comprensiva. La sociología coincide con la antropología en la relevancia dada al objetivo comprensivo y con la ciencia política en atender también al objetivo explicativo. El objetivo evaluativo, de índole más aplicado y práctico tiene menor presencia, y está casi ausente en la antropología.

Tabla 5. Objetivos cognitivos de las investigaciones empíricas, según disciplina (en %)

ramos5

(*) Nota: Las categorías no son mutuamente excluyentes, de modo que las columnas no suman 100%.

Para comparar entre las disciplinas su grado de complejidad metodológica, tanto en la vertiente positivista como la interpretativa, hemos construido dos índices. Uno de positivismo metodológico y otro de desarrollo metodológico interpretativo.

El índice de positivismo metodológico va desde 0 que refleja la ausencia de cualquier procedimiento positivista –en cuanto a diseño, conceptualización, generación de información, muestreo y análisis– hasta 10 que corresponde a un uso complejo y sofisticado de la metodología positivista. El índice de desarrollo metodológico interpretativo está construido con esa misma lógica y tiene el mismo rango de valores (16). Los resultados se encuentran en la Tabla 6.

Según el análisis de varianza, las diferencias entre disciplinas son marcadamente significativas en el índice de positivismo metodológico (p=0,000) y más levemente en el de desarrollo metodológico interpretativo (p=0,034). En cuanto al positivismo, el uso de procedimientos más avanzados ocurre en la sociología, aunque el valor del índice (4,3) muestra un nivel intermedio, que refleja que no se estarían aprovechando muchos de los procedimientos disponibles; ello sólo ocurría en un puñado de investigaciones. En el otro extremo se encuentra la antropología con un nivel más bien primitivo en materia de metodología positivista (1,9).

En cuanto a los procedimientos investigativos de índole interpretativa, la situación general del campo es de un uso más bien elemental. La antropología se destaca un poco, pero aún así su nivel promedio es bajo.

Tabla 6. Grados de desarrollo metodológico positivista e interpretativo de las investigaciones empíricas según disciplina (promedios de índices)

ramos6

(*) Nota: A mayor valor del índice, mayor desarrollo y complejidad metodológica.

Para profundizar en nuestra comparación metodológica de las disciplinas del campo consideraremos, a continuación, dos aspectos principales: las técnicas para generar información y los procedimientos de análisis e interpretación.

En cuanto a la generación de información, una primera constatación general es que hoy en día en el campo prácticamente no hay técnicas que puedan considerarse exclusivas de una disciplina. Casi todas son usadas en todas las disciplinas (ver Tabla 7). No obstante, hay técnicas privilegiadas por unos u otros. Hay un claro contrapunto entre la ciencia política, que trabaja en una muy alta proporción (60-70% de las investigaciones), con material informativo preexistente –documentos y datos secundarios– y la antropología y la sociología, que generan directamente su material informativo a través de alguna forma de interacción con los actores sociales: entrevista en profundidad, focus group, grupo de discusión, encuesta, observación etnográfica, etc. La ciencia política opera más a distancia, como un oficio más bien de escritorio, mientras para las otras dos disciplinas el “trabajo de campo” es distintivo.

Tabla 7. Técnicas empleadas, en las investigaciones empíricas, para generar información según disciplina (en %)

ramos7

(*) Nota: Las categorías no son mutuamente excluyentes, de modo que las columnas no suman 100%.

Una pauta que se constata en los datos de esta tabla es el papel conector que juega la sociología. En los trabajos conjuntos que ésta hace, por un lado con la ciencia política y por otro con la antropología, se incrementa el uso de ciertas técnicas por parte de las otras disciplinas: la ciencia política, más uso de grupos; la antropología, más uso de encuestas; y, a su vez, la sociología también sale beneficiada de ese contacto: con ciencia política, la sociología incrementa su uso de datos secundarios; con antropología, el de la observación. La misma pauta se reitera, a su vez, con respecto a los procedimientos de análisis y muestreo. Así, esas conexiones disciplinares son una vía de difusión metodológica, a través de la experiencia compartida, que incide en la conformación de los respectivos habitus científicos de los investigadores.

Finalmente, las formas de análisis prolongan características ya indicadas de las disciplinas. La antropología, en concordancia con sus objetivos comprensivos, presenta un predominio de análisis cualitativo. En la sociología y ciencia política, en cambio, es muy importante el análisis cuantitativo aunque también es frecuente la combinación entre lo cuantitativo y lo cualitativo (ver Tabla 8).

En la sociología es donde se emplean en mayor proporción procedimientos cuantitativos más complejos, particularmente de asociación (análisis factorial, análisis de conglomerados, análisis de redes, análisis de correspondencias múltiples, etc.). El análisis cuantitativo de tipo “causal” está sólo presente en la ciencia política y sociología (en 10,4% y 12,7%, respectivamente, y 11,1% en la combinación de ambas), correspondiendo en su mayor parte a análisis de regresión múltiple lineal o logística.

Tabla 8. Procedimientos de análisis y tratamiento de la causalidad, en las investigaciones empíricas, según disciplina (en %)

ramos8

En materia de análisis cualitativo hay muy escasa variedad. Priman los análisis descriptivos, principalmente narrativos, algunos con elaboración de tipologías para aprehender el sentido de la acción, y los que atienden a procesos históricos –en su mayoría de corta duración– o encadenamiento de eventos, no siempre con mucha sistematicidad. Unas pocas investigaciones (3,4% del total) son hechas bajo los auspicios de la Grounded Theory, sin embargo los procedimientos de Glazer y Strauss son empleados de manera muy suelta, con resultados sumamente parecidos a los de cualquier otro trabajo etnográfico. Una proporción semejante corresponde a investigaciones hermenéuticas. Por otra parte, aunque todavía con cifras reducidas, la forma de análisis que parece estar adquiriendo importancia, tal como ha ocurrido internacionalmente durante los últimos quince años, es el análisis de discurso. Muy poca presencia tienen los métodos de análisis visual, semiótico, narrativo y conversacional.

Conclusiones

De la indagación realizada sobre las investigaciones en el campo de las ciencias sociales en Chile resulta un cuadro de importantes y significativas diferencias entre las disciplinas que lo constituyen en cuanto a la forma en que construyen su objeto. Tales diferencias son tanto paradigmáticas como teórico-conceptuales y metodológicas, y priman marcadamente sobre algunas similitudes parciales.

En términos paradigmáticos, hay un fuerte contraste entre el predominio positivista en la sociología y ciencia política, por un lado, y el interpretativo en la antropología, por otro. Metodológicamente, a su vez, se diferencian la sociología y la ciencia política entre sí. La sociología emplea una mayor diversidad de herramientas de recolección y hace alto uso de instrumentos que involucran un contacto directo con la experiencia (entrevista, encuesta, grupos focales, etc.) mientras que la ciencia política se vale de procedimientos que establecen una relación más indirecta (trabajo con datos secundarios, documentos). En materia de análisis, la sociología apela a procedimientos multivariados más complejos, mientras que la ciencia política muestra una elevada proporción de estudios sólo descriptivos. Metodológicamente la antropología se diferencia marcadamente de las otras dos disciplinas, aunque sobre todo de la ciencia política, por su mayor peso de análisis cualitativo y mayor contacto experiencial directo.

En la construcción teórico conceptual de la observación, la sociología y la ciencia política muestran un definido perfilamiento conceptual –cada una con varias familias semánticas de uso prácticamente exclusivo, que adquieren un fuerte carácter identitario disciplinar. La antropología en cambio no aparece poseyendo ninguna familia semántica exclusiva, sino que tan sólo tiene unos pocos conjuntos conceptuales propios, cada uno en una familia semántica diferente, que marcarían lo distintivamente propio de la disciplina. Nada de eso refleja una pauta de convergencia.

Podría esperarse que la gran teoría proveyera algunas bases para la convergencia. De hecho, hay algunos autores compartidos: Bourdieu, Luhmann, Foucault; sin embargo, ellos son empleados sustantivamente en la construcción de sólo una reducida cantidad de investigaciones.

La antropología, además, se mueve en un espectro conceptual comparativamente mucho más estrecho que las otras disciplinas, lo cual reflejaría la situación de una disciplina que se ha confinado: que no ha buscado o no ha podido extender sus fronteras conceptuales. Esto puede atribuirse a constreñimientos institucionales o a estrategias conservadoras de los integrantes de la disciplina, que se autorrestringen a las zonas semánticas legitimadas socialmente, sin incursionar en otras ya demarcadas por otras disciplinas las cuales han establecido en ellas sus derechos de propiedad.

En ese cuadro en que priman las diferencias, las similitudes o afinidades se dan entre pares de disciplinas y no entre las tres. Ellas tienden a darse entre la sociología y la antropología, por un lado, y entre la sociología y la ciencia política, por otro. La principal conexión uniformizadora es la colaboración que se establece desde la sociología bilateralmente con las otras dos disciplinas, que entre sí no colaboran, operando así la sociología en un rol de bisagra o de puente entre ellas, contribuyendo a la difusión de conocimientos teóricos y metodológicos, en “estado práctico”, y consecuentemente a alguna limitada y parcial convergencia dentro del campo.

Por otro lado, algunas de las similitudes que se constatan se derivan más que todo de ausencias o carencias compartidas, como es el caso del reducido empleo de la gran teoría y la baja complejidad de las herramientas de análisis cualitativo.

En esta situación puede esperarse que las disciplinas complejicen sus elaboraciones teóricas y procedimientos metodológicos, pero no se ven indicios de que hayan tendencias a revertir la diferenciación existente o de que puedan preverse las tendencias a la unificación que plantea y proclama la Comisión Gulbenkian, y que suscribe Garretón para el caso de Chile.

Tan sólo si se diera un significativo incremento en el trabajo interdisciplinario, que ahora está presente sólo en menos del 15% de las investigaciones, y se produjera la conexión entre la ciencia política y la antropología, ahora prácticamente inexistente, podría pensarse en alguna tendencia general de convergencia. Pero, ¿están los investigadores o centros de investigación planeando un incremento futuro en su colaboración mutua? Se requeriría mayor indagación para poder responder. Cabe señalar, en todo caso, que las actuales bajas tasas de investigación con multiautoría, muy inferiores a los niveles internacionales (17), revelan que existen algunos factores inerciales que dificultan o restringen la colaboración intra e interdisciplinaria.

Tales dificultades para la colaboración son un aspecto recurrente en Chile. Son también escasas las redes de colaboración entre empresas, y entre universidades y empresas, lo cual es un factor que retarda los procesos de innovación en el país. Vale decir, en varios planos los obstáculos a la colaboración dificultan la producción o difusión de conocimientos, científicos y tecnológicos. Eso respondería a una pauta cultural relativamente generalizada (Ramos 2004) y estaría asociado a los bajos niveles de confianza social que existen en el país, los cuales han sido reiterados en diversos estudios (Fundación BBVA 2006, PNUD 2000). La escasez de recursos en el mercado académico de las ciencias sociales, por su parte, acentuaría una lógica reticente a la colaboración.

Concluyendo, la situación actual del campo de las ciencias sociales en el contexto chileno, en términos del proceso de construcción del hecho científico, está lejos de mostrar similitudes que puedan hacer pensar, al corto o mediano plazo, en tendencias a la convergencia o unificación de las ciencias sociales. Esto no rebate la existencia de tendencias a la convergencia a nivel internacional. Pero sí cuestiona su generalidad, ya que muestra que, en un campo local de las ciencias sociales, la convergencia es reducida y hay fuerzas inversas que operan manifestándose no sólo en separaciones institucionales sino también en separaciones y diferencias cognitivas de importancia. Muestra que hay trayectorias históricas de los campos científico sociales que no concuerdan con la pauta de convergencia postulada como general, o cuando menos hace ver que los ritmos de la eventual convergencia son mucho más lentos que lo esperado.

Aunque ya un caso en contra rebate la generalidad de la convergencia, se requeriría mayor investigación para determinar si la situación del campo de las ciencias sociales en Chile se repite en otros países y si corresponde o no a un tipo de trayectorias, por ejemplo propia de países en desarrollo. Una línea alternativa de explicación sería conectar los resultados obtenidos con la fase de desarrollo del campo. El campo de las ciencias sociales en Chile estaría en un período temprano, en que las disciplinas buscan afirmar sus identidades, diferenciándose y oponiéndose a las otras cercanas. Sólo con la suficiente consolidación de todas ellas, en una fase de madurez, vendría la convergencia. De cualquier modo, sea que busquemos explicar la falta de convergencia por características del contexto de los países o por las fases de desarrollo de los campos, ello demandaría mayor investigación comparativa internacional.

Notas

(1) Los resultados aquí presentados son parte de un proyecto en desarrollo, con financiamiento del Fondo Nacional para el Desarrollo de la Ciencia y Tecnología (Proyecto Fondecyt Nº 1070814), que incluye el estudio de la producción científica, las redes dentro del campo y sus bases institucionales.

(2) Una anterior expresión significativa de interdisciplinariedad, aunque de corta vida, tomó forma en el período de la Unidad Popular, con centros como el CESO (Centro de Estudios Socioecónomicos) de la Universidad de Chile y el CEREN (Centro de Estudios de la Realidad Nacional) de la Universidad Católica.

(3) Los textos seleccionados tienen un promedio de 68,4 páginas, una mediana de 33 y una moda de 17, sumando en total más de 32.200 páginas.

(4) Una presentación más extensa de las aproximaciones paradigmáticas consideradas la hemos hecho en Ramos (2005).

(5) Al término “postpositivismo” se le ha dado diferentes acepciones. Algunas le asignan al concepto un sentido completamente distinto a que aquí asumimos: como algo diferente al positivismo y no el sentido de continuidad renovada que planteamos. Dado eso, tal vez sea más apropiado emplear el término “neopositivismo”. Al menos, debe leerse con tal sentido.

(6) Ilustraciones de los diferentes tipos de investigación pueden verse en Palestini, Ramos y Canales (publicación futura) y también en Ramos (2005).

(7) En lo que sigue, hablaremos en general de “positivismo”, aunque más precisamente se trata del “postpositivismo”, en el sentido aquí adoptado.

(8) Tal como se concluye en una investigación comparativa entre Argentina, Brasil, Chile, México y Uruguay, las orientaciones críticas y utópicas estarían generalizadamente perdiendo terreno (Garretón 2005:592).

(9) No es claro, sin embargo, cuán generalizable sea esto a todos los países de capitalismo avanzado. Un estudio en las principales revistas británicas, por ejemplo, muestra que una proporción muy superior de artículos usaba un “enfoque cualitativo” (Payne 2007:903). Aunque tal carácter cualitativo no implica necesariamente adscripción a un enfoque interpretativo, señalaría no obstante una dirección potencialmente centrífuga con respecto al positivismo. Según una investigación sobre las publicaciones sociológicas canadienses, se encuentra un predominio claro del uso de métodos cuantitativos entre los 60 y los 80, para llegar en la década siguiente a un empate (Platt 2006:213).

(10) Un estudio reciente, Marileo (2007), en el que se pide a 117 sociólogos chilenos que señalen los autores de teoría social contemporánea más relevantes para su ejercicio docente, muestra en los primeros lugares a Bourdieu, Foucault, Habermas, Luhmann, Berger y Luckmann y Giddens. Vale decir, se repiten los nombres de nuestra investigación, con algunas diferencias en el orden y la inclusión de Berger y Luckmann, que corresponderían a diferencias entre el uso docente y el investigativo.

(11) En cada texto fueron anotados hasta cinco conceptos que tuvieran suficiente carga teórica.

(12) Los cálculos los hicimos considerando las disciplinas sin combinaciones, es decir, sin incluir los conjuntos interdisciplinarios, dado que ello refleja mejor la situación efectiva del quehacer en cada disciplina.

(13) Ello ocurre pese a que al incluir dentro de cada disciplina los respectivos integrantes de los grupos interdisciplinarios esto obviamente incrementa la superposición conceptual.

(14) Operacionalmente, hemos considerado como uso “propio” o “exclusivo” de un conjunto conceptual cuando una disciplina lo emplea en más del 4% de sus investigaciones y ninguna de las otras alcanza a tal proporción.

(15) La “diversidad semántica” de una disciplina la calculamos como la proporción entre la cantidad de conjuntos conceptuales de los cuales esa disciplina hace uso en más del 4% de sus investigaciones y el total de conjuntos conceptuales.

(16) El índice de positivismo metodológico fue construido a partir de 7 indicadores y el interpretativo a partir de 5, referidos a los aspectos indicados.

(17) Según los datos de esta investigación, el 40,3% de las investigaciones sociales en Chile son multiautor, lo cual contrasta con el 60% a nivel internacional, para las ciencias sociales (Larivière, Gingras y Archambault 2006).

Bibliografía

Abbott, A. 2001. Chaos of disciplines. Chicago: University of Chicago Press.

Arnold, M. 2007. “Fundamentos del constructivismo sociopoiético”. En: Osorio, F. (ed.). Epistemología de las ciencias sociales: Breve manual. Santiago: Ediciones Universidad Católica Silva Henríquez. pp. 121-141.

Barnes, B. 1986. T.S. Kuhn y las ciencias sociales. México: Fondo de Cultura Económica.

Barrios, A. y Brunner, J.J. 1988. La sociología en Chile. Instituciones y practicantes. Santiago: FLACSO.

Bauman, Z. 2002. La hermenéutica y las ciencias sociales. Buenos Aires: Ed. Nueva Visión.

Best, S. y Kellner, D. 1997. The postmodern turn. New York: The Guilford Press.

Bhaskar, R. 2008. A realist theory of science. London: Verso.

Bourdieu, P. 2004. Science of science and reflexivity. Chicago: University of Chicago Press.

Brunner, J. J. 1988. El caso de la sociología en Chile. Formación de una disciplina. Santiago: FLACSO.

Brunner, J. J; Hopenhayn, M; Moulian, T y Paramio, L. 1993. Paradigmas de conocimiento y práctica social en Chile. Santiago: FLACSO.

Burawoy, M. 2005. “Provincializing the Social Sciences”. En: Steinmetz, G (ed.). The politics of method in the human sciences. Positivism and its epistemological others. Durham: Duke University Press. pp. 508-525.

Byrne, D.1998. Complexity theory and the social sciences. London: Routledge.

Courard, H. y Frohmann, A. 1999. Universidad y ciencias sociales en Chile, 1990-1995. Santiago: FLACSO.

Edge, D. 1995. “Reinventing the wheel”. En: Jasanoff, S et al. (eds.) Handbook of science and technology studies. Thousand Oaks, Calif.: Sage Publications. pp. 3-23.

Fernández, M. 2005. Ciencia política en Chile: un espejo intelectual. Revista de Ciencia Política 25(1): 56-75.

Fundación BBVA. 2006. Capital social: confianza, redes y asociacionismo en 13 países. Santiago: Fundación BBVA ediciones.

Garretón, M. A. 2005. Social sciences and society in Chile: Institutionalization, breakdown and rebirth. Social Science Information 44(2-3): 359-409.

Garretón, M. A; Murmis, M; Sierra, G. y Trindade, H. 2005. Social sciences in Latin America: A comparative perspective – Argentina, Brazil, Chile, Mexico and Uruguay. Social science information 44(2-3): 557-593.

Gibbons, M. et al. 1994. The new mode of knowledge production – The dynamics of science and research in contemporary societies. London: Sage.

Giddens, A. 2000. En defensa de la sociología. Madrid: Alianza Editorial.

Giddens, A. 1987. Las nuevas reglas del método sociológico. Buenos Aires: Amorrortu.

Gómez, J. y Sandoval, M. 2004. Más allá del oficio de sociólogo: Nuevas identidades, prácticas y competencias en el campo profesional. Santiago: Ediciones Universidad Católica Silva Henríquez.

Guba, E. y Lincoln, Y. 1998. “Competing paradigms in qualitative research”. En: Denzin, N. y Lincoln, Y (eds.) The landscape of qualitative research. Thousand Oaks, Calif.: Sage Publications. pp. 195-220.

Habermas, J. 1984. The theory of communicative action, vol.1: Reason and the rationalization of society. Boston: Beacon Press.

Habermas, J. 1972. Knowledge and human interests. London: Heineman.

Hopenhayn, M. 1993. “El humanismo crítico como campo de saberes sociales en Chile”. En: Brunner, J; Hopenhayn, M; Moulián, T y Paramio, L. (eds.) Paradigmas de conocimiento y práctica social en Chile. Santiago: Flacso.

Kuhn, T. 1971. La estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica.

Larivière, V; Gingras, Y y Archambault, E. 2006. Canadian collaboration tetworks: A comparative analysis of the natural sciences, social sciences and the humanities. Scientometrics 68(3): 519-533.

Luhmann, N. 1996. Sistemas sociales. Guadalajara: Alianza Editorial.

Manicas, P. 1990. “The social sciences disciplines: The American model”. En: Wagner, P. et al. Discourses on society. Netherlands: Kluwer Academic Publishers. pp. 45-71.

Marileo, G. 2007. Disputas entre autores y teorías en el campo de la sociología chilena. Revista Central de Sociología 2: 31-48.

Mascareño, A. 2008. “Sociología del método: la forma de la investigación sistémica”. En: Osorio, F. et al. La nueva teoría social en Hispanoamérica. Introducción a la teoría de sistemas constructivistas. Toluca: Editorial Universidad Autónoma del Estado de México. pp. 181-230.

OECD. 2004. Re-inventing the social sciences. Paris: Organisation for Economic Co-operation and Development.

Payne, G. 2007. Social divisions, social mobilities and social research: Methodological issues after 40 years. Sociology 41(5): 901-915.

Platt, J. 2006. How distinctive are Canadian research methods. The Canadian review of sociology and anthropology 43(2): 205-231.

PNUD. 2000. Mas sociedad para gobernar el futuro. Santiago: PNUD ediciones.

Portes, A. 2004. La sociología en el continente: convergencias pretéritas y una nueva agenda de alcance medio. Revista mexicana de sociología 66 (3): 1-37.

Ramos, C. 2004. Datos y control más que conocimiento y colaboración. Las TIC en la empresa chilena. Estudios Públicos 96: 145-180.

Ramos, C. 2005. Cómo investigan los sociólogos chilenos en los albores del siglo XXI: Paradigmas y herramientas del oficio. Persona y Sociedad 19 (3): 85-119.

Rehren, A. 2005. La evolución de la ciencia política en Chile: Un análisis exploratorio (1980-2000). Revista de Ciencia Política 25(1): 40-55.

Reynoso, C. 2006. Complejidad y caos. Buenos Aires: Editorial SB, Buenos Aires.

Rosenau, P. 1992. Post-modernism and the social sciences. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Schwartz-Shea, P. y Yanow, D. 2002. ‘Reading’ ‘methods’ ‘texts’: How research methods texts construct political science. Political Research Quarterly 55(2): 457-486.

Steinmetz, G. 2005. The politics of method in the human sciences. Positivism and its epistemological others. Durham: Duke University Press.

Unesco. 1999. World social science report. Paris: Unesco Publishing and Elsevier.

Wagner, P. 1999. “The twentieth century – the century of the social sciences?” En: Unesco, World Social Science Report. Paris: Unesco Publishing and Elsevier. pp.16-41.

Wallerstein, I. 1996. Open the social sciences. Report of the Gulbenkian commission on the restructuring of the social sciences. Stanford, California: Stanford University Press.

Wallerstein, I. 2004. “The Three Meanings of ‘Discipline’”. En: OECD. Re-inventing the Social Sciences. Paris: OECD publisher.

Wallerstein, I. 2005. Las incertidumbres del saber. Barcelona: Gedisa Editorial.

Recibido el 13 Oct 2008
Aceptado el 15 Dic 2008

Home | Indice | Números Completos | Instrucción para Autores
Cinta de Moebio
Revista de Epistemología de Ciencias Sociales
ISSN 0717-554X